Las operaciones de Celtics y Lakers resetean un mercado que sigue creciendo de forma exponencial: las franquicias valían un 600% hace una década.

Luka Doncic lanza a canasta durante un Lakers-Rockets en el Cryto.com Arena de Los Ángeles.
RONALD MARTINEZ | AFP
Los Angeles Lakers

Por qué demonios vale 10.000 millones una franquicia de la NBA

Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de iccwin247.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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En marzo, la venta de los Celtics culminó la conmoción que había traído el anuncio del inicio del proceso, el pasado junio. Justo cuando la franquicia había conquistado el ansiadísimo anillo número 18, otra vez más que nadie, Wyc Grousbeck anunció que vendía. Una franquicia histórica, que acababa de coronarse como campeona después de dieciséis años. Y que había costado 360 millones de dólares en 2002 a una familia Grousbeck que ha sacado ahora más de 6.100. Una lluvia de billetes mientras (aunque Wyc estará al frente de las operaciones hasta 2028) desaparecen los problemas de gestión (a quién pagar, a quién traspasar, cómo volver a ganar…) y se arreglan los asuntos familiares de puertas para adentro. Eso, quién quiere cash y quién seguir invirtiendo, quién necesita dinero o puede esperar y cómo se preparan sucesiones y herencias tiene, entre bastidores, un efecto enorme en por qué, cómo y cuándo se venden y compran las franquicias profesionales.

Ninguna había costado tanto. Ni siquiera en la todopoderosa NFL, en la que Washington Commanders se vendió por poco más de 6.000 millones hace dos años. Pero, solo tres meses después, ese récord ha sido superado, pulverizado: los Lakers cambian de propiedad en una operación que no está completada pero que va a valorar la franquicia en más de 10.000 millones que, según algunas informaciones, podrían alargarse hasta tocar los 12.000. Casi el doble, si se llega a ese techo, de lo que costaron los Celtics. Los Lakers son los Lakers, claro, un mundo propio cuyo valor real, se acaba de ver, está por encima (Sportico situaba la cifra en unos 8.000 millones, Forbes en algo menos) de las previsiones teóricas. Tal vez, también de las de los que tiene por delante en esos rankings, Knicks y Warriors. Estos últimos, que completaron el sorpasso con el traslado de Oakland a San Francisco, costaron 450 millones en 2010 y que se sitúan ahora en un valor calculado de más de 9.000 millones. Solo por detrás, en todo el deporte estadounidense, de los intocables (¿para siempre?) Dallas Cowboys.

Los números, descomunales, de esta operación en L.A. tienen en cuenta el factor Lakers: es obvio que el precio de venta de las franquicias no va a resetearse y a rondar ya esa frontera de los 10.000 millones. Pero suponen, no son ideas excluyentes, otra muestra de dónde está ahora la NBA, cómo de lejos está llegando… y sigue yendo. El valor medio de las franquicias ronda los 4.600 millones y ha crecido un 600% en una década, casi el doble que la NFL en el mismo tramo, con subidas interanuales de más del 15%, también por encima en ese crecimiento del football profesional, que sigue siendo el patrón oro, en tantas cosas, del negocio deportivo. Entre los 50 equipos más valiosos, hay 29 de la NFL pero ya doce de la NBA, una liga en la que se han vendido once franquicias desde 2014, cuanto Steve Ballmer (el propietario más rico de todo el deporte profesional estadounidense) rompió la banca con Los Angeles Clippers: pagó 2.000 millones por un equipo depauperado y disfuncional (lo ha convertido en modélico a nivel organizativo) cuando ninguna franquicia NBA se había venido por 1.000 hasta entonces.

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¿Por qué se vendió el campeón de la NBA?

Los Celtics cambiaron de propietario solo meses después de conseguir el ansiado anillo número 18.

