La operación Turner, con la salida de Lillard de Milwaukee, puede castigar a los Bucks por pasarse de frenada... y a los Pacers por quedarse pasmados.

Myles Turner grita durante un momento de las Finales de 2025 entre Thunder y Pacers.
MADDIE MEYER | AFP
Milwaukee Bucks

Olor a desesperación en Milwaukee

Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de iccwin247.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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Ese olor que llega desde Milwaukee es el olor de la desesperación. Que, ojo, no siempre es malo. No hacer nada y quedarte con los brazos cruzados sí es malo. Es así, aunque como nada es una ciencia totalmente exacta, hasta eso sale bien unas pocas veces: a Rob Pelinka y los Lakers les cayó en los brazos Luka Doncic precisamente porque no-estaban-haciendo-nada, ¿no?. Más o menos. Pero en Milwuakee huele a desesperación porque Giannis Antetokounmpo llevó a la franquicia al segundo anillo de su historia en 2021 y desde entonces solo se ha superado una eliminatoria de playoffs y van tres eliminaciones seguidas en primera ronda mientras se consume, año a año, el prime de un Giannis cuyo mensaje siempre es una variante de este: los Bucks son su equipo y hacer toda su carrera sería con ellos sería estupendo; pero no mejor que ganar más anillos. O, al menos, que competir a fondo, de verdad, por hacerlo.

Jon Horst, el general manager de los Bucks, nunca peca de parálisis, eso hay que reconocérselo, cuando huele a chamusquina. En 2020, en la primera crisis existencial de Giannis, apostó muy fuerte por Jrue Holiday. El equipo fue campeón en 2021 y antes, en diciembre, el griego firmó una extensión de cinco años y 228,2 millones porque le había parecido convincente la voluntad de su equipo de ir a por todas. Esa salió bien. En 2023, en otro ser o no ser de Giannis, la apuesta fue Damian Lillard. La parte estructural salió bien y llegó otra extensión (tres años, 175,3 millones) para un jugador franquicia otra vez complacido con el mensaje, sumamente ambicioso. Lo demás… salió mal.

Lillard y Giannis nunca desplegaron el poder de un pick and roll imparable, algo que parecía un factor de demolición seguro (para los rivales, no -ejem- interno) cuando se confirmó la operación. Las lesiones, los problemas de encaje y los mordiscos del fin de ciclo (Khris Middleton, Brook Lopez…) dejaron a los Bucks sin una serie ganada en playoffs ni una temporada de 50 triunfos en las dos que ha pasado en el equipo Lillard. Que firmó una extensión de dos años y 112 millones, todavía en Portland, que ni ha estrenado con los Bucks. Fue cortado el mismo día que esta entraba en vigor. Juntos en pista, Lillard y Giannis dejan un 73-43 no demasiado impresionante en regular season y solo tres partidos jugados, los dos juntos, en playoffs. La llegada de Lillard obligó a traspasar a un Jrue (con una primera ronda y dos intercambios) que acabó, en la ruleta del verano de 2023, en unos Celtics con los que fue importante para llegar al trono de la NBA en 2024. Y Lillard, que nunca encajó en lo personal en Wisconsin y que antes del traspaso apretaba para ir a Miami Heat, cerró su etapa en los Bucks con un problema de coágulos en marzo, una rotura del tendón de Aquiles en abril y un contrato cortado con esos dos años y más de 112 millones pendiente de cobrar para hacer sitio a Myles Turner, la nueva esperanza (a razón de cuatro años y 107 millones) para contentar a Giannis. El golpe de efecto de 2025, la nueva solución contra el aroma a desesperación.

Un riesgo de enormes proporciones

Lo que han hecho los Bucks no tiene precedentes, no en estos niveles. Para quitarse de encima a Lillard (con el tendón de Aquiles roto y un contrato gigantesco y hueco durante casi toda la próxima temporada, destinada a la rehabilitación: cumple en unos días, además, 35 años) sin desprenderse de su minúsculo, y por eso especialmente valioso, capital de draft (pueden traspasar ahora una primera ronda, la de 2031 o la de 2032), han despedido a Lillard (nueve veces all star) y con la stretch provision. El jugador deja el equipo, se convierte en agente libre (tras pasar por waivers reglamentariamente) y los Bucks prorratean su salario y se lo irán pagando, íntegro. La fórmula toma los años restantes de contrato (dos en este caso), los multiplica por dos y suma uno. En total, cinco años para pagar casi 113 millones, una media de unos 22,5 millones. La stretch provision no puede superar el 15% del salary cap, un dato que para la próxima temporada (el total es 154,6 millones) estará en 23,1. Así que las cuentas salen, por los pelos, en el uso de la strech provision más radical de la historia. El tope, hasta ahora, eran los 27 millones que los Hornets pagaron durante tres años (en tandas de nueve) a Nico Batum.

