Joel Embiid: el apocalipsis

El cuento de nunca acabar es la mejor forma de describir la vida y obra de Joel Embiid. Un puf en toda regla, un jugador con tintes generacionales que se ha quedado en nada. Y un hombre que nunca ha cumplido las expectativas mientras sigue con su particular caída a los infiernos sin que nada ni nadie pueda frenarlo. El problema es, entre tantos otros, que ya a nadie le sorprende. Y que no hay nada que hacer con alguien que se pasa más tiempo lesionado que sano, que no para de quejarse y que, las pocas veces que ha estado sano, no ha estado a la altura de las circunstancias. Que ni se cuida ni le apetece cuidarse. Y que, con 31 años, no parece que vaya a alcanzar una redención eternamente postergada y finalmente esquiva, especialmente si nunca la buscas. Sin intención, sin rumbo y sin dirección. Así se mueve Embiid, en un toma y daca constante que le va a dejar como uno de esos generadores de rechazo más grandes que ha habido en la historia de la NBA. Y quizá del deporte.

Lo último que se ha sabido es que la rodilla de Embiid sigue en mal estado y que no va a llegar al inicio de temporada con los Sixers. Y eso que hasta octubre no tendrá lugar el pistoletazo de salida. El pívot apenas disputó 19 partidos la temporada pasada, perseguido por constantes problemas físicos. Algo que ha sido perenne en una carrera deportiva llena de altibajos, en la que no ha superado los 68 partidos disputados en ninguna regular season, siempre con ínfulas de grandeza incumplidas y con grandes estadísticas que no han tenido nunca una repercusión positiva en su equipo. Unos Sixers que, según las mismas filtraciones, se arrepienten de haberle dado la extensión que le dieron en 2024 por tres años y 193 millones de dólares que le comprometen con la franquicia hasta la temporada 2028-29. Una espera demasiado larga para empezar a construir para cualquier proyecto. Y ya es hora de que el proyecto de la entidad de Philadelphia empiece a asumir que esto se ha acabado. Por lo que sea.

Embiid fue elegido en el puesto número 3 del draft de 2014 por los Sixers, inmersos entonces en una etapa de su existencia conocida como El Proceso. Uno que contó con muchos integrantes y del que el pívot fue el único superviviente... por desgracia. Muchos cadáveres han quedado por el camino del intento de una franquicia de volver a pisar al menos unas finales de Conferencia, algo que no han hecho desde el 2001, con Allen Iverson de mesías, cuando llegaron a las Finales y perecieron porque no se podía hacer otra cosa contra los Lakers de Shaq y Kobe. Desde entonces, la nada. Y esa idea de perder mucho para conseguir muchas rondas del draft ideada por Sam Hinkie no sirvió para nada, con la única oportunidad real de ese séptimo partido en Canadá ante los Raptors que resolvió Kawhi Leonard con un tiro para el recuerdo. Embiid, que acabó entonces entre lágrimas frente a Marc Gasol, no estuvo a la altura. Pero la realidad es que nunca lo ha estado.

El camerunés, que eligió jugar con Estados Unidos en lugar que con Francia (un motivo de alegría expreso para los segundos) no jugó en ninguna de sus dos primeras temporadas por lesión. Tras ello, quedó tercero en la votación para el Rookie del Año, fue siete veces All Star (todas consecutivas hasta el curso pasado, para olvidar) y persiguió hasta la saciedad un MVP que le arrebató Nikola Jokic en dos ocasiones. Al final lo logró, siendo el primer jugador de los Sixers desde Iverson en hacerse con el trofeo. Pero de nada sirvió: el mal cuidado de su cuerpo, sus dinámicas alimenticias, constantes aspavientos en pista para forzar tiros libres y indolencia defensiva son sólo algunas de las críticas que ha recibido un hombre con vientos de promesa que nunca se han cumplido. Esa es la historia eterna de Joel Embiid, que vuelve a tener problemas en las rodillas y no empezará la temporada con los Sixers. Algo que ya hemos visto antes y qué veremos ahora qué recorrido tiene. Eso sí, se ha llevado más de 500 millones en contratos, el quinto que más ha ganado en la historia de la NBA. Vivir para ver,

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