El Mónaco de los MVP malditos
Mike James y Nikola Mirotic son de los cuatro últimos MVP de la Euroliga... pero ninguno de los dos ha podido ganar el título aunque acumulan nueve Final Four.


El Mónaco es uno de los mejores equipos de la Euroliga en los últimos años. Es algo incuestionable desde que llegó gracias a su título de la Eurocup en 2021. Una puerta que se abrió y no se ha cerrado: el club de La Roca sigue entre los mejores, aunque sin licencia fija, porque recibió su billete como campeón de la segunda competición y lo ha ido manteniendo con su presencia permanente en el playoff.
En 2022, en su estreno, acabó séptimo y llevó al quinto partido de cuartos al Olympiacos. En 2023 fue cuarto, se ganó el factor cancha y lo aprovechó (3-2 al Maccabi) para estrenarse en la Final Four: perdió en semifinales contra el Olympiacos. Un año después fue tercero pero, otra vez con factor cancha, no pudo con el Fenerbahçe: 2-3, la primera vez que un equipo perdía el quinto en su pista (el mismo día, prácticamente minutos después, el Barça corrió la misma suerte contra el Olympiacos). Y este pasado curso volvió a acabar entre los cuatro primeros (cuarto) y regresó a la Final Four, la segunda en tres años, después de una eliminatoria increíble contra el Barcelona, que tuvo un tiro sobre la bocina del quinto partido, en el Principado, para viaja a Abu Dabi. En la Final Four sorprendió en semifinales a un Olympiacos que era muy favorito y se metió en su primera final. La perdió, conta el Fenerbahçe.
Pero ya no hay duda de que el Mónaco está entre los grandes, con la base del dinero de origen ruso (el propietario es el empresario Alexey Fedorychev, el mánager general Oleksiy Yefimov) y un proyecto que pretende adaptarse (empezando por un pabellón que ahora tiene un aforo muy limitado: apenas 5.000 aficionados) a las exigencias de la Euroliga para estar definitivamente entre los fijos. Mientras, en la pista busca su primer título, el que tuvo a un paso hace solo unos meses. Para la próxima temporada ha asegurado la continuidad de Daniel Theis, que estuvo en rumores de salida, ha arreglado las cosas con Mike James (apartado en los playoffs de la Liga francesa) y ha fichado, por ahora, al pívot Kevarrius Hayes y al ala-pívot Nikola Mirotic, uno de los grandes movimientos del verano en Europa. Con Vassilis Spanoulis al frente (llegó durante el pasado curso y metió al equipo en la Final Four), las cosas siguen pintando bien en Mónaco.
Dos estrellas en busca de redención
La llegada de Mirotic hace, además, que el finalista reúna a dos de los últimos cuatro MVP de la competición: Mirotic lo fue en 2022 y Mike James en 2024 (en 2023 ganó el premio Sasha Vezenkov y la temporada pasada, Kendrick Nunn). Un obvio lujo que, además, genera una sensación de última galopada, de ocasión final, para dos de los mejores jugadores de la Euroliga en la última década: James está a punto de llegar a 35 años y Mirotic los cumplirá en febrero. Y ninguno de los dos ha podido ganar todavía el gran título del baloncesto europeo. Así que… ahora o nunca, seguramente para los dos. Y juntos.
Parece difícil que dos jugadores tan excepcionales, y con tantos años ya en la competición, nunca hayan ganado la Euroliga. Algunos dirán que siempre es una buena opción reunir el mayor talento posible, otros (con ironía) que qué puede salir mal cuando se juntan dos estrellas negadas; que por unas cosas o por otras, incluidas noches trágicas en cuanto a rendimiento individual, no ganan la Copa de Europa. La cuestión ahora, claro, es que si lo logran en 2026, con el Mónaco, habrán firmado una historia fascinante.
Mike James, que también entró en el equipo oficial de los 25 mejores de la competición, es el máximo anotador de la historia de la Euroliga y el tercer jugador con más partidos acumulados en ella (323 ahora) sin haber levantado el trofeo. Solo están por delante, después de que Nicolo Melli se borrara de la lista precisamente en Abu Dabi y contra el Mónaco de James, con el Fenerbahçe, los lituanos Paulius Jankunas y Edgaras Ulanovas. James, además, del MVP, tiene un título de Máximo Anotador (en 2019) y ha estado cinco veces en los Mejores Quintetos (dos de ellas en el primero). Su currículum es excepcional: con un par de saltos a la NBA (donde nunca se pudo hacer hueco) y algunas polémicas por su particular carácter y el comportamiento de quien sabe que es una gran estrella, el base de Portland ha jugado, en el nivel Euroliga, en Baskonia, Panathinaikos, CSKA, Milán y Mónaco. Pero solo ha llegado tres veces a la Final Four. Visitas saldadas con dos semifinales perdidas y la última final, la primera para él, en la que el Fenerbahçe le apartó de la gloria.
