La ola de calor más letal del siglo dejó las funerarias de Europa sin ataúdes con temperaturas superiores a 47 grados
La peor ola de calor europea de la que se tiene constancia sucedió en 1530 y se llegó a secar el Rin, pero hace poco más de 20 años el continente se vio desbordado durante dos semanas infernales con más de 70.000 muertes.


¿Cuál ha sido la ola de calor más devastadora de la historia? La respuesta no es sencilla, porque el calor extremo ha golpeado a la humanidad desde mucho antes de que existieran termómetros. Además, los datos fiables sobre temperaturas son relativamente modernos. La NASA marca 1880 como la fecha a partir de la cual hay registros fidedignos de las temperaturas del planeta a nivel global. En el caso de España, existen registros válidos de la temperatura de Madrid desde la década de 1850, pero hay que esperar hasta finales del siglo XIX para encontrar registros fiables de todo el país.
“El verano sin fin”
Aun así, a lo largo de la historia hay olas de calor que han quedado registradiccwin247.como eventos climáticos especialmente extremos. Uno de los más graves de los últimos mil años sucedió entre noviembre de 1539 y septiembre de 1540 en Europa Central. Hoy es conocida como la “megasequía del Renacimiento”, pero en su tiempo la bautizaron como “el verano sin fin”.
Según estudios paleoclimáticos, se estima que las temperaturas pudieron superar en hasta 7ºC las medias actuales en Europa Central durante once meses. El Rin, el Elba, el Sena y muchos otros ríos importantes se secaron en varios tramos. Según el registro municipal de Basilea, “El Rin se podía cruzar a pie. Los peces morían por miles en los ríos, y el hedor era insoportable”. No había agua potable, todas las cosechas se echaron a perder y se produjeron incendios incontrolables, tanto forestales como en ciudades. El calor, la hambruna y la falta de agua causaron miles de muertes.

El verano mortal de 2003
Si nos centramos en la época moderna, desde que hay registros, la ola de calor más letal se produjo en Europa en 2003. El evento comenzó en junio, precedido de una primavera especialmente seca. Pero alcanzó cotas dramáticas entre el 1 y el 15 de agosto. El exceso de mortalidad ese verano en Europa respecto a las cifras habituales fue superior a 70.000 personas. De hecho, la preocupación por el cambio climático, que hasta entonces era un tema de discusión más a nivel científico y político, se extendió al debate público a partir de lo sucedido aquel verano.
Las temperaturas alcanzaron cifras récord en todo el continente. En Portugal, Amareleja marcó el máximo europeo con 47,3 ºC. En España, Córdoba llegó a los 46,2 ºC, Sevilla a los 45,2ºC y Bilbao a los 41,9ºC. El aeropuerto de Heathrow, en Inglaterra, llegó a los 37,9ºC, récord histórico en el Reino Unido hasta ese momento. Friburgo, en Alemania, llegó a los 40,2ºC, una de las temperaturas más altas jamás registradas en Alemania. Florencia llegó a los 41,6ºC y Milán a los 40,3ºC…
El país más afectado fue Italia, con 20.000 fallecidos durante toda la ola, pero en Francia, sobre todo en París, la situación llegó a ser tan dramática que a punto estuvo de provocar la caída del gobierno por su inoperancia ante la crisis.

París, colapsada por el calor
París es una ciudad acostumbrada a veranos suaves. La temperatura máxima media en la ciudad ronda los 25ºC en la primera quincena de agosto y las noches son frescas, con entre 13 y 15ºC. Sin embargo, el 10 y 11 de agosto se alcanzaron 39,8ºC de día y 25,5ºC de noche, sin una gota de viento. Probablemente esas cifras no habrían sido tan preocupantes en Madrid, o Andalucía, pero en París, el calor se convirtió en un enemigo invisible que se coló en miles de hogares sin aire acondicionado. Además, los organismos, sobre todo de los mayores y vulnerables, no estaban preparados. El 82% de las víctimas tenían más de 75 años y el 92% vivían solos. De hecho, muchos de los fallecidos fueron encontrados por sus vecinos al regreso de las vacaciones, por el olor o por los techos manchados por fluidos.
La consecuencia fue que los hospitales estaban desbordados y las morgues de la ciudad colapsaron. Hizo falta instalar carpas refrigeradas en hospitales y cementerios para almacenar los cuerpos. Muchas funerarias se quedaron sin ataúdes. “Nunca habíamos visto algo así. Teníamos cuerpos en pasillos, en salas de espera, en camiones refrigerados. Era como una guerra”, comentó un empleado de una funeraria de París. En total, el cálculo de fallecidos en Francia por la ola de calor se estima en 14.802 personas.

En España, baile de cifras
En España, el INE calculó que el número de fallecidos rondó las 6.500 personas, pero el Centro Nacional de Epidemiología aumenta la cifra a 12.963 fallecidos comparando el exceso de mortalidad de ese año respecto a lo habitual en esas fechas. Se calcula que en Madrid hubo un 8% más de fallecimientos y que casi la totalidad correspondió a personas de más de 65 años. En Barcelona se duplicaron las muertes respecto al verano anterior y, como en París, hubo que habilitar carpas refrigeradas y camiones frigoríficos para almacenar cadáveres.
Han pasado más de 20 años y las viviendas modernas suelen estar mucho mejor preparadas para combatir el calor en verano, pero nadie sabe si la siguiente ola va a ser aún más agresiva que la que costó 70.000 vidas en Europa en 2003. Como dijo entonces la directora de proyectos científicos de la agencia francesa de salud pública, Mathilde Pascale, lo sucedido en 2003 fue una advertencia de lo que podría repetirse en el futuro.
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