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Los Knicks, ¿y ahora qué?

Tras el seísmo provocado con el despido de Tom Thibodeau, los Knicks inician un periodo de reflexión en el que se juegan la pérdida de la cultura que tanto les ha costado recuperar.

Los Knicks, ¿y ahora qué?
Angel Colmenares
Alberto Clemente
Alberto Clemente es licenciado en Historia y Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó su andadura en el periodismo en Cadena SER, donde estuvo de mayo de 2018 a enero de 2019, desempeñando sus funciones en la web, dentro de la sección de deportes. Tras dicha estancia, pasó a formar parte de As, siendo parte de la sección de baloncesto.
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La bomba explotó en Nueva York con el despido de Tom Thibodeau y ahora, los Knicks están en un periodo de reflexión en el que deberán decidir que dirección toman en el futuro. El entrenador de 67 años llevaba cinco temporadas en la Gran Manzana y ahora se ha quedado con una mano delante y otra detrás, uniéndose a la interminable ristra de técnicos despedidos en los últimos años tras conseguir éxitos rotundos o moderados con sus respectivas franquicias. Eso sí, el hombre que renunció a casarse para dedicarse en cuerpo y alma al baloncesto se llevará, al menos, los 30 millones garantizados de la extensión que firmó en 2024 y que le vinculaba a la entidad hasta 2028. Un triste consuelo para alguien cuya vida parece no tener sentido si no está en un banquillo de la NBA.

Son muchas y muy variadas las vertientes de una decisión que no todo el mundo ha entendido. Por un lado, Thibodeau ha llevado a los Knicks a cuatro presencias en playoffs en cinco temporadas, consiguiendo 50 y 51 victorias las dos últimas temporadas y aterrizando este curso en las finales de la Conferencia Este, perdiendo además por 4-2 ante los Pacers, un resultado negativo pero robando dos partidos a un equipo que ha cuajado unas eliminatorias, a expensas de las Finales, absolutamente brillantes. Y los Knicks, con Thibodeau al frente, no han dejado de pasar dos rondas de playoffs consecutivas por primera vez... desde el 2000. Una espera demasiado larga para recuperar la cultura perdida, esa que les hizo brillar en las antípodas de la NBA y que en los 90 les permitió volver a lucir, a pesar de la falta de anillos, al Madison como centro del mundo.

Eso es lo que se juegan ahora los Knicks: no perder su esencia. Con Thibodeau, un entrenador a la vieja usanza, se ha practicado el baloncesto que más gusta en la Gran Manzana: garra, rebote, entrega. Puro baloncesto del Este, con enfrentamientos espectaculares tanto en regular season como en playoffs. Pero en este tiempo, la plantilla neoyorquina también ha sufrido los excesos de un técnico particular. Que cae bien, pero que no para de empaparse de las minutadas habituales, reventando a sus jugadores, sin hacer apenas cambios y exigiendo un nivel físico sideral para llegar vivos al momento de la verdad. Y siendo, además, un entrenador muy intervencionista, que quiere controlar todas y cada una de las partes del juego y cada momento del partido. Una de cal y una de arena: los Knicks han vuelto a ser uno de los equipos más importantes de la NBA, pero no han ganado el anillo.

Una cuestión de perspectiva

Las realidades son contrapuestas y siempre dependen del punto de vista: por un lado, sería atrevido decir que los Knicks tienen ya plantilla suficiente como para ganar el anillo. Por otro, estamos en una época llena de locura, que va a tener a su séptimo ganador diferente en los últimos siete años, recogiendo las migajas de lo que en su día fue la dinastía de los Warriors. Sin un dominador claro, son muchos los proyectos que otrora se habrían considerado menores (dentro del Olimpo de los grandes equipos) que han pescado en río revuelto, en una etapa en la que, por ejemplo, Raptors y Nuggets se han hecho con el primer anillo de su historia, los Bucks lograron el primero en 50 años y los Celtics el primero desde 2008. Pero nada para los Knicks, que tienen dos: en 1970 y en 1973. Mucho ha llovido.

En esta época, en la que lo único que vale es renovarse o morir, parece que lo que ha cambiado es toda una era. LeBron James y los Lakers ganaron un anillo, el de 2020, mientras que los Warriors tuvieron una dulce prórroga dos años después. Pero las tempranas derrotas en los últimos playoffs de los equipos construidos a la antigua usanza o los jugadores históricos que siguen en activo hace pensar que hay que jugar de otro modo, construir de otra forma las plantillas e intentar alcanzar el objetivo final de otra manera. Las hazañas aisladas ya no valen si no corresponden a un todo y los tiempos de talento desmedido se han reducido mientras los protagonistas iban cumpliendo años a favor de ejércitos distintos, o bien más compensados o bien liderados por un único y solitario gran jugador.