Un ejecutivo de otra franquicia le ha dicho a Tim Bontemps (ESPN) que es una “insensatez” por parte de los Bucks: “Es lo que se hace cuando se siente que no hay nada más que hacer y acabas convirtiendo una situación mala en una todavía peor. En un par de años van a volver la vista atrás y se preguntarán ‘¿qué hemos hecho?’”. Los Bucks han conservado su pick traspasable, porque quedan mejoras por intentar. Pero van a pagar más de 22 millones anuales, que no se pueden reducir ni modificar, a Lillard durante cinco años. Más allá del teórico prime de Giannis, más que el nuevo contrato de Turner. Son tiempos en los que, con el nuevo convenio, los aprons y una nueva urgencia en la confección y desarrollo de los proyectos, cada vez se verán más movimientos insólitos, hasta ahora improbables. Pero el dinero sigue siendo dinero, y el nuevo marco hace que cada dólar cuente, que las apreturas sean norma. En esa situación, más de 22 millones al año de dinero muerto durante un lustro son, efectivamente, una bola de demolición balanceándose frente a la sede de una franquicia que dirá que total, qué más da. Si ya olía a desesperación.

La cuestión es que los Bucks han vuelto a demostrar a Giannis que están dispuestos a lo que sea. Eso es bueno… si funciona. El griego (30 años, ya ve las orejas al lobo), como todas las estrellas, tienen en cuenta la intención, pero también los resultados. Cuando se apostó por Jrue y Lillard, se ganó tiempo porque era momento de extensión. Ahora, no la puede firmar. Tiene dos años garantizados (57,6 y 62,2 millones) y una player option (66,8) para el curso 2027-28. Así que puede ser agente libre en 2027, casi a la vuelta de la esquina y con los Lakers, por ejemplo, ya aireando que tienen puesta ahí la vista, en la flexibilidad para hacer algo grandes justo ese verano. Shams Charania (ESPN) ya dejó claro, después de todo el jaleo, que a Giannis no le vale con esto: “Va a seguir mirándolo todo. Ha tomado nota de esto, claro. Pero quiere ver el marco general, cómo queda todo cuando se complete el mercado de los Bucks. Entonces se mirará al espejo y mirará a su alrededor y se hará una pregunta: ‘¿puedo ganar un segundo anillo con este equipo tal y como están construido?’. De su respuesta dependerá todo, para él y para los Bucks”.

Quedan muchas deficiencias

Mientras, unos filtran que a Giannis esta operación le ha gustado y otros (Chris Haynes, cercano a Lillard) que recibió las noticias con enfado. Por su relación personal con el base… o porque entiende los juegos del mercado y los salarios y no ve claro el camino. Por lo que sea. El agente de Lillard, mientras, reconoció que el jugador está “feliz”. Habló, de hecho, de “éxtasis” por estar en el mercado de agentes libres dos años antes de lo previsto. No, no llegó a encajar ni en Wisconsin ni en los Bucks, y ahora podrá, con más de 22 millones de salario, recuperarse de su lesión en Portland, cerca de sus hijos y con la vista puesta en su siguiente paso. Sin presión. Si cree que puede estar listo para los playoffs, quizá firme algo esta misma temporada. Si va hacia el curso en blanco, puede esperar al verano próximo y subir sus cifras totales en el contrato que acompañará al pico que durante cinco años le pagarán los Bucks por no tenerlo en el equipo. A él, hasta hace nada una megaestrella. Pero, en definitiva, un jugador ya en declive y azotado ahora por una de las peores lesiones que puede sufrir un jugador de baloncesto.

Los Bucks tienen camino por hacer y apreturas para recorrerlo. Han renovado con contratos muy cómodos a la mayoría de sus agentes libres del verano: Bobby Portis, Kevin Porter Jr, Gary Trent Jr y Taurean Prince. Para hacer sitio a Turner, traspasaron por Vasilije Micic y lo van cortar con un buyout (de sus más de 8 millones) que les ahorrará un piquito. También han traspasado a otro clásico venido a menos, Pat Connaughton en la operación por el serbio (de limpieza de cuentas) y no han renovado a Brook Lopez. Otro de los recuerdos del equipo campeón. Han pasado cuatro años que parecen un siglo.

Los Bucks siguen necesitando un base, y más sin Lillard (que no iba a estar en pista en todo caso por su lesión). Siguen necesitando defensa exterior sobre la bola (el crucial point of attack) y tienen cuestiones obvias que resolver como qué hacer con Kyle Kuzma, una apuesta tenebrosamente fallida en el último mercado invernal (el olor a desesperación) y un contrato que tiene asegurados más de 42 millones las dos próximas temporadas. Suman a Turner, un pívot con capacidad de intimidación en defensa, sobre todo en el drop, y con mano en el triple para jugar el pick and pop. El tipo de cinco que encaja bien con Giannis, que necesita espacio para operar en la zona, como ha demostrado durante años Lopez, mejor que Turner (de largo) pero con ocho años más: 37 por 29. Turner nunca ha sido all star y llevaba un tiempo estancando antes del excelente descorche de los Pacers en las dos últimas temporadas. Sus números del pasado curso (15,6 puntos, 6,5 rebotes, 2 tapones, 39,6% en triples) son sólidos pero mejoran muy poquito los del último Lopez, en versión ya muy veterana.

