NBA

Banchero y la hora de Orlando Magic

La franquicia de Florida le da al ala-pívot una extensión máxima que puede acabar por encima de los 287 millones en cinco años (2026-31). Ahora, toca competir en el Este.

Paolo Banchero, con los Magic en Chicago durante un partido contra los Bulls
MICHAEL REAVES | AFP
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de iccwin247.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Orlando Magic ha hecho lo que tenía que hacer. Que eso no significa que tenga ninguna garantía de que le vaya a salir bien, claro. Pero conviene dejar dicho lo que se piensa, en este asunto, porque en torno a Paolo Banchero suele haber unos debates que a veces parecen confusos. Como si se le quisiera colgar sambenitos que seguramente no le corresponden, no todavía; como si en la NBA actual fuera más fácil elevar a los jugadores de rol de primer nivel que juzgar con mesura a los verdaderos aspirantes a estrella, los que tienen techo de jugador franquicia con todos los galones. Que no son tantos. Por eso con Banchero se habla mucho de eficiencia, de más/menos en pista, de esto y aquello. Pero lo cierto es que tiene 22 años y ya tienen en el currículum el número 1 del draft, el premio del Rookie del Año, un all star y el debut (Mundial 2023) con buenas sensaciones (individuales, no colectivas) con la selección de Estados Unidos. El Team USA.

Y los números, claro: promedia en tres temporadas 22,4 puntos, 7,1 rebotes y 4,6 asistencias. La pasada 25,9, 7,5 y 4,8 en 46 partidos. Le fastidió una lesión extraña en la NBA, en el músculo oblicuo del abdomen, que le hizo perderse 34. Cayó fulminado en el quinto partide la temporada, en Chicago, cuando llevaba 31 puntos, 7 rebotes y 4 asistencias. En el partido anterior a ese, contra los Pacers, había acabado con 50, 13 y 9. ¡Ah! Y los playoffs, claro: en dos eliminaciones de los Magic en primera ronda ha elevado su nivel de juego de forma visible, por sensaciones competitivas y también por cifras. En 2024, un 4-3 contra los Cavaliers, 27 puntos, 8,6 rebotes, 4,4 asistencias y un 40% en triples; en 2025, un 4-1 con momentos competitivos contra los Celtics, 29,4, 8,4, 4,2 y un 44,4% desde la línea de tres.

Un contrato que define un proyecto

El caso es que los Magic han hecho lo que tenían que hacer y le han dado a Banchero una extensión máxima de su contrato rookie, cinco años y más de 239 millones de dólares. Eso amarra su continuidad por seis temporadas (la extensión arranca en 2026) y 254,5 millones. Es, tratamiento de gran estrella, la primera extensión de contrato rookie que incluye una player option en la última temporada (2030-31) desde las que firmaron, en 2021, Luka Doncic y Trae Young. El nuevo contrato de Banchero arrancará en la temporada 2026-27 con un 25% del salary cap (según la proyección actual, 41,2 millones) y acabará con una player option de 54,4.

Hay otra opción: si Banchero (la Derrick Rose Rule) es MVP, Defensor del Año o All NBA (la cuenta más probable, desde luego) la próxima temporada, su máximo se convertirá en súper máximo y el 25% del cap será el 30: el contrato rondará superará (siempre en la proyección actual) los 287 millones de dólares. Empezaría en 49,5 millones y acabaría en 65,3 de player option. Unas cifras que meterían a los Magic ya en el abominable segundo apron, si bien la franquicia se ha preparado para esa eventualidad con team options y garantías ajustadas en contratos menores.

En todo caso, este asunto de los saltos en la escala salarial merecería una reforma que evite que los equipos crucen los dedos para que sus propios jugadores no alcancen ciertos reconocimientos. Es la parte tóxica de que los porcentajes del cap que complican a los equipos y enriquecen a los jugadores dependa de factores como ser All NBA. Quizá debería cambiarse ese criterio o facilitar soluciones flexibles, como que el salario aumente al 30%, y eso sea lo que cobre el jugador, pero que contra las cuentas del equipo solo siga aplicando un 25%. Pero ese es otro debate.

