Eso sí: los méritos contraídos estos días por Gonzalo García no los borra nadie.

Es un partido del que se puede derivar que el Madrid siga adelante o que cierre con un fracaso impensable su recorrido por este Mundial de Clubes.

En fin, que el Atlético se vuelve. Más vacaciones y menos dinero del ambicionado, pues el regreso antes de tiempo detiene el taxímetro en 23 millones.

Lo miramos casi con más interés en ver lo que proponía Xabi Alonso que en el resultado final, que por otra parte estuvo cerca de ser bueno.

Hoy tiene que ganar o ganar al Al Hilal, su equivalente saudí: ha tenido una floja temporada, pero su palmarés mira por encima del hombro al resto.

En lo que respecta a Europa, son todos los que están, pero no están todos los que son.

Por estas cosas y otras más es obligado reordenar el calendario, en un difícil ejercicio de frenazo y marcha atrás.

Aún carga esta competición con una sospecha injusta, nacida de un error: que sobrecarga el calendario. No es así.

El caso es que las selecciones llevan lo mejor, que ansían el trofeo, pero las tradiciones son difíciles de construir.

Esta aclaración a posteriori es una triste y tardía reparación moral para los atléticos, muchos de los cuales lo ven como una burla cínica.

Fue un acierto de la Federación habérselo birlado a Holanda, ya lo comenté en su día.

Su personalidad arrolladora, que no teme a nada ni a nadie y aparta lo que le incomoda, le ha dado un control absoluto sobre una plantilla muy pareja.