Los 65.574 aficionados que fueron al estadio Mercedes Benz de Atlanta fueron, fundamentalmente, para ver a Messi. Su camiseta fue la que más se dejó notar en la grada. Exactamente lo mismo que en sus anteriores partidos del torneo: Al Ahly (60.927 espectadores), Oporto (31.783) y Palmeiras (60.914).

Pocos en el torneo han tenido el arrastre del argentino, que se ganó el puesto como anfitrión del Mundial junto a Inter Miami con mucha polémica. La FIFA le designó la plaza como equipo local por ganar la fase regular de la MLS (luego no acabó ganando el título tras los playoffs) y eso levantó numerosas suspicacias.

El plan de contar con Messi siendo el torneo en EE UU parecía claro y evidente. Infantino encontró un resquicio para poder darle la plaza que estaba vacante para el conjunto anfitrión. Seguramente Inter Miami ha sido el equipo más regular de la MLS últimamente, pero no ha podido corroborar con títulos oficiales ese dominio que con Messi ya tiene sobre otros.

Pese a ello, la FIFA le reservó un hueco y, visto lo visto, no se equivocó. Messi ha llenado o casi llenado estadio, ha sido estrella en los partidos hasta hacer enloquecer al público y ha dejado momentos colosales como el golazo de falta ante el Oporto.

Frente al PSG el sueño se truncó, como era de esperar. “Ha sido un baño de sangre”, comentó Javier Mascherano sobre el primer tiempo en el que los parisinos acabaron con 0-4 (el mismo resultado que al final).

Un dato de Opta al respecto es demoledor: el PSG marcó más goles en la primera parte (4) de ese partido que pases completó Inter Miami en el tercio ofensivo. Un baño que no afea lo que ha sido capaz de hacer Messi en el torneo: dejar el nombre de su equipo en alto y volver a demostrar que como él hay muy pocos. Lo sabía la FIFA y los datos le han dado la razón.

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