El caso es que, ahora sí, los Magic apuestan definitivamente a que Banchero se convierta en una de las grandes estrellas de la NBA. Porque su ventana de competición ya está definitivamente en marcha, sin excusas: Franz Wagner firmó en 2024 una extensión máxima de cinco años y 224 millones. Jalen Suggs se llevó una de cinco y un poquito más de 150. Y Desmond Bane arrastra cuatro años de la suya por 163 millones. Acaba de llegar en un all in que ha costado a los Magic, convencidos de que es la pieza que falta en el puzle y que ese valor es más alto que el puramente individual del escolta, cuatro primeras rondas (una ya entregada este año, otra de los Suns y dos más propias), el intercambio de otra primera, Kentavious Caldwell-Pope (la apuesta de hace un año: fallida) y Cole Anthony.

Esos cuatro jugadores (Banchero, Wagner, Suggs, Bane) forman el nuevo núcleo duro de unos Magic que tienen que aprovechar el trance extraño por el que atraviesa el Este con las lesiones y cambios en Celtics, Pacers y Bucks. Es un equipo que lo tiene todo para, en ese rompecabezas, meterse entre los cuatro primeros de la Conferencia y pelear en playoffs por ser el siguiente que llega (como los Pacers la pasada primavera). La temporada pasada firmaron un extraño 41-41, acceso a playoffs a través del play in, más vinculado con las lesiones que con su nivel real: la de Banchero, una muy parecida (y ya es raro) que se solapó de Wagner, la de Suggs, la de Mo Wagner…

Los Magic tuvieron el segundo mejor rating defensivo de la pasada temporada. Y llevan dos años en el top 5. Esa es la identidad que ha instalado Jamahl Mosley, que lleva cuatro años en el equipo y que es un entrenador con mejores resultados (y sensaciones) que fama. Un buen entrenador. Los problemas, claro, están en el ataque: el pasado curso, vigésimo séptimo (de treinta) rating ofensivo y el peor porcentaje desde la línea de tres: en playoffs, de hecho, un horrible 26,3% que fulminó cualquier opción que generaba la defensa contra los Celtics y que igualó el peor dato de la historia para un equipo con al menos 150 lanzados en unas eliminatorias.

Para eso llega Bane, que no es un base puro (se ha fichado a Tyus Jones para tener ese recurso en el banquillo) pero sí un buen generador de juego y, sobre todo, un tirador que además, y aunque es pequeño, compite duro y se esfuerza en defensa: en los últimos tres años, el ex de los Grizzlies promedia 21,1 puntos con un 39,4% en triples. La pasada temporada, acabó con 42,3% en los lanzados nada más recibir (catch and shoot), un dato en el que Jones acabó con un valioso 43% perdido entre la maraña de ineptitud histórica de los Suns. Además, y en la ya eterna búsqueda de más tiro en el draft, otro asunto que ha dado poco resultado en los últimos años, la nueva puesta es Jase Richardson, que anotó el 41,2% de sus triples en su único año en Michigan State.

Se trata de que con más tiro y algo más de generación exterior, no solo mejore por la subida obvia de producción el ataque sino que alcance una dimensión totalmente nueva por los espacios y dinámicas que eso debería crear para los verdaderos playmakers del equipo, Banchero (muchas veces desde el poste o el codo de la zona) y un Wagner muy cómodo con la bola en las manos (27,4 puntos, 5,9 rebotes y 6,7 asistencias en el tramo, excelente, entre su lesión y la de Banchero).

Al presidente Jeff Weltman le acusaron de inmovilismo en las últimas ventanas de mercado, sobre todo el pasado invierno. Ahora, ya nadie podrá hacerlo: los Magic han detectado sus necesidades, definido sus roles e invertido el dinero necesario según ese plan. Han hecho lo que tenían que hacer en los despachos, a la caza de su primera temporada en la mitad positiva (top 15) de los ataques NBA desde que se marchó Dwight Howard. Y han dado a Paolo Banchero galones de jugador franquicia. Han hecho lo que tenían que hacer, ahora falta lo que siempre es lo más difícil: que salga bien.

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