Así, las asociaciones de grandes nombres (los Suns de Durant, LeBron y Doncic en Los Ángeles, Butler para los Warriors...) ya no valen como antes, cuando en la Bahía se juntó un equipo de ensueño, el Rey compartía equipo con Kyrie Irving o, si nos vamos más atrás, con Wade y Bosh. Juntar grandes nombres supone también juntar grandes contratos que atan de pies y manos el fichaje de una intendencia siempre importante. Pero que ahora, con el nuevo convenio colectivo ya en activo y una diferencia enorme entre la clase alta y baja, con una ausencia casi completa de clase media (contractualmente hablando), se hace todavía más esencial. Y adaptarse a eso es lo que necesitan, quizá, hacer del todo los Knicks, que se han quedado cabalgando entre dos mundos.

En los últimos siete años, llenos de campeones diferentes, hemos visto varios organigramas en las plantillas con algún denominador común. Giannis Antetokounmpo y Nikola Jokic son dos ejemplos que han recogido ahora, aunque de otra forma, los Thunder de Shai Gilgeous-Alexander: un jugador con un talento enorme y un séquito para rodearle. También les pasó a los Raptors con Kawhi Leonard o incluso a los Lakers con LeBron, a pesar de Anthony Davis. Y a los últimos Warriors que ganaron, con Stephen Curry ya sin Durant y de líder absoluto. Los únicos que ganaron con una plantilla en la que todos aportaban fueron los Celtics, por insistencia y abrasión. Ya no hay big threes (LeBron, Wade y Bosh) ni tampoco duplas exitosas (Shaq y Kobe, LeBron y Kyrie) o quintetos icónicos (la dinastía de los Warriors, los Pistons de 2004, los Celtics de 2008...). Ahora se gana de otra forma. Y ahí tienen que llegar los Knicks. Sea como sea.

¿Y ahora qué?

Los Knicks afrontan su futuro, que puede ser el anillo o la propia extinción. Sin dueño ni atisbos de dinastías, son muchos los equipos que olfatean el campeonato, pero una cosa es esa y otra ganarlo. Jalen Brunson es un base con un talento enorme (28,7 puntos la temporada pasada, 26 en la presente) que asume mucho y tiene libertad de movimientos. Josh Hart funcionaba como le gustaba a Thibodeau y veremos el rol que tiene ahora. Mientras que OG Anunoby fue un fichaje acertado. Por otro lado, Mika Bridges puede ser usado de otra manera y a Mitchell Robinson le ha faltado continuidad física, dejando a los Knicks huérfanos de ese juego interior que también ha cambiado radicalmente en su forma y fondo.

Y luego está Karl-Anthony Towns. Los Knicks resolvieron los problemas que daba Julius Randle, tanto económica como deportivamente, con esa maestría que llevó a uno a los Timberwolves y al otro a la Gran Manzana para que los dos pierdan en finales de Conferencia, cada uno con su equipo particular, esas ironías del destino que de cuando en cuando maneja la NBA. Towns (24,4 puntos, 12,8 rebotes en la fase regular) ha jugado muy bien, pero su compromiso defensivo se ha puesto en duda justo al final, cuando ha sido señalado por su apatía. No deja de ser curioso que en su momento fuera uno de los responsables de la salida de Thibodeau de Minnesota y ahora haya sido criticado sólo unos días antes de la salida del mismo técnico. Uno que en teoría contaba con la aprobación de Brunson y de Leon Rose. Pero que se ha ido por la puerta de atrás a pesar de ser el hacedor de la etapa más exitosa que los Knicks han tenido en todo el siglo XXI. ç

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Ahora, los Knicks tienen que decidir. Algún nombre como Mike Malone (otro entrenador despedido recientemente) ya ha sonado, mientras que se ha llegado a señalar incluso a Steve Nash, un perfil manejable por los jugadores y opuesto al de un Thibodeau que no se casa con nadie. Cortoplacista, pero eficaz, el técnico seguro que encuentra un nuevo trabajo dentro de poco. Y, mientras tanto, la NBA sigue en su particular locura: con este movimiento, los tres entrenadores en activo que más tiempo llevan ligados a sus franquicias son Erik Spoelstra, Steve Kerr y... Billy Donovan. Vivir para ver. Desde luego, no está la cosa para tener trabajos a largo plazo en los banquillos de la mejor liga del mundo. Y Tom Thibodeau lo sabe. Los Knicks recuperan la gloria perdida, pero tienen ahora un futuro incierto. Y todo dependerá de las decisiones que tomen para volver a lo más alto. Si es que lo consiguen. Veremos.

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