Philadelphia 76ers

Embiid: “Nadie lo sabe, pero James Harden no me habla”

El pívot camerunés se sincera en un extenso reportaje de ESPN en el que también habla de su relación con los Sixers: “Te gustaría que estuvieran a tu lado...”.

Joel Embiid, en enero con los Sixers, durante un partido contra los Nets.
Luke Hales | DiarioAS
Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de iccwin247.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Joel Embiid tiene 31 años. Ha sido MVP de la NBA, siete veces all star, dos veces Máximo Anotador, cinco All NBAHa ganado más de 266 millones de dólares solo en contratos con los Sixers, con los que firmó una extensión de tres años y más de 187 millones el pasado septiembre. En el verano de 2028, con 34 años, tendrá una player option de más de 67 para la siguiente temporada. También tiene un oro olímpico, ganado en París con uno de los mejores Team USA de siempre, el que lideraron LeBron James, Stephen Curry y Kevin Durant.

Es una carrera increíble para un jugador que ha derribado muchas barreras para llevar hasta donde ha llegado: se crio en Camerún y no empezó a jugar al baloncesto hasta los 15 años. Llegó a la reputada Academia Montverde, en Estados Unidos, con 16 y sin saber muy bien dónde se estaba metiendo. En 2013 debutó con los Jayhawks de Kansas, uno de los grandes equipos universitarios del país, con el que pensaba que cubriría un ciclo completo para formarse y convertirse en un buen jugador, tal vez con opciones de ser alguien relevante en la NBA. Solo un año después, sin embargo, había sido número 3 del draft… y no fue el 1 por la preocupación que provocaban ya sus problemas físicos.

Desde entonces, su carrera ha sido excelente… pero no hay jugado ni una sola final de Conferencia. Y las constantes lesiones le han traicionado mil veces, sobre todo en playoffs, y ahora lo tienen convertido en una gran incógnita con la que cuesta exprimir un poco de optimismo. Para The Ringer, según su último ranking, ya hay 85 jugadores mejores que él en la NBA. El periodista Tim McMahon, de ESPN, acaba de afirmar que los Sixers tienen como punto de partida “los que seguramente son los dos peores contratos de la NBA”, el de Embiid y el de Paul George, otra estrella veterana venida a menos por el efecto de las permanentes lesiones.

Embiid solo pudo jugar 19 partidos la temporada pasada, y fue en casi todos poco más que una sombra de su mejor versión. Un año antes, una lesión fatal de menisco le frenó en uno de los mejores momentos de su carrera: los Sixers marchaban 26-7 y él promediaba 35,3 puntos en 34 minutos por noche, camino de ser el segundo junto a Wilt Chamberlain con más puntos que minutos de media. Había anotado al menos 30 puntos en 22 partidos seguidos, y en diciembre de 2023 su equipo había firmado un brillante 8-1 en el que él había aportado 40,2 y 12,6 rebotes de media con un 60,6% en tiros. Una racha que incluyó un partido de 51+12 y otro de 70 y 18.

Pero, justo en ese momento, llegó esa lesión de menisco y un intento por estar en condiciones en playoffs, al menos intentarlo. Jugó, pero no salió bien: “Me sentaba a su lado en el vestuario. Veía su rodilla antes y después de cada partido. No tengo ni idea de cómo podía siquiera caminar”, asegura Nico Batum, entonces compañero en los Sixers. “Estaba solo en su agonía. Era la rodilla, el problema en el ojo… todo su sistema falló”, dice uno de sus preparadores mientras él explica cómo se sintió cuando su equipo volvió a quedarse sin pisar la final del Este (4-2 contra los Knicks en primera ronda): “Sabía que solo me daba para dos cuartos. Y mi cuerpo me decía que hasta ahí había llegado. No podía hacer nada más. En los últimos cuartos me quedaba como un 10% en tiros. En momentos así, lo que te gustaría es que alguien en los despachos de arriba estuviera de tu lado, te dijera que eso no podía ser y que era mejor que no jugaras”.

Críticas, narrativas, comparaciones...

Estas citas forman parte de , su complicadísima, y muy escrutada, carrera y su vida, una que está marcada por su infancia en Camerún: “Me preocupa el recuerdo que dejaré como jugador de baloncesto, pero no como persona. Como persona, nadie me puede decir nada. Nunca he tenido muchos amigos. Y con los que sí considero cercanos, no suelo profundizar mucho. Mi familia era así… mi padre era muy introvertido, mi madre también. Desde que era muy pequeño sentí que no podía exteriorizar nada. Sabes que te quieren, pero no es nada en plan ‘ven aquí y dame un abrazo’. Eso no pasaba nunca. La forma en la que me educaron es una de las principales razones por las que estoy aquí hoy... pero no es la forma en la que yo voy a criar a mis hijos”.