Mark Walter, que ha dado ahora el paso al frente en los Lakers, perdió hace once años la puja con Ballmer por los Clippers. Sus posesiones deportivas abarcan los Dodgers (el otro gigante de L.A., el de la MLB), las Sparks, el Chelsea, el Estrasburgo, la Liga Profesional de Hockey Femenina… y más. Para hacerse con los Dodgers, donde ha gestionado una revolución que hace que muchos tengan los dientes largos ya en los Lakers, puso más dinero que Steve Cohen, que acabó comprando New york Mets. Es la nueva realidad: en los años noventa, las inversiones en el deporte profesional parecían inestables, no eran recomendadas por muchos consejeros y expertos. Hoy son una forma fácil, para los que tienen dinero, de ganar más dinero, o de recolocarlo (una nunca sabe, en esos niveles), gestionar asuntos de impuestos y formar parte de una especie de nueva elite visible, un club selecto en tiempos en los que la brecha social se abre, todavía más, y los ricos son cada vez más asquerosamente ricos. Todavía más.

De Bill Chisholm a Mark Walter

Los Lakers tendrán al frente a Mark Walter y detrás a su financiera, Guggenheim Partners, cuyo imperio de inversiones maneja más de 325.000 millones en activos. Por eso algunos se atan los machos: hasta ahora, la marca Lakers parecía anticuada, encastillada en las limitaciones de una familia Buss obviamente histórica pero endogámica en su gestión y que se ha ido quedando por detrás, en cuando a poder económico, de esta nueva ola de propietarios. Eso va a cambiar, y el efecto de esa modernización e inyección de recursos sumado a lo que de por sí suponen los Lakers puede generar un tsunami en la NBA. Veremos, pero por ahora Guggenheim Partens estará detrás de los Lakers como el Symphony Technology Group estará detrás de los Celtics, con Bill Chisholm como nueva cabeza visible.

Los Suns que costaron 401 millones en 2004 se vendieron en 2023, sin ningún título y en plena crisis organizativa y de imagen, por una valoración de 4.000 (con Phoenix Mercury, de la WNBA, en el lote). El comprador, Mat Ishbia, hizo fortuna en el mundo de las hipotecas y ya había intentado colarse en la NBA en otras ventas. Antes, los propietarios duraban más y solían ser personalidades locales que se esforzaban (para bien y para mal) por unos equipos que se convertían en el centro de sus negocios. También para bien y para mal, porque esa acababa siendo a veces la razón por la que se acababa (con las cosas de comer no se juega) gastando o invirtiendo menos y se miraba con lupa cada dólar. Mark Cuban, también en 2023, vendió la mayoría de los Mavericks sobre una valoración de 3.500 dólares. Pero es que antes Michael Jordan había soltado Charlotte Hornets, los desastrosos y minúsculos Hornets, por 3.000 millones. Hoy se calcula que los Timberwolves costarían unos 3.500 millones, cuando hace cuatro años se acordó su venta por 1.500. El saliente, Glen Taylor, vio después, mientras se gestionaba una operación en diferido, que podría haber sacado mucho más y se metió en pleitos y líos hasta que la liga le obligó, finalmente, a vender en las condiciones acordadas.

Esa es la realidad de la NBA: un negocio disparado, desorbitado, una burbuja que no se pincha. Una competición más internacional que el resto de las profesionales en EE UU, que ha sabido vender una imagen más disruptiva, joven y progresista que las demás (un asunto lleno de claroscuros dada su obvia fundación capitalista), que ha disparado su visibilidad y viralidad en redes, que explota como nadie el valor del star system (el peso del jugador empoderado y convertido en estrella cultural) y que supo flexibilizar sus modelos de negocio y hacerse más atractiva para un nuevo flujo de inversores en una nueva época. Fue la primera liga profesional americana que permitió, en 2020, la entrada de fondos de inversión privados. De inicio, sin que ninguno pudiera tener más del 20% de una franquicia y sin que ninguna franquicia pudiera dejar más del 30% bajo control de estos. Que están ahí, en una decena de equipos, aunque no los veamos: Dyal HomeCourt, por ejemplo, se ha ido haciendo con parte de Atlanta Hawks, Phoenix Suns y Sacramento Kings. Arctos Sports, otro caso notable, tiene presencia en Golden State Warriors, Utah Jazz, Philadelphia 76ers y, otra vez, los Kings...