Su primera final a cuatro fue con el Baskonia, en 2016, una cita en Berlín que todavía le duele: el equipo vasco dominaba su semifinal contra el Fenerbahçe con un +7 en el último cuarto y un +4 a 105 segundos del final. Pero su rival forzó la prórroga y se metió en la final: “No supimos cerrar el partido, cuando se tiene una ventaja así…” asegura todavía con cierta incredulidad y con la pena de la ocasión perdida en un día muy oscuro para él (6 puntos en 31 minutos, 3/11 en tiros de campo). Pese a pasar por PAO y CSKA, no regresó a la Final Four hasta 2023, ya con el Mónaco. En la derrota contra el Olympiacos en semifinales volvió a estar muy por debajo de su nivel (17 puntos pero 13 de valoración con un 4/14 en tiros de campo y solo 2 asistencias por 2 pérdidas).
El pasado mayo se desquitó contra el mismo enemigo, dos años después: 17 puntos mucho mejor rodeados (7 rebotes, 7 asistencias, 5/11 en tiros, 3 robos y 29 de valoración) contra el Olympiacos. Pero dos días después, en su primera final, no estuvo a su mejor nivel contra el Fenerbahçe (17 puntos con un 6/19 en tiros, solo 2 asistencias, 11 de valoración) en un partido en el que forzó mucho, y sin suerte, cuando las cosas se pusieron feas en la segunda parte. Esa responsabilidad, la obligación de tirar de su equipo, y la mentalidad de que siempre va a ser capaz de todo le han convertido en un jugador determinante pero también han creado demonios que le han jugado malas pasadas en días decisivos.
La eterna negación de Mirotic
Mirotic ha salido de Milán después de dos años en los que no ha jugado playoffs. Un desastre calamitoso para un proyecto de mucha ambición. El ala-pívot llegó a Italia después de su fea salida de un Barcelona con el que había jugado tres Final Four seguidas, sin suerte a pesar de que el equipo azulgrana era el favorito para muchos, sobre todo en 2023. Una final perdida contra el Efes y dos derrotas muy duras en semifinales contra el Real Madrid acabaron con su etapa en el Barça y alargaron su eterna búsqueda: con el equipo blanco jugó otras tres Final Four y perdió dos finales (2013 y 2014) antes de irse a la NBA. Además, el Real Madrid ganó el título en el primer año sin él (2015). En total, tres Final Four antes de la NBA (de blanco) y tres después (de azulgana) sin premio. Una tortura para un jugador que ha disputado ya once temporadas en la Euroliga (cinco presencias en los Mejores Quintetos, un MVP) y que solo tiene a siete delante en la lista de lo que más veces han estado en la Final Four. Pero el título no llega.
En 2021, Mirotic brilló en la semifinal contra el Milán (21 puntos, 6 rebotes, 28 de valoración) pero la foto del partido, para siempre, fue la canasta sobre la bocina de Higgins. Y en la final hundió su rendimiento, mediocre (11 puntos, 9 rebotes, 4/12 en tiros, 3 pérdidas, -11 en pista, 7 de valoración) en el momento en el que, más allá de tópicos, los cracks tienen que serlo. En 2022, condenado a no sintonizar con la competición, jugó una semifinal emocionante, memorable, que habría quedado para legendaria… si el Barça no hubiera pinchado finalmente contra el Real Madrid: 39 de valoración apilados en 26 puntos, 12 rebotes y 5 asistencias.
Pero la gran tragedia, el naufragio, llegó en 2023, en Kaunas. Porque el Barça parecía enderezado y en buena sintonía, con los errores de los años anteriores aprendidos, maduro y con el Real Madrid tocado en la zona de acción de Mirotic (sin Yabusele, Deck y Poirier). Y porque se acabó igual, con derrota por no saber jugar en el alambre. Mirotic jugó el peor partido posible, absolutamente consciente (en el peor sentido) de dónde estaba y qué había en juego: 3 puntos, -2 de valoración, -13 en pista y un 0/7 en triples. Una procesión de tiros en versión Ave María, siempre con la fe de que si entraba uno entrarían todos, pero cada uno con el pulso un poco más acelerado que el anterior… El Mirotic que habló después del partido era un jugador genuinamente roto, con las heridas abiertas al mundo, masivamente consciente de lo que había pasado. Unas semanas después, acabó su etapa en el Barça.
En su caso, además, la maldición se estira a los años en el Real Madrid. Antes de irse a la NBA, perdió por el título contra Olympiacos y Maccabi. En 2014 estuvo flojo en la final después de brillar en una paliza para el recuerdo al Barça (100-62). En 2013, en Londres, no sintonizó ni contra los azulgrana (6 puntos, 3 de valoración) ni en la final contra Olympiacos (7 puntos, 1 de valoración). Y el Real Madrid, que fichó a Andrés Nocioni cuando él se fue a Chicago, ganó la Euroliga del Palacio en 2015. El primer año sin él y con el argentino como MVP de la Final Four. Era imposible que no se ataran muchos cabos en la narrativa de un jugador que después no ha tenido ningún éxito colectivo (en Europa) con el Milán y que ahora lo intentará con el Mónaco. Y con Mike James. Dos jugadores excepcionales, dos MVP con galones... y también dos que parecen malditos cuando llega la hora de ser campeones de Europa. Si ganan, será extraordinario. Pero si pierden… Es un ahora o nunca. Para los dos.
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