En casa de Hinault
AS visita Yffiniac, la localidad del ‘Tejón’, el último francés en conquistar el Tour... hace ya 40 años. Su imagen está presente en cada rincón.


Banderas de la Bretaña, una de las regiones más espectaculares de Francia, son agitadas desde primera hora de la mañana en la localidad de Yffiniac. Todavía quedan cerca de cuatro horas para que la séptima etapa del Tour pase por este punto, pero es un sitio que respira ciclismo. En unas cabañas apartadas del pueblo por aquel entonces, nació hace 70 años el último ganador francés del Tour de Francia, Bernard Hinault. Una eminencia y uno de los más ganadores de siempre, El Tejón está en el selecto club de ganadores de cinco Tours de Francia. Indurian, Merckx y Anquetil completan el póker de máximo triunfadores en la carrera francesa.
La casa parroquial de la localidad está rodeada de fotos y murales con todas las gestas de Hinault durante su carrera (del 1974 al 1986). También conquistó tres Giros (los tres que corrió) y dos Vueltas (las dos en las que participó), así como el considerado hasta el momento Mundial más duro de la historia: Sallances (Francia) 1980. Una vez se retiró, Hinault pasó a vivir en Calorguen (compró una granja en 1983 y el pueblo cuenta con 720 habitantes), localidad cercana a Yffiniac, y fue integrante de la organización del Tour hasta 2018.

Subía tras cada etapa a entregar el premio del podio, pero tras numerosos años (ahora tiene 70) decidió dar un paso atrás para no perderse el crecimiento de sus nietos, una vez que pensó que no había estado lo suficientemente presente en la adolescencia de sus hijos. Su carrera deportiva era el motivo. No es una zona montañosa, por eso, en sus inicios, sorprendía su gran rendimiento en la montaña. Tenía un motivo: cada día hacía más de 100 km en las zonas cercanas al mar con el viento en contra. Y eso el cuerpo después lo notaba. Sus inicios fueron peculiares, y es que con 15 años le regalaron una bicicleta por las buenas notas en la escuela.
¿Lo que hacía con ella? Intentar seguir a los camiones en las ascensiones de las colinas, tomando el rebufo para después intentar mantener la cadencia de la pedalada en solitario. Peligroso, pero efectivo en su momento. En los descensos, misma forma de actuar, aunque en esta ocasión tras los coches. Otra temeridad, aunque eran otros tiempos. De hecho, iba junto a sus amigos en bicicleta al colegio, pero ellos buscaban otro camino para evitar a un grupo con el que siempre tenían problemas. Hinault no, era el quién buscaba hacerles frente.

Esa voracidad la transmitió después a la bicicleta. Cuando no ganaba las carreras, hacía ataques para demostrar su fortaleza y, de paso, decidir quién las ganaba. Ayer, en la rotonda de su localidad que lleva su nombre, vivió un día especial. Christian Prudhomme, director del Tour, le recogió en el coche y fue hasta meta (a falta de 90 km) en el coche presidencial. “Vivir una jornada, así como espectador es un sueño”, dijo desde la ventanilla. 40 años después nunca un francés nunca ha vuelto a ganar el Tour. Y por ahora (Vauquelin fue portada de L’Equipe esta semana como baza de presente), parece que tardarán en sucederle.
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