Nuevas formas de ganar (mucho) dinero

Los pabellones, que durante una etapa de la vida de la NBA se arrinconaron en las afueras de las ciudades, han ido volviendo a los downtowns y son una mina de generar dinero. 24 horas al día, siete días a la semana. Negocio inmobiliario, conciertos, eventos… otra vuelva de tuerca que ha disparado las posibilidades de las franquicias, que como organizaciones ya son mucho más que simples equipos de baloncesto (aunque todo gire en torno a estos: se supone). Nadie entendió esto tan bien como los Warriors, que primero tuvieron el equipo (Stephen Curry y todo lo demás) y después la nave nodriza: dejaron Oakland y se mudaron al corazón de San Francisco con el objetivo de convertirse en el imperio de los mil años. En el primer año (temporada 2021-22) en el rutilante Chase Center sin restricciones de pandemia, la franquicia del norte de California (ganó el título, además) generó más de 800 millones en ingresos. Y dobló al resto en cuestiones como ratings de televisión local, ingresos por asientos premium y suites (250 millones) y patrocinios (150).

El primero de esos aspectos citados marca una diferencia enorme, y poco visible fuera de Estados Unidos, entre unas franquicias y otras: por su contrato local de televisión, los Lakers ganan más en una semana que Memphis Grizzlies, el equipo con peor valoración de la NBA (poco más de 3.000 millones) en una temporada completa. El último, el de los patrocinios, es igual de importante porque, además, permite a la NBA (de lo local a lo internacional) exhibir su músculo global. El parche más caro en las camisetas es el de los Warriors, que sacan de Rakuten 45 millones por curso.

Superado el ciclo de la pandemia y sus efectos, que se sintieron pero no rompieron nada, la NBA ha entrado en el rango de los 11.000 millones de beneficios anuales. Y afronta el siguiente gran salto adelante, en su imparable bonanza, con la llegada, la verdadera madre del cordero, de los nuevos contratos televisivos.

El gran eje de todo el negocio

La televisión, finalmente, sigue siendo la piedra angular de un futuro asentado en un nuevo convenio colectivo, ya firmado y que ha apretado las tuercas de la paridad (la NBA lleva siete campeones distintos en las últimas siete temporadas) y extremado el control de los excesos gastadores. Conceptos ya perfectamente asimilados como los topes salariales son otra buena invitación a posibles nuevos propietarios: las grandes estrellas tienen techado por cuántos años y millones pueden firmar, lo que evita invitaciones al desastre como, sin ir más lejos, las que se ven en algunos proyectos (de lo faraónico a la bancarrota) del fútbol europeo.

Por mucho que cambien los tiempos y que los formatos y vehículos de transmisión se adapten a ellos, los contratos con los grandes operadores televisivos son el meollo de toda esta cuestión económica. El gran soporte de la NBA y la fuente primordial de ingresos de todos. Forman pate del BRI (Basketball Related Income), todos los ingresos relacionados directamente con el juego, con los partidos en sí: televisiones, merchandising y restauración, parkings… El reparto de ese BRI entre franquicias y jugadores suele ser el gran caballo de batalla de las negociaciones cuando toca renovar convenio. En el anterior, los jugadores recibían una cantidad que oscilaba, según variables, entre el 49 y el 51%; y en el nuevo se aseguran, en principio, el 51% (queda el 49 para los propietarios).

De ese BRI depende el salary cap, el límite salarial que tienen todos los equipos para gastar en salarios cada temporada. Por eso, cuando se disparan los contratos televisivos, lo hace también el cap y, por lo tanto, los contratos de los jugadores. La gran revolución llegó en 2015, cuando se cerró un acuerdo con Disney (ESPN y ABC) y Turner (TNT) por unos 24.000 millones durante un período de nueve años (2016-2025). La magnitud de este acuerdo se entiende si se compara con el anterior, por el que Disney pagaba unos 485 millones y Turner, unos 445. La cantidad pasó a triplicarse, y superó los 2.600 millones anuales. Con esa inyección, el salary cap se descontroló: 63 millones en la temporada 2014-15, 70 en la 2015-16, la última del anterior acuerdo de TV… y 94 en la 2016-17. Un nuevo mundo.

