La isla en la que hay tantos habitantes como caballos y el acceso en coche está prohibido
A Mackinac, entre las penínsulas superior e inferior de Michigan en el lago Hurón, sólo se puede llegar a la isla en ferry, barco privado o avioneta.

Como si de una película de media tarde, con su verano con jersey, sus barcos perfectos, sus cafeterías sin problemas, y un alcalde y médico preocupado por todos sus vecinos, la isla de Mackinac es la protagonista de esta historia por su singularidad.
No hay coches desde 1898, cuando el ruido de uno de los primeros vehículos a motor asustó a unos caballos que estaban cerca. Desde entonces, los coches están prohibidos. Y los locales lo han aceptado de manera natural.
Pero los protagonistas son los ‘vehículos’ que sí están, 600 caballos que sirven a los residentes (los mismos habitantes que hay en invierno), transportando de todo, desde paquetes de mensajería y basura, hasta a las personas.
Carruajes y bicicletas son la tónica de esta isla que bien podría haber sido el escenario de la película Sabrina, tanto la versión con Humphrey Bogart como con Harrison Ford. Destaca su, que abrió sus puertas en 1887 y sigue siendo uno de los complejos turísticos más emblemáticos de Estados Unidos.
Esta isla de los Grandes Lagos era considerada sagrada por el pueblo anishinaabe, que creía que era el hogar del Gran Espíritu. Fue refugio de comunidades indígenas para pescar y cazar. Es precisamente la naturaleza la gran baza turística para los visitantes.
El 80% de su superficie está formada por un Parque Nacional, donde los visitantes pueden pasear por el bosque, admirar los imponentes acantilados de piedra caliza y practicar senderismo, ciclismo (hay 1.500 bicis disponibles) o alquilar un carruaje para fotografiar uno de los monumentos más famosos de la isla, Arch Rock, un arco de roca que es el símbolo de la isla.
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Los lugareños también recomiendan la zona norte de la isla, donde se encuentra su único pueblo. La carretera, de 13,7 kilómetros, se ha transformado en un carril bici y una ruta de senderismo. Desde allí, los visitantes también pueden admirar el puente colgante Mackinac de 8 kilómetros y acceder a tranquilas playas de arena fina.
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