“¿Kirguistán? ¿Eso dónde está?”: la historia del primer español en una liga insólita
Tras fichar en enero por el Talant, Munir Abdeselam, mallorquín de ascendencia marroquí, se convirtió en el primer futbolista español en la liga de Kirguistán. “TikTok está prohibido y la Liga se ve gratis por YouTube”, cuenta desde Biskek.


A más de 8.000 kilómetros de casa, Munir Abdeselam (Palma de Mallorca, 1998) se ha convertido en el primer futbolista español en competir en la exótica y poco explorada Liga de Kirguistán. Desde enero de 2025 defiende los colores del Talant, un modesto club de la capital, Biskek, que lucha por eludir el descenso en un campeonato tan curioso como remoto. “Cuando me dijeron que había una opción en Kirguistán, sinceramente pensé: ‘¿Eso dónde está?’. No le di importancia, pero a los pocos días me llegó la oferta y dije: ‘Oye, esto puede ser una buena oportunidad’”, rememora Munir, que no dudó en cruzar medio mundo junto a su pareja y su hija para iniciar una nueva etapa profesional en Asia Central.
Kirguistán, país montañoso enclavado entre Kazajistán, Uzbekistán y China, es conocido por su belleza natural, sus lagos cristalinos y sus altos picos nevados que bordean incluso la capital. “Desde la ciudad se ven las montañas nevadas todo el año. Es espectacular. Ahora estamos a 33 grados y allí arriba todavía hay nieve. Eso impresiona mucho”, confiesa Munir, que asegura sentirse “cómodo