Piden poner un nombre a la tremenda ola de calor global y rescatan la idea que tuvo la alcaldía de Sevilla en 2022
¿Y si las olas de calor tuvieran nombre como los huracanes? Expertos proponen darles identidad para hacerlas más memorables y fomentar la prevención.

Una ola de calor sin nombre se disuelve rápidamente en la memoria colectiva. Aunque esté batiendo récords históricos y cobrando vidas, difícilmente será recordada con la nitidez con que se evocan tormenticcwin247.como Katrina o Filomena. En medio de un verano abrasador —que cada año empieza antes— que atiza ya con la primera jornada intensiva de temperaturas superiores a 40 °C en buena parte de la península, cobra fuerza una propuesta. La de nombrar las olas de calor como se hace con los huracanes.
Detrás de la idea hay algo más que simbolismo. Según The Atlantic, varios científicos y organizaciones creen que darles nombre podría ayudar a que la población las tome más en serio. Como ocurre con los ciclones, un nombre concreto puede fijar la atención pública, facilitar la comunicación de los riesgos y motivar la adopción de medidas de precaución.
Esta sugerencia no es nueva. En 2022, Sevilla se convirtió en la primera ciudad del mundo en ponerla en práctica. En colaboración con expertos, la alcaldía asignó el nombre “Zoe” a una intensa ola de calor que alcanzó los 43 °C. Según un estudio posterior, el 6 % de los encuestados recordaron el nombre y, entre ellos, una proporción significativa afirmó haber tomado más medidas para protegerse del calor. Aunque el efecto no fue masivo, fue lo bastante prometedor como para justificar nuevas pruebas.
Un desastre sin rostro
A diferencia de los huracanes o terremotos, las olas de calor no destruyen edificios ni dejan cicatrices visibles en el paisaje. En 2023, una prolongada ola de calor en Phoenix, Arizona, causó la muerte de unas 400 personas, más que muchas tormentas famosas. Y sin embargo, ha caído en el olvido. Las olas de calor, por su naturaleza difusa y su frecuencia creciente, tienden a disolverse en el ruido general del “verano cada vez más caluroso”.
Para asignar este rostro, según The Atlantic, hay que definir criterios claros: ¿qué intensidad mínima justificaría un nombre? ¿Deberían clasificarse por región? ¿Quién sería el encargado de oficializarlos? Son preguntas abiertas, pero que reflejan una necesidad, la de hacernos conscientes de un peligro que aumenta año a año.
Aunque el calor extremo no arrase con tejados ni derrumbe carreteras, deja su marca en hospitales saturados, cosechas perdidas, y tragedias, muchas veces evitables. Y si ponerle nombre ayuda a tomarlo en serio, quizás ha llegado el momento de hacerlo.
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