El equipo francés, una de las sensaciones de la temporada, ejemplifica muchas de las bondades y problemas del baloncesto en el Viejo Continente.

TJ Shorts, con los seguidores del París Basketball en el Adidas Arena de la capital francesa.
Herve Bellenger
París

Todas las miradas puestas en París

Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de iccwin247.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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El Paris Basketball no estará en la Final Four de la Euroliga. De hecho, no pudo rascar ni una victoria al Fenerbahçe, uno de los pesos pesados de la competición, aunque estuvo cerca en el primer partido y el tercero, entregado en su pista tras prórroga. Un cierre amargo, siempre lo es cuando se acaba el camino por muy bonito que este haya sido, que no empaña la espectacular entrada en la nobleza del Viejo Continente de un equipo que ganó la Eurocup 2024 con un estilo espectacular que ha podido, ahora, trasladar a su primera participación en la Euroliga. Con evidente gancho: más de 7.000 personas por noche en su pabellón, un Adidas Arena con una ocupación media del 85%. Y con resultados: 19-15 en una temporada en la que enlazó diez victorias seguidas, llegó a ser líder y se coló como octavo en un play in en el que ganó al mismísimo Real Madrid en el Movistar Arena. Poca broma.

Nadie Hifi (15,1 puntos de media) ha sido elegido Rising Star (22 años). TJ Shorts ha sido un permanente aspirante a MVP (lo ganó del play in) que ha entrado en el Mejor Quinteto (19 puntos, 7,3 asistencias y 22,8 de valoración media) después de ser, en las dos últimas temporadas, campeón y MVP tanto de la fase regular como de la de final de la Eurocup 2024 y campeón y MVP tanto de la fase regular como de Final Four de la FIBA Champions League 2023 (con el Bonn). Los principales hallazgos, un backcourt eléctrico, de esos que ponen los partidos patas arriba en cualquier chispazo de inspiración. Pero ha habido más: Tyson Ward, Mikael Jantunen, Kevarrius Hayes… Y Tiago Splitter, que vino de la NBA (era asistente en los Rockets) para mantener vivo el estilo que estaba patentando, de Bonn a París y de la Champions a la Euroliga pasando por la Eurocup, un Tuomas Iisalo que hizo el viaje opuesto: se fue en verano a Memphis Grizzlies, donde comenzó el curso como asistente y acabó como entrenador (interino) principal. Con solo 42 años.

El Paris Basketball es el rey del desorden, un equipo que tiene como estilo lo que para otros es un descalzaperros. Un baloncesto vistoso, de puntos, talento y posiciones líquidas que enreda a los rivales. Y que, desde luego, se ha ganado el derecho a seguir en la Euroliga. Todo apunta a que así será. Es la voluntad del equipo y es un movimiento estratégicamente obvio para la competición, que ha encontrado un hito deportivo en un gigantesco mercado que hasta ahora tenía vetado: París. La correlación no es, sin embargo, directa. Obviamente, no se trata de uno de los trece clubes propietarios, los de las licencias fijas. Esta temporada jugó con plaza de campeón de la Eurocup, que en teoría debería mantener por haberse metido en playoffs. Pero no es tan fácil porque el Mónaco ha terminado por delante en fase regular y al mismo nivel, como mínimo, en las eliminatorias y mantiene una de las plazas que da la Eurocup. Es así desde, un permanente éxito deportivo en La Roca, 2021. La otra será para el campeón de 2025, el Hapoel Tel Aviv. Así que queda la vía wildcard. El club lleva tiempo negociando (como otros sin licencia fija: Virtus, Valencia Basket…) para tener plaza durante varias temporadas y poder así estabilizar su proyecto tanto en lo deportivo como en lo económico. Pero de una forma u otra seguirá, con mayor o menor duración de su wildcard, en una competición que apunta a pasar de 18 a 20 equipos ya la próxima temporada. El desembarco del Dubai BC empieza a ser otro secreto muy mal guardado.

La lucha por un mercado crucial

Porque, además, París se ha puesto en el centro de la gran colisión que tiene al baloncesto europeo en vilo desde hace meses: la sombra de la nueva competición que la NBA, con la FIBA de la mano, quiere crear en Europa. Por ahora, parece que sin mucha capacidad para robar equipos de Euroliga más allá de las dudas del Real Madrid con el Barcelona en su costado (lo que haga uno, hará el otro). La NBA quiere grandes mercados de, principalmente, Europa occidental. París, obviamente, tiene que ser una de las joyas de la corona. Pero en lugar de lanzar sus tentáculos hacia el ascenso del Paris Basketball, la competición estadounidense llamó a las puertas del Paris Saint Germain. Es decir, el dineral del fondo de inversión estatal Qater Sports Investments.

Es otro buen jaleo, claro: el PSG escuchó, pero no vio claro el plan porque la NBA todavía no ha desarrollado demasiadas cosas de un proyecto que ya vende a bombo y platillo. Así que preguntó a la FIBA, que tampoco entró en muchos detalles. La sombra del Real Madrid no ayuda porque ambas instituciones tienen posturas totalmente enfrentadas en la gran guerra del fútbol, el asunto de la Superliga. Por último, el Paris Basketball tiene la exclusividad para baloncesto de los dos pabellones de la ciudad, el Adidas Arena y el Accor Arena. Y su voluntad es estar en la Euroliga… pero con estabilidad.