Turner, además, llega después de unos playoffs en los que fue de más a menos. Sufrió contra Karl-Anthony Towns en la final del Este y tuvo unos problemas gigantescos en las Finales, contra los Thunder. Lento en los cambios exteriores, bien por físico en la defensa del aro pero muy mal en ataque: 10,6 puntos, 4,4 rebotes, 1,4 tapones y unos horribles porcentajes (37,7% en tiros totales, 21,4% en triples). En un jugador que no se genera sus puntos, que opera poco en el poste y que la pasada temporada firmó un 39,6% en triples cuando compartió pista con Tyrese Haliburton pero solo un 29,9%, pobrísimo, si jugaba sin el base. Ahora, en los Bucks, no tiene un socio claro para el pick and pop en un equipo al que Lillard, con todas sus limitaciones de esa etapa y sus desastres en defensa, aportaba casi 25 puntos y más de 7 asistencias por noche.

Los Bucks se han llevado al mejor agente libre que había a tiro ayer martes por la tarde, pero no a una estrella de la NBA. Han mejorado y han demostrado que intentarán seguir mejorando, porque el juicio que se hace ahora es provisional, pero no han transformado radicalmente sus opciones en el Este. No si solo se quedan con Turner y lo que deberían aportar jugadores como Porter Jr, Kuzma y compañía. Es difícil creer que con eso le bastará a Giannis, ahora o cuando vaya avanzando una temporada en la que, en realidad, Turner sale por más de 46 millones. Los 23,8 suyos y los 22,5 de Lillard. Así será, una factura doble y masiva, también en las siguientes.

¿Un ciclo muy breve en los Pacers?

En el otro lado de una operación sísmica queda Indiana Pacers. Que en nueve días pasó de jugar un séptimo partido para se campeón por primera vez en la NBA a quedarse sin Haliburton, otra rotura del tendón de Aquiles (como Lillard, Tatum…), perder ese partido (y las Finales) y no renovar a un Turner que se ha ido a cambio de nada, libre. Era, con sus claroscuros, el jugador con más años en la franquicia (drafteado en 2015, pick 11), un pilar del vestuario y un pívot de primer nivel que llevaba años en rumores de traspaso y que se marcha, otra paradoja, cuando su continuidad se daba por segura.

Lo peor para la gente de los Pacers es que la franquicia filtró que pagaría impuesto de lujo por primera vez en dos décadas para mantener el equipo que se quedó a un partido de ser campeón. A la hora de la verdad, no lo ha hecho. Seguramente, con la coartada de la lesión de Haliburton, de que era inevitable un año de transición y de que Turner iría camino de 32 años cuando el equipo, en el siguiente curso, podría volver al máximo nivel competitivo. El pívot quería unos 30 millones al año, y más después de que Naz Reid firmara con los Timberwolves en formato 125x5, a razón de 25 anuales. Los Pacers, depende de la filtración a la que se quiera echar mano porque circulan varias, no pasaron de una oferta de 20 (60x3) o unos 23 millones al año. Para Turner, un insulto. Para la gente de los Pacers, la de la calle, una buena razón para preguntarse que si no es ahora, cuándo será.

El caso es que los Pacers, otra vez, seguirán sin pagar impuesto de lujo desde 2005. Se han quedado sin pívot y pueden acabar incluso metidos en una lógica que les sugiera, por ejemplo, que el traspaso de Pascal Siakam podría ser una opción: el camerunés tiene 31 años y tres de contrato alto (más de 146 millones totales). Los Pacers compran, parece, la idea del año de transición, a la espera de Haliburton, y durante las Finales, antes de la lesión del base, recuperaron su pick de 2026 en una operación con unos Pelicans (la recibieron de los Raptors) que ahora, como muchas de las cosas que hacen, quizá se estén dando cabezazos contra la pared porque puede acabar siendo una elección mucho más alta de lo previsto hace solo unos días.

Dentro de los Pacers estarán muy disgustados, enfermos. Con el estómago del revés. Si yo fuera Haliburton, estaría rompiendo cosas. Si fuera Rick Carlisle, estaría furioso. Odian a los Bucks”, aseguró Brian Windhorst (ESPN). En Indiana pueden regresar al pobre nivel de Turner en las Finales, a su edad y sus limitaciones… a lo que quieran. Pero, como mínimo, han manejando mal un activo importante de la franquicia, que se ha ido gratis. Y han mandado un mensaje deprimente sobre sus intenciones de cara al futuro próximo y para cuando toque afrontar las cuestiones salariales (algo que siempre han hecho con tacañería) en un nuevo marco en el que los equilibrios competitivos se reescriben año a año, sin apenas medio plazo.

Los Pacers, de pronto, han pasado de equipo de moda y posible campeón a la crisis de identidad y el conato de decadencia. En días. Y eso tiene tanto que ver con el nuevo convenio (de repente, el responsable de todo) y la lesión de Haliburton como con la fobia a las grandes apuestas económicas de una franquicia que, así son las cosas, podría haberse equivocado por motivos literalmente opuestos a los que podrían condenar a los Bucks. De la parálisis a la histeria, sin término medio y con posibilidades de que a ninguno le vaya especialmente bien. Ya veremos.

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