Ayón: “Estar en el Real Madrid es el sueño que nunca tuve”
‘El Titán’, convertido en alcalde en su natal Nayarit, rememoró sus años en España con motivo de los 10 años de AS México: “Jugar en el Real Madrid es como haber estado en la NBA”.


Gustavo Ayón (Zapotán, 1985) trazó un puente México-España que resultó indestructible para los aficionados al baloncesto. Qué mejor personaje que él, El Titán que salió de Nayarit para alcanzar la gloria con el Real Madrid, para apadrinar el décimo aniversario de AS México. Las crónicas de sus triunfos en la Euroliga junto a un elenco irrepetible (desde Sergio Llull y Rudy Fernández, hasta Facundo Campazzo y Luka Doncic), de sus vaivenes con la Selección Mexicana, y de su lacrimógeno retiro en Guadalajara son historia viva, hemeroteca invaluable, de nuestro medio.
¿Qué es más difícil para usted? ¿Ser basquetbolista profesional o presidente municipal?
Es mucho más difícil ser basquetbolista. Tiene uno responsabilidades sumamente difíciles. Aquí es muy claro: la ley municipal te marca lo que puedes hacer y lo que no. Si te enfocas en la disciplina y en hacer las cosas de la manera correcta, no tienes por qué tener ningún problema. Tampoco hay una varita mágica para solucionar todos los problemas que hay en Compostela, pero si te riges dentro de la disciplina y el orden, dentro de lo que puedes y debes hacer de manera correcta, todo va bien. Hay que tener voluntad de atender todas las problemáticas. No está siendo complicado.
Vamos a recordar su llegada al Real Madrid. ¿Cómo ocurrió ese proceso? Usted buscaba quedarse en la NBA, tenía una oferta de los Spurs, pero también tenía un acuerdo con el Barcelona...
Ya estaba consolidado en la LNBP. Me fui a Fuenlabrada, en 2009, con el objetivo claro, que era llegar a la NBA; para mí, España es un trampolín para la NBA, porque ese era mi sueño, el cual se cumple dos años y medio después. Fuenlabrada es un club al que le debo muchísimo, por el impulso que me dio, la oportunidad para brincar a la élite del baloncesto mundial. España es una de las potencias del basquetbol internacional y la ACB es la segunda mejor liga del mundo. Estaba en un escenario en el que me estaban viendo. Cumplí mi sueño en la NBA. Lo gocé muchísimo, pero nunca estuve del todo contento, porque la NBA tiene sus dificultades para los jugadores que no tenemos un rol importante en los equipos. Siempre fui un jugador de rol, en Nueva Orleans, en Orlando, en Milwaukee, hasta que llegó mi oportunidad en Atlanta. 20-25 minutos por juego, con promedios de 9 puntos, 7 rebotes; empecé a jugar minutos importantes. Me empecé a sentir bien, muy bien, y se empieza a hablar sobre renovaciones y continuar con el equipo... hasta que llegó la lesión del hombro derecho. Ya no quería estar en la NBA.
Tomé la decisión de regresar a Europa. Tenía la oportunidad de ir con el Barcelona. Tenía un contrato con ellos, pero el entrenador decidió que no era un jugador óptimo para su equipo. Lo acepté como es, con normalidad. Tuve que pagar una cantidad importante para salir de ese contrato. Ahí aparece la oportunidad de jugar en el Madrid. Los cinco años que estuve ahí son la época dorada de mi carrera como basquetbolista. Maduro física y emocionalmente, con una mentalidad enfocada en ganar, en generar logros y títulos para un club tan grande. Haber estado en el Real Madrid esos cinco años es como haber estado en la NBA. El Madrid, sin duda, es el mejor club del mundo y compite con cualquier equipo de la NBA. Las cosas que tiene el Madrid no te las ofrece la NBA, o el Barcelona, o algún equipo de la Euroliga. El sistema que tiene, administrativamente, es superior a cualquier equipo de la NBA: cómo te tratan, las instalaciones, el equipo alrededor de los jugadores, el cuidado de las familias. Estar en el Real Madrid es un sueño que nunca tuve, que nunca pasó por mi cabeza. Le debo mucho al Real Madrid.
¿Cómo fue que se adaptó tan bien a un equipo que Pablo Laso ya había armado? ¿Cómo encajó tácticamente en el equipo? Porque en NBA jugó de cuatro y en el Madrid volvió a los orígenes...
Cuando llego al Madrid, en 2014, un 23 de septiembre, vamos a la Supercopa de España, a Vitoria. Tres días después de aterrizar en Madrid, ya estaba jugando el primer partido con ellos. En menos de una semana, ya tuve mi primer título. Los primeros cuatro meses fueron duros. En enero de 2015, empieza de manera consolidada mi adaptación al equipo. Cuando tienes a compañeros como Sergio Llull, Sergio Rodríguez, Rudy Fernández, ‘Chapu’ Nocioni, Jonas Maciulis, Felipe Reyes, jugadores de ese nivel, no le veo complicación para adaptarte. Son grandes jugadores, muy inteligentes. Muchos ya habían sido campeones del mundo, medallistas en Juegos Olímpicos. Faltaba esa consolidación con el Real Madrid. El equipo realmente jugaba muy bien, sólo faltaba ese pequeño cierre para lograr títulos. La adaptación que tuve en ese equipo es hacer lo que faltaba: tener esa rudeza, ese carácter, luchar por la última pelota tirada en el suelo. Eran mucho más complicados los entrenamientos que los partidos.
¿Cuál es el momento que más atesora de los que vivió en el Madrid? No siempre son los deportivos, sino alguna anécdota, o el día a día...
Las Final Four, las que ganamos y las que perdimos. Ese ambiente que se respira. En nada, puedes perder todo. A nosotros nos pasó: jugamos cuatro Final Four, ganamos dos y nos quedamos en dos semifinales. Esa sensación es lo único que extraño del baloncesto, la adrenalina, el nervio y la emoción previa. Ver una arena con cuatro aficiones divididas. El ambiente, todo lo que se genera. El nivel de basquetbol que se juega en la Euroliga no lo ves todos los días. Esa intensidad con la que se juega una semifinal y una final de Euroliga es algo de otro nivel. Esa emoción es lo que extraño. Si pudiera regresar al tiempo, lo haría cada año a esas Final Four.
¿Cuál fue la clave del éxito de ese Real Madrid y qué rol jugó Pablo Laso en la conjunción de una plantilla con tanto talento?
El éxito de ese Real Madrid es que todos los jugadores teníamos un ego muy grande. Teníamos un carácter muy fuerte, pero a la hora de jugar éramos uno mismo. Esa parte se la debemos de reconocer a Pablo. Un entrenador duro dentro del campo, duro en los entrenamientos, pero no se metía en los temas personales de los jugadores. Lo único que pedía es que estuviéramos enfocados en el entrenamiento. Si no estabas al 100%, ‘no te preocupes’, decía, ‘habrá un compañero que va a hacer el trabajo’. Somos humanos y no siempre estamos al 100%. Me llevaba muy bien con Felipe (Reyes) dentro del vestidor y de la duela; era un jugador que cualquiera quisiera tener a su lado. También con Nocioni, Sergio Llull. Con Sergio Rodríguez... era una maravilla. Cualquier movimiento que hacías, él ya lo estaba viendo. Imagínate la facilidad con la que hacías puntos o generabas un espacio. En el caso de Rudy Fernández: el mejor tres con el que jugué. Era muy fácil jugar en el Madrid. Cada quien hacía su trabajo y facilitaba el de los demás.
Usted coincidió durante tres años con un talento en ciernes como Luka Doncic. Le vio debutar, crecer y despuntar hacia la NBA en esa temporada 17-18, cuando ganaron la Euroliga juntos. ¿Qué recuerdos guarda de él en ese momento? ¿Veía en él a la súperestrella en la que se ha convertido?
Un orgullo haber tenido la oportunidad de jugar con él. A pesar de su corta edad, era un jugador que parecía que tenía 30 años. Tenía una capacidad de juego increíble. En el momento en el que se rodee de dos jugadores con ese talento va a dominar la NBA. Jugar con él era una maravilla. En los entrenamientos ya competía... ¡con sólo 15-16 años! Los disfrutamos muchísimo, porque así como es dentro de la cancha, que se divierte, que se ríe, también es así fuera del trabajo. Siempre está disfrutando, siempre está con esa sonrisa, con ese jugueteo de un joven que tenía todo el futuro por delante. Estaba destinado para ser una estrella. Y lo está siendo. Y lo será durante muchos años.
Sale usted del Madrid en 2019 con rumbo al Zenit. ¿Por qué terminó su etapa en España?
Se da la salida por mi interés de volver a la NBA. Me quedaban unos años de mi carrera y quería sacarme la espina de volver a la NBA. Lo busqué desde enero, hasta que en verano intentamos fichar con algún equipo. No se dio. El Madrid no espera por nadie: se fueron Cristiano y Ramos, por ejemplo, y no pasó nada. Entendí esa parte, que no te esperen a que decidas si te vas a quedar o si te vas a ir. Ficharon a otro jugador. Se dio la oportunidad de ir al Zenit. Fue experiencia muy bonita, vivir un cambio, conocer otra cultura. La salida no me gustó del todo; sin embargo, así se dio. No pasa nada. Seguimos siendo amigos. Sigue el agradecimiento total por lo grande que es el Madrid. La experiencia en el Zenit fue buena. Tuvo sus dificultades, sobre todo por un cambio de entrenador. Ahí termina mi etapa en Europa, porque vino la pandemia. Ya estaba pensando más en el retiro que en continuar viajando por el mundo. Recomiendo a cualquier jugador mexicano: antes de pensar en la NBA, o en el colegial en Estados Unidos, piensen en Europa. Te enseñan a jugar basquetbol: a cubrir los espacios, a tener una visión de juego diferente. Es mucho más fácil ir de Europa a la NBA que de México a la NBA.
¿Sus años en el Madrid fueron su prime?
Sí, fue mi mejor nivel. Me sentía pleno, feliz. En el momento en el que estás contento donde te encuentras vas a dar el 100%. Fue mi mejor etapa, sin dudas, aunque no le quito mérito a las demás: la NBA, mi paso en la LNBP, mis dos años en Puerto Rico fueron muy buenos. Todo tiene sus grandes momentos. Mis años en el Madrid coincidieron también con mi mejor momento en la Selección Mexicana. Estaba muy fuerte, muy dominante.
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