Porque ese es otro asunto crucial en el que el Paris aparece en pleno foco: para una competición semicerrada, con licencias fijas, la equidad salarial es instrumental. Permite que los equipos estabilicen sus proyectos en lo económico, que fidelicen con aficiones que, como en este caso, están rompiendo el cascarón y que puedan, por extensión, seguir creciendo y compitiendo. Para eso, la Euroliga ha pergeñado un revolucionario plan económico, entre el fair play financiero a la europea y los topes salariales made in USA (se pueden leer todos los detalles en este enlace). Se irá introduciendo progresivamente las dos próximas temporadas y estará en vigor pleno a partir de la 2027-28.

La intención es buena, pero está por ver si se alcanzan los objetivos pretendidos porque hay los suficientes asteriscos y excepciones como para que, finalmente, se mantenga un status quo que aúpa a unos equipos a una elite casi permanente y permite que se desguacen los proyectos emergentes. Veremos, porque sería un problema que viene de lejos y que parece que tampoco se va a solucionar con este Paris: parece que Jantunen ya ha firmado con el Fenerbahçe, el Mónaco anda detrás de Hifi y, obviamente, TJ Shorts tiene detrás a todos los grandes de Europa que buscan base y/o talento diferencial. Es un bucle pernicioso: si los equipos pierden a sus nuevas estrellas, se corta su progresión y seguirán sin tener los medios económicos para retener a esas figuras... El Paris Basketball tenía para esta temporada un presupuesto de 18,9 millones de euros, unos 6 destinados a la plantilla y el cuerpo técnico. Un 104% que un año antes, en Eurocup, pero insuficiente para competir con las ofertas de los poderosos: Short ha cobrado 450.000 euros, Hifi 250.000 y el entrenador, Splitter, 350.000.

Un desheredado de la NBA en París

Esos casi 19 millones suponen un salto gigante en comparación con los 2,5 millones que se manejaban en la temporada 2018-19, cuando el equipo debutó en la Segunda francesa, la Pro B, sin más objetivo que salvar la categoría tras hacerse con la plaza de un desahuciado Hyeres-Toulon. La operación se cerró con 50.000 dólares puestos por unos compradores que se hicieron cargo, además, de una deuda que superaba el millón de euros.

A la cabeza, con una visión arriesgada pero firme, estaba (y sigue estando) David Kahn (63 años), el periodista que viró hacia ejecutivo de la NBA y que convirtió su nombre en maldito tras un pésimo tramo de cuatro años en Minnesota Timberwolves: balance de 89-223 y el draft de 2009 como eterna cruz en su currículum. Los Wolves necesitaban bases y eligieron a dos con los picks 5 y 6: Ricky Rubio, que firmó una carrera notable pero no rompió en estrella fundacional, y un Jonny Flynn que nunca dio nivel de buen jugador NBA. El 7, justo después de ellos, fue otro base que cayó en el regazo de Golden State Warriors: Stephen Curry. El resto, imagino, es historia conocida por todos.

Kahn, abrasado por las circunstancias de su etapa en Mineápolis, le dio después vueltas a su siguiente paso: impartió clases en escuelas de negocios, volvió a escribir (Bloomberg, Sports Illustrated…) y se pensó comprar una franquicia de G League. Pero, y porque ya era un enamorado de Europa, decidió intentarlo en Francia. No entendía que una ciudad como París no tuviera un gran equipo de baloncesto, y desde su mentalidad americana olisqueaba una oportunidad: en el otro lado del Atlántico suele ser habitual que varias ligas profesionales compitan por la atención de una ciudad (NFL, MLB, NBA, NHL…), pero en París solo tenía que dejar volar al intocable fútbol y establecer a su nuevo equipo como una sólida segunda opción en un mercado que se abre a un área metropolitana de doce millones de personas.

Era el momento: asomaban los Juegos, se cernía la inacabable silueta de Wembanyama y se contaba con el visto bueno de la Federación Francesa, que también quería un equipo en la capital (el voto afirmativo llegó en 2018). El Paris Basketball nació en el modesto Halle Georges Carpentier, esperando el traslado al Adidas Arena casi sin instalaciones para entrenar y perdiendo dinero sin parar en sus primeros años, en los que peleó por no descender hasta que se vio, de pronto (2021) en la Pro A. El plan estaba casi consumado, pero todavía hubo que sufrir y apretar los dientes en una primera temporada en la elite francesa en la que la salvación no llegó, carambola incluida, hasta la última jornada. Después, sí, el proyecto se asentó y se disparó con la invitación para jugar Eurocup.

Kahn trasladó el estilo americano a su nuevo proyecto: noches USA que animaban a los aficionados a llevar camisetas de franquicias NBA, partidos en África, celebraciones del año nuevo chino… y suerte si reunía a 3.000 aficionados. Su toma de decisiones, no compartida por todos en el ideario europeo, incluyó llamadas a entrenadores de perfil NBA: lo intentó con Quin Snyder (hoy al frente de los Hawks) y tuvo un año en nómina (2022-23) a Will Weaver, ahora asistente en los Nets de Jordi Fernández. Cuando este rechazó seguir en el verano de 2023, Kahn dio un paso que acabó siendo definitivo: fichó al joven finlandés Tuomas Iisalo, que acababa de ganar la Champions League con el Bonn. Y fichó, de paso, a seis jugadores del equipo alemán. El trasvase funcionó: lo que ganó la BCL en 2023 sirvió para ganar la Eurocup en 2024. Y para ascender a la Euroliga.

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