Durant y los Rockets: ¿y ahora qué?
La denostada estrella pone rumbo a un proyecto al alza que puede chocar con las contradicciones de un hombre que condena al abismo todo lo que toca.


Kevin Durant vestirá en los Rockets su sexta camiseta en la NBA. Cinco equipos, si queremos pensar que los Sonics y los Thunder son lo mismo, aunque no coincidan en nombre ni en ciudad. Una anomalía en la mejor Liga del mundo que comparte con otros grandes de la historia como Shaquille O’Neal o Chris Paul... pero por diferentes motivos. La estrella pierde su luz mientras sigue acumulando estadística y llega a un nuevo proyecto en el que busca la estabilidad tras encadenar estancias efímeras en Nets y Suns. Antes, ganó dos anillos y fue dos veces MVP de las Finales con los Warriors Y, antes todavía, se dedicó a convertirse en una promesa eterna y una consolidación generacional a la que siempre le ha perjudicado su mala e inestable cabeza, acompañada de una forma de ser contradictoria. Un hombre tan talentoso en pista como perjudicial en todo lo que no tiene que ver con el baloncesto. Al que nada le parece bien. Nunca.
Los texanos no son los primeros que se la han jugado en un movimiento así. Durant salió por la puerta de atrás de los Thunder tras ganar el MVP de 2014, cuatro títulos de Máximo Anotador y pisar las Finales de 2012 para perderlas contra los Heat de LeBron James, ese Rey eterno que aspiraba a superar pero que se ha quedado lejos de él, en fondo y forma. En un Olimpo al que se acepta a regañadientes a un jugador que ha visto como su exequipo ganaba el título nueve años después de su salida. Una que tuvo lugar en el verano de 2016, tras caer ante los Warriors del 73-9 en una eliminatoria que dominaban por 3-1. Russell Westbrook se enteró por mensaje de texto de la salida de un líder que nunca lo fue. Y la ciudad de Oklahoma festeja su ansiado título mientras ovaciona al base cada vez que vuelve. Pero sin acordarse ya de Durant, algo que el alero se ha ganado a pulso.
Durant ha entrado seis veces en el Mejor Quinteto de la NBA, cinco en el Segundo Mejor Quinteto, fue Rookie del Año, MVP del Rookie Challenge, ha entrado dos veces en el club del 50-40-90 (porcentaje de tiros de campo, de triples y de tiros libres), 15 veces All Star, dos veces MVP del All Star y ganó, antes de llegar a la NBA, el Oscar Robertson Trophy, Adolph F. Rupp Trophy, Naismith Award y el John R. Wooden Award jugando para la Universidad de Texas. También es dos veces campeón con los Warriors, algo que era imperativo en su carrera y que logró con sendos y ya mencionados MVPs de las Finales por encima de Stephen Curry antes de destrozar desde dentro a la última gran dinastía que ha visto la NBA en su larga historia. Además, promedia 27,2 puntos y 7 rebotes en su carrera, en la que ha anotado más de 30.000 tantos, lo que le sitúa como el octavo mejor de la historia en ese aspecto. Pero...
Una cuestión de perspectiva
Pero no se puede pasar por alto que Durant nunca ha estado cómodo en ningún sitio, que sólo ha aguantado un tiempo relativamente largo en los Thunder (donde estuvo nueve temporadas) y que a finales de septiembre cumplirá los 37 años y que disputará su 18º temporada en la mejor liga del mundo. Algo que seguro que han tenido en cuenta unos Rockets que son un proyecto al alza que ha conseguido 52 victorias este último curso, alcanzando los playoffs por primera vez desde 2020. Pero cayendo en primera ronda frente a lo que queda de lo que fueron los Warriors en siete partidos y replanteándose las cosas. Por eso han fichado a Durant, que quería salir de los Suns a toda costa porque no estaba cómodo. Ni en Arizona, ni en Brooklyn, ni en Golden State ni en Oklahoma. En ningún sitio, vaya.
Por eso es difícil pensar en cómo la estrella va a cuadrar en un equipo joven, liderado por Alperen Sengun y que se ha dejado por el camino del traspaso a Jalen Green, Dillon Brooks, la selección número 10 del draft de 2025 y cinco selecciones de segunda ronda. Un precio caro que puede salir más caro todavía si tenemos en cuenta el historial de Durant, especialmente el reciente. Un jugador que se fue la última campaña a 26,6 puntos de promedio, pero que disputó 62 partidos y no consiguió que los Suns pasaran del undécimo puesto del Este, quedándose fuera incluso del play in. Un fracaso rotundo de un proyecto faraónico, que se gastó muchísimos millones para no llegar ni siquiera a finales de Conferencia. Una ronda de playoffs esquiva para un Durant que no la alcanza desde 2019, cuando apuraba sus últimos partidos con los Warriors. Mucho ha llovido...
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Al final, los Rockets se meten en una apuesta arriesgada en la que enseñan todas sus cartas sin esperar a que los demás hagan lo mismo. Pierden al tumultuoso e irregular (especialmente en los momentos clave) Dillon Brooks y, sobre todo, a un Jalen Green que la temporada pasada se fue a 21 puntos por partido y tiene 23 años. A cambio, se encomiendan a un tío que tiene muchas primaveras, muchas lesiones y muchos partidos a cuestas. Y sí, también a un talento generacional. Pero, sobre todo, a una figura polémica y denostada que ha puesto patas arriba todos los proyectos en los que ha estado y que sólo ha ganado cuando se ha visto inmerso en un ecosistema que rezumaba talento (el de los Warriors) y con el que era imposible perder. Jugárselo todo para intentar emerger y con el riesgo de quedarse sin nada. Es lo que han hecho los Rockets con un jugador que sigue dando que hablar en una conversación que cansa hasta a los más pacientes. Un hombre que sólo alcanzará la redención si triunfa en su última gran aventura. Y eso no quita que sea uno de los mejores jugadores de la historia. No son argumentos excluyentes.
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