La odisea del maillot amarillo para llegar a Lauwin-Planque
El Alpecin, con el líder Philipsen y Van der Poel, fueron uno de los afectados por la fuerte lluvia y llegaron más tarde de lo previsto a la salida.
Pocos minutos después de la victoria de Jasper Philipsen el sábado en Lille, aparecieron las primeras gotas de lluvia en la localidad al norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica. Por suerte para la mayor parte de los corredores, el chaparrón descargó después de que Philipsen se vistiese con el maillot amarillo por vez primera en su carrera. A sus 27 años, y tras su décima conquista de etapa en el Tour, el belga y el Alpecin tuvieron una cena de celebración pero, como es obvio, con cautela, ya que el domingo a primera hora tocaba afrontar la segunda etapa del Tour… que empezó con un esfuerzo extra.
La jornada arrancaba en Lauwin-Planque, un pequeño pueblo de apenas 1.300 habitantes. Nunca habían tenido el foco de ser salida de todo un Tour de Francia, y la lluvia trastocó las grandes imágenes previstas para la mañana. El control de firmas estaba previsto de 11:05 a 12:00. El Visma, sin ir más lejos, tenía que estar a las 11:38 en el escenario, pero eran las 11:40 y el equipo holandés estaba atascado a 2 km del punto de llegada. Misma situación para otros equipos como el Intermaché y el Alpecin, este último en el mismo punto de la carretera que AS. Era el gran día de Philipsen, con la bici pintada completamente de amarilla para una jornada especial, pero no fue como hubiese imaginado.
Finalmente, y como era obvio ante este inconveniente (varios coches se quedaron atascados en el barro a la hora de querer abandonar la zona de la salida), la organización del Tour decidió demorar la salida: de las 12:15 previstas a las 12:30. En algunos casos fueron a firmar de uno en uno en vez de todo el equipo juntos, pero pudieron cumplir al menos con el horario modificado. El peluche del león, presente en la luna del autobús del Alpecin por el triunfador Philipsen, pudo acompañar a su dueño. Después, ambos pusieron rumbo a Boulogne-sur-Mer aunque, como es obvio, por caminos separados. Es el Tour, donde la organización es prácticamente perfecta, pero de vez en cuando se vive algún día de este tipo.
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