Si se revisa la historia, el crecimiento en los contratos ha sido vertiginoso. NBC y Turner acordaron pagar 2.600 totales por cuatro años antes de la temporada 1998-99. Por entonces, el cap estaba fijado en 30 millones y el salario medio de los jugadores no superaba los 2,5. De ahí se pasó a un contrato (ABC, ESPN, Turner) de 4.600 por seis temporadas; Y de ahí, a uno de 7.400 por siete, la antesala del que ahora se ha agotado, el de la gran revolución de 2016 (24.000x9) que ha quedado convertido en calderilla por el nuevo, un marco de retransmisión complejo y con más actores en juego que va a dar a la NBA 76.000 millones de dólares por once años. Récord de dinero y de temporadas.

En 2016, la llegada de tanto dinero provocó una deformidad nunca vista en el mercado. Permitió, por ejemplo, que los Warriors tuvieran margen para acometer la llegada de Kevin Durant. Al menos, fue uno de los factores que facilitaron una operación a priori imposible. E hizo que los equipos, en esa inflación, firmaran muchos contratos demasiado altos. Tanto que las siguientes ventanas de mercado se resintieron. Las franquicias, con la mala conciencia del gastador, tenían que seguir pagando contratos que en lo deportivo se demostraron desastrosos; y entre los jugadores, las clases media y baja se encontraron con un mercado de peores posibilidades.

Como nadie quería que se repitiera algo así con el nuevo contrato televisivo, el último convenio colectivo especificó que el salary cap no podría experimentar subidas interanuales que fueran más allá de un 10%. De esta forma, si la llegada de ingresos iba más allá de esa cifra, se iría prorrateando para evitar un cap monstruoso y distorsionado. Básicamente, para evitar que el mercado volviera a descontrolarse como en 2016. El cap ha rozado los 141 millones esta temporada (2024-25) y superará los 154 la próxima (2025-26).

En la nuevo curso, en otoño, entrarán en vigor esos nuevos contratos televisivos que ya tienen forma definitiva y que han superado el total de 75.000 millones que en 2021 puso sobre la mesa el periodista Jabari Young (CNBC) para revuelo de muchos, que pensaron entonces que eran cifras disparatadas. El anterior acuerdo, que ya daba vértigo, situaba el total anual por encima de los 2.600 millones, casi triplicando la cifra anterior. Ahora, con ese 76.000x11, entraremos a partir del curso 2025-26 en el rango de los más de 6.900 millones anuales. Otra vez cerca del triple. Con esto se asegura, desde luego, que durante unos cuantos años el cap subirá ese máximo del 10%, el tope fijado por el convenio. Con ganancias que se prorratearán durante el futuro a medio plazo y garantizarán la riqueza de todos, también (claro) de los propietarios, en una NBA cuyos mejores jugadores entrarán aproximadamente en una década en los contrato de tres cifras, en el rango de los 100 millones anuales.

Así que todo invita al optimismo (económico) en una competición que, además, afrontará a medio plazo su expansión a 32 franquicias. En la práctica, las nuevas (si no sucede nada raro, la esperada en Las Vegas y el regreso de Seattle Supersonics) compran un equipo que hasta entonces no existía, se hacen con sus plazas a partir de un precio que se establece según el promedio de lo que cuestan la demás.

Por eso, operaciones como las de Celtics y Lakers ayudan a disparar también esos cálculos. La NBA puede pensar en sacar unos 5.000 millones, o incluso más en función de cuándo se active definitivamente el proceso, por cada uno de esos dos nuevos equipos. Ese dinero se repartirá entre los treinta actuales, que después tendrán que dividir en pedazos más pequeños (32) muchos de sus ingresos y ganancias en una competición que es una mina de oro y, por eso, no para de generar movimiento en el nivel de sus propietarios (veremos si todos los casos son para bien, y uno a seguir es el de Dallas Mavericks). Y en la que se han vendido, en cuestión de tres meses, los dos bastiones históricos, los que apilan 35 anillos. Boston Celtics en marzo y ahora, en números asombrosos, Los Angeles Lakers.

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