También le ha marcado, obviamente, la muerte de su hermano, Arthur, atropellado por un camión en Camerún con solo 13 años. Embiid, por entonces (2014), era un rookie lesionado y solo en Estados Unidos. Ese día, no contestó a varias llamadas y cuando sí lo hizo, recibió la noticia terrible. Así que incluso ahora, cuenta el artículo, que suene el teléfono le produce escalofríos, como si significara que alguien ha muerto: una sensación de pánico. De hecho, rara vez responde a llamadas o mensajes y tiene apagadas todas las notificaciones. Los que quieren algo de él, contactan con su ayudante o su mujer. Él puede tardar meses en contestar. Dicen que se sigue culpando por no haber estado con su hermano, que su reacción fue contra sí mismo (“es mi culpa, soy un pedazo de mierda”) y por que eso, cuando Akintoye echó un vistazo, en la pantalla de su móvil había 9.500 mensajes sin leer, algunos con años de antigüedad, y 875 llamadas sin responder. “Simplemente, no puedo hacerlo. ¿que quién me molesta más? Todo el mundo”, asegura un Embiid que se ha ido volviendo cada vez más serio: “Me gusta bromear, no diría que soy un gilipollas… a veces sí, puedo ser un gilipollas”.

Por eso no tiene remordimientos por haberse encarado con un periodista de Philadelphia, al que llegó a empujar por vincular su falta de preparación y su poca profesionalidad (eso expresaba su visión para el Philadelphia Inquirer) con la muerte de su hermano: “Me da igual que la NBA me multe con un millón; dos, cinco, diez millones… volvería a hacerlo. Si viniera hacia mí como vino, volvería a empujarle”. Y por eso también reaccionó mal públicamente cuando se filtró a la prensa una reunión solo de jugadores. El equipo estaba 2-11, hubo mucha tensión y su amigo Tyrese Maxey le acusó de ser un mal ejemplo en el vestuario, entre otras cosas por no cuidar su puntualidad: “Sé quién fue, pero mejor dejarlo estar. El pasado es el pasado. Pero es duro estar rodeado de gente así. Eso vuelve al problema de la confianza. Una vez que se pasan ciertos límites, no puedes esperar que vuelva a estar en una reunión de equipo. Eso no va a pasar”.

Durante el artículo, Embiid explica cómo ve varias de las narrativas que se usan habitualmente para criticarle. Por ejemplo, la de que no se toma las cosas todo lo en serio que debería, al menos tanto como han hecho a lo largo de la historia otros grandes de la NBA: “Todavía hay gente que habla de las tonterías que hacía cuando era un crio, en mi segundo o tercer año en la NBA. Empecé a jugar al baloncesto a los 16 años. Si eres vago, no estás en la posición en la que estoy yo. Empezar a jugar mucho más tarde que los demás, tener que aprender muy rápido todo, mudarme a un país nuevo en el que no conozco el lenguaje ni la cultura… no te adaptas a todo eso si no eres maduro y tienes las cosas claras”.

También, claro, la de que siempre tiene una excusa para lo que acaban siendo malos finales de temporada de sus Sixers: “No se trata de poner excusas. Pero si te lesionas todos los años y todo el mundo lo sabe, es lo que hay. Esa es la verdad. Pero ¿si estoy al 100 por 100 tengo lo que hay que tener para que mi equipo tenga opciones de ser campeón? Creo que mucha gente piensa que sí porque lo he demostrado en regular season cuando he estado sano. Qué pasaría si dijera ‘mira, voy a tomarme la temporada regular con calma, a dosificar y a promediar 25 puntos, o 20. Y en los playoffs, meter 30 por partido’. ¿Parecía así mucho mejor? Seguramente. Dirían que soy un playoff riser, uno de esos jugadores que sacan su mejor versión en playoffs. Me llamarían Joel Jordan o alguna cosa así. Pero bueno, si eso es lo que se dice, perfecto. Yo sé por lo que estoy pasando, nadie más está en mi cuerpo ni puede entender lo que me pasa”.

Y, por supuesto, que le preocupan demasiado los galardones individuales: “Si tienes una opción de ganar el MVP, y me da igual quién seas, vas a por ella. Nunca creí que estaría en una situación así, para empezar. Después, cuando llegué a la NBA, pensaba que podría ser un gran defensor pero no creía que iba a acabar siendo tan bueno como he sido en ataque. Dicen que me esfuerzo más durante la temporada que en playoffs. No tiene sentido. Mira los minutos, se juega mucho más, y más duro. Se hace más en los dos lados de la pista”.

O, la última, que es buenísimo pero no tiene lo que hay que tener para ser un líder, un jugador franquicia con el que llegar lejos: “Nadie es un ganador hasta que gana. Me parece bien que digan eso porque no he ganado. Charles Barkley era un gran jugador, ¿no? Pero nunca fue campeón. Allen Iverson tampoco… pero eso no significa que no fueran muy grandes. Eran increíbles. Cada uno lidera a su manera, yo lo hago en la pista. Con los años aprendes mucho, creces. Mis compañeros de ahora dirían cosas de mí distintas a las que habrían dicho los de hace unos años. Entonces, no se podía contar tanto conmigo. No sé por qué, supongo que también tiene que ver con cómo me crie. Luego vine a Estados Unidos y estaba solo. Supongo que aprendí a pensar que no había que confiar en nadie”.

El artículo relata de manera excelente el arranque de Embiid en la NBA, dos temporadas en blanco y una tercera con solo 31 partidos jugados. Problemas con los Sixers, dudas sobre si podría siquiera llegar a debutar como profesional, horas y horas jugando a la consola, sin atender a su agenda de trabajo y recuperación, enfrentado a su equipo y sin casa, encerrado en una habitación del Ritz-Carlton: “Empecé a actuar como un gilipollas. Todo lo que me decían que hiciera, no lo hacía. Llegaron las multas y dejó de contarlas cuando iban por 300.000 dólares. Merecía la pena. No me estaban escuchando, así que no me iba a jugar el físico por ellos”. “Pendía de un hilo”, cuenta un amigo suyo entre el reconocimiento de que pensó muy seriamente en dejarlo todo, retirarse sin debutar en la NBA. “Si hubieras estado ahí, en sus primeros años, te darías cuenta de que el hecho de que esté aquí, de que haya sido MVP de la NBA, es un milagro. Había entrenadores importantes, ejecutivos de alto rango que no creían que fuera a poder volver a jugar”, asegura otro de sus colaboradores.

Ahora, Embiid está en terapia para, entre otras cosas, lidiar con las decisiones que ha ido tomando en su carrera, la gestión de su cuerpo y sus lesiones, las dudas eternas sobre cómo tendría que haber hecho cada cosa: “Estás perdido si lo haces y estás perdido si no lo haces. Si no juegas, ya sabes todo lo que se va a decir… nunca me ha importado que digan que soy blando. Solo me importaba mi equipo, mis compañeros. No quería sentir que los estaba dejando tirados. Tomé las decisiones que tomé, y tengo que vivir con ellas. Puedo sentarme y decir que he cambiado, pero me conozco y sé que no es así. Siempre quiero jugar”.

Espero que algún día alguien escriba un libro o haga una serie sobre mi paso por los Sixers. Hemos tenido general managers con cuentas ocultas en redes sociales, muchos jugadores muy buenos que hemos drafteado pero con los que no han ido bien las cosas. Los dramas, la salida de Sam Hinkie, la llegada de los Colangelos… muchas cosas. Y por eso hablo muchas veces de continuidad. Es algo que empieza en la parte de arriba”, asegura sobre sus ya once años en los Sixers, una etapa en la que reconoce que tiene varias espinas clavadas.

Una de las principales, la forma en la que acabó su relación, deportiva y personal, con James Harden: “Otra vez tengo que hablar de la continuidad. A veces parece que tienes algo, pero en vez de insistir con ello se empieza otra vez de cero. Y ha sido así para nosotros casi todos los años. Siempre me digo que no voy a ser el responsable de que alguien se quede sin trabajo, de que traspasen a despidan a nadie. Que no me pidan mi opinión sobre fichajes ni traspasos. Nadie sabe esto, pero James Harden no me habla. Eso es lo que menos me gusta de ser el jugador principal del equipo, te ves metido en cosas así. Porque estoy seguro de que si le preguntas a James, él cree que yo tuve algo que ver con que no siga aquí. Y yo lo que creo que es que yo gané el título de máximo anotador, él el de máximo asistente, nuestro pick and roll era imparable. Duele cuando ves que tú no has hecho nada mal, cuando crees que tenías una relación determinada con alguien… se pierde mucho”.

“Nunca he querido ser un líder en un sentido vocal. Quería dirigir al equipo en la pista, con mis acciones. Jugando duro, ocupándome de todo, haciendo lo que haga falta para que podamos ganar. Así es como siempre lo he visto. Al principio tratas de encontrarte, no sabes bien quién eres. Me fui volviendo más serio porque me di cuenta de que así era más yo. Todas las bromas y todo eso… todavía está ahí, pero ese no era yo”, asegura sobre cómo se relaciona ahora con sus compañeros. ¿Con la franquicia? También a su manera, y más ahora que trata de volver y estar en condiciones de ser, otra vez, uno de los mejores jugadores de la NBA. Aunque en los despachos se pongan nerviosos: “No voy a forzar nada. Creo que nunca he tenido ese enfoque en toda mi carrera. No hay timeline, espero que sea cuanto antes, pero no sé. Y no sé cómo se sienten con eso en los Sixers. Lo único que diría es que esto es un negocio. Todo gira en torno a los resultados. Si vuelvo demasiado pronto y no estoy a bueno nivel, no vamos a ganar partidos”.

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