Baloncesto

Ricky Rubio: “Yo quiero jugar al baloncesto, pero no puedo”

El base repasó con el periodista Jordi Évole su carrera y reconoce que todavía no ha tomado una decisión sobre su futuro.

Ricky Rubio habla con Jordi Évole.
Raquel González
Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid, lleva en la sección de baloncesto de AS desde 2008. En este tiempo, ha cubierto varios Mundiales y Europeos, masculinos y femeninos, así como otriccwin247.competiciones nacionales de índole nacional.
Actualizado a

En 2024, y camino de los 34 años, Ricky Rubio decidió aparcar su carrera para replantearse muchas cosas. Un silencio que ha durado más de un año y al que este domingo puso fin en una entrevista muy personal con el periodista Jordi Évole. En “Lo de Ricky”, el base repasó su carrera, las crisis que ha atravesado, aunque no desvela cuál será su próximo paso. “Me gustaría jugar sin todo lo demás y sin ser Ricky Rubio. Yo quiero jugar, pero no puedo. Estoy exprimiendo el máximo para ver si realmente puedo. La respuesta cada día es más clara”.

“Si ahora repaso mi carrera, no estoy satisfecho porque nunca ha sido suficiente”, reconoce un jugador que a los 20 años lo había ganado todo en Europa, pero que toda su vida, y a pesar de los premios y reconocimientos, sufrió el síndrome del impostor. “En el Mundial de 2019 era el MVP, pero no estaba eufórico, porque para mí no era suficiente. Cuando estaba recibiendo el premio me dije: ‘Es que soy un farsante. Yo no me merezco esto". Un momento de gloria, pero que vivía “desde el sufrimiento”. “Yo pensaba que en cualquier momento me iban a quitar los poderes. Era como un robot y no me permitía fallar en esa rutina”. Hasta el punto de que recién nacido su primer hijo, en la habitación del hospital había una camilla para que él se diera su tratamiento.

Una carrera con baches anímicos, pero también físicos. “No quería ni coger el teléfono porque yo sabía que me había roto. Y mi primera reacción es ‘esto no me ha pasado a mí, pero se van a cagar porque voy a volver más fuerte que nunca”, recuerda Ricky sobre su segunda operación de rodilla y una rehabilitación en la que se encontraba “enfadado con el mundo”. En el verano de 2023 se concentró con la Selección con el objetivo de disputar el Mundial de Filipinas, donde España defendía el título de China, pero no acababa de sentirse bien. “Tenía una sensación rarísima por dentro. Me miro en un espejo y veo que algo no va bien”. Pedí ayuda como supe y esa tarde venía a verme mi mujer, porque teníamos la tarde libre. Y le digo: ‘Me tienes que ayudar a hacer las maletas’. Se rio y me dijo: ‘Va, va. Vamos a darle una vuelta’. ‘Yo no las puedo hacer, no me puedo ir, pero me tienes que ayudar".

La situación era grave. “Solo un pensamiento muy difícil y no quiero, para nada, magnificarlo, pero una de las noches que estaba en el hotel, dije ‘no quiero seguir, ya no con el baloncesto, con la vida’. Tengo una familia, un hijo... pero me sentí así un segundo. Puedo entender a mucha gente, tanto que está en el momento de éxito como, por desgracia, muchos se han quitado la vida. O como gente normal que dice ‘es que no puedo seguir’. Hay un momento donde todo te pesa tanto... Yo lo recuerdo, en el Mundial. Cuando digo ‘paro’. Parecía que me moría y que mi vida no tenía sentido”.

Drafteado por Minnesota Timberwolves con el número 5 en 2009, tardó dos años en dar el salto a la NBA. “Es lo que tenía que hacer. ¿Ganas? Yo creo que sí, pero no sé hasta qué punto estaba condicionado a tener que jugar en la NBA porque estaba triunfando”. Su adaptación en la mejor liga del mundo no fue fácil. “No llegué a hacer amigos, eran compañeros. Por mi forma de ser, porque me cuesta mucho abrirme y conectar y no he sabido tampoco enfrentarme al conflicto”, recuerda de una etapa que duró doce años, pero que considera que no le aportó mucho. “En ningún momentos me enamoré ni de la cultura ni de las tradiciones. Han convertido la NBA en un show, en un business. Han dejado el amor del baloncesto. ¿Qué me llevo de EE UU? Lo que no haría, no lo que haría”.

Y de niño prodigio, que debutó con 14 años y estaba disputando unos Juegos Olímpicos con 17, a otro de los talentos precoces del deporte español: Lamine Yamal. “Creo que se le está dando una responsabilidad a un niño, que igual aún no está preparado. Parece que porque juegues bien al fútbol, en este caso, tenga que saber manejarlo todo. ¿Le estás formando y preparando suficiente para saber eso?”.

Évole le recordaba que la última vez que se ha visto a Ricky jugando al baloncesto ha sido hace unos meses, en una pachanga. “Es un equipo que juega una liga para divertirse. Echo un poco de menos eso, me gustaría volver a jugar sin nada exterior, solo el baloncesto. Por desgracia, ya llevo el personaje y si voy allí ya no soy uno más, soy Ricky Rubio. Y eso es lo que no me ha gustado. Estoy intentando encontrar la forma de disfrutar de nuevo en el baloncesto. Voy a intentar aprender a jugar para divertirme”.

Ricky recordaba cómo se convirtió en profesional con 14 años y por casualidad. “Pere Tomàs y mi hermano estaban con el primer equipo y yo los quería ver. Y de repente se lesionó alguien y no podían jugar porque eran nueve. Y el segundo entrenador me dijo que si encontraba unas zapatillas, jugaba”. Un amigo le dejó las zapatillas y entrenó. “Fue media hora y la líe de locos. Le hice un caño a Robert Archibald. Después del entreno me dijeron que me podía ir a Andorra a hacer la pretemporada. Aquellos entrenos los vivía con una pasión…”, reconoce aunque pensaba que podía “con todo”. “Con esa edad es difícil entrar en este mundo”.

Y de ahí, a la presión mediática. “Venden muchos titulares, pero al final hay una persona detrás. Alguien que con 14 años no tendría que estar en ese foco. No está preparado para vivir este mundo, que puede ser caníbal, pero tú tienes que tener unas bases para soportar eso”.

“En el Mundial de 2010 me fui a llorar al lavabo”

Ricky confiesa que siempre escondió su vulnerabilidad, por ejemplo, en el Mundial de 2010 tras ese triple de Teodosic que dejó a España fuera en cuartos. “En ese momento no quería hablar con nadie. Me fui a llorar solo al lavabo para que nadie me viera, pensando que había dejado a España hundida”.

Noticias relacionadas

Y esa bola se iba a haciendo cada vez más grande. “En mi tercer o cuarto año en la NBA, tengo una mala racha. Hay un periodista y me abro un poco: me cuesta dormir, no me siento bien… Estoy en el tiro libre y un jugador del otro equipo me dio un consejo: no enseñes tus puntos débiles, todos somos tiburones y cuando olemos la sangre, vamos a por ti”. Algo que hizo este domingo con Jordi Évole.

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de . ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic

Etiquetado en:

Comentarios
Normas

Rellene su nombre y apellidos para comentar

Te recomendamos en Más Baloncesto