El coloso de la arquitectura que necesita derretir 13.000 toneladas de hielo al día para poder enfriarse en mitad de desierto
Un sofisticado sistema de refrigeración combate el calor extremo de Dubai desde los 828 metros del edificio más alto del mundo.

En el corazón del desierto arábigo, donde las temperaturas superan con facilidad los 40 °C, el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, no solo desafía la gravedad con sus 828 metros de altura, sino también el calor extremo con uno de los sistemas de aire acondicionado más sofisticados e innovadores del planeta. Para mantener una temperatura interior confortable de 24 °C, este rascacielos necesita el equivalente a derretir 13.000 toneladas de hielo cada día.
Y es que aunque parezca un consumo descomunal de energía, en realidad es una obra de ingeniería de eficiente y sostenible. El sistema de climatización del rascacielos dubaití se alimenta de una planta de refrigeración urbana externa, que también abastece a complejos de lujo como el Dubai Mall. Esta planta bombea agua enfriada a solo 3,3 °C a través de tuberías de 75 cm de diámetro hasta el sótano del edificio.
Pero, ¿de dónde sale esta agua? Pues de hielo artificial y de las aguas residuales, tratadas eso sí. Desde la concepción del proyecto en 2004 y su posterior inauguración en 2010, el Burj Khalifa utiliza un mecanismo denominado Sistema de Almacenamiento Térmico (SIT) que se basa en una mezcla llamada ice slurry —una combinación de agua y cristales de hielo— producida por la noche, cuando la energía es más barata. Durante el día, este “hielo líquido” se derrite y enfría el edificio, lo que reduce el consumo eléctrico hasta en un 40%.
Además, para minimizar el uso de agua potable en una región donde este recurso es escaso, el sistema utiliza efluentes cloacales tratados (TSE). Estas aguas residuales pasan por avanzados procesos de purificación antes de ser utilizadas en el circuito de refrigeración.
Así, también, consiguen fabricar agua en el desierto. Y es que gracias a la condensación del aire húmedo en contacto con las bobinas frías del sistema, el Burj Khalifa genera cerca de 57 millones de litros de agua al año. Esta agua pura no se desperdicia: se recolecta en un tanque subterráneo y se utiliza para regar los jardines que rodean el edificio, convirtiendo un subproducto en una solución ecológica.
Una tecnología capaz de predecir situaciones
El SIT está gestionado por una plataforma de automatización de Honeywell, que integra miles de sensores para monitorear en tiempo real la temperatura, humedad y presión. Gracias a la inteligencia artificial, el sistema realiza mantenimiento predictivo, detectando fallos antes de que ocurran, lo que ha permitido reducir en un 40% las horas dedicadas a reparaciones.
Por otro lado, el sistema también combate el llamado “efecto chimenea”, fenómeno propio de los rascacielos, mediante una presión de aire interna levemente positiva que evita la entrada de aire exterior y reduce el ruido del viento, asegurando una experiencia de confort térmico y acústico sin igual.
El aire acondicionado del Burj Khalifa no solo enfría el edificio más alto del mundo, sino que representa una visión futurista y sostenible de cómo incluso en el desierto se puede conjugar eficiencia energética, innovación y respeto por el medio ambiente.
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