La práctica que se ha puesto de moda en los restaurantes del país vecino e inquieta a los hosteleros: “Es un cambio en el consumo”
Los hosteleros denuncian que la clientela acude menos a los locales y gasta cada vez menos.

La temporada de verano todavía no ha terminado, pero los restaurantes del Centro-Valle del Loira en Francia ya registran una caída media del 30 % en su clientela. Una situación que inquieta a los hosteleros, que ven cómo los consumidores no solo acuden menos, sino que también reducen su gasto una vez dentro de los locales.
En ciudades como Tours, las terrazas que habitualmente se llenaban a mediodía muestran ahora un panorama muy distinto, con mesas vacías incluso en pleno agosto. Los turistas, aunque presentes, reconocen que ajustan cada salida. “Vamos menos a menudo, pero priorizamos los restaurantes gastronómicos para probar la especialidad del lugar. Al mediodía optamos por sándwiches y ensaladas en banquetas”, explicaba una pareja de visitantes.
El cambio en el comportamiento de los clientes responde, según los hosteleros, a un poder adquisitivo que no ha mejorado desde la pandemia del Covid-19. Pascal Blaszczyk, restaurador y presidente de la UMIH Centro-Valle del Loira, lo resume con un ejemplo: “Hace tres días tuve tres personas que llegaron y compartieron un único plato entre todos”.
Un cambio de hábitos que borra al restaurante
Blaszczyk advierte que “el INSEE publicó una estadística en mayo: el 61 % de la gente que va al restaurante ha degradado su tipo de restauración”. En la práctica, esto significa que quienes acudían a restaurantes convencionales ahora prefieren cadenas, los que iban a cadenas eligen comida rápida, y quienes iban a fast-food optan por bocadillos y sandwicherías.
La restauradora Arlette Robineau, también de Tours, es contundente: “Es un cambio de actitud, es un cambio de consumo, es un cambio de sociedad. Creo que el restaurante ahora es un poco más secundario. Se priorizan los viajes, es otra forma de sociedad”. Sus palabras reflejan la preocupación de un sector que percibe cómo la cultura gastronómica tradicional pierde peso en las prioridades de los franceses.
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En las zonas turísticas de la región, las pérdidas rondan entre un 20 y un 30 % de clientela, mientras que en otras localidades la caída ha llegado incluso a la mitad de los visitantes habituales. Una transformación que afecta de forma desigual, pero que confirma una tendencia clara: la restauración ya no ocupa el mismo lugar en los hábitos de ocio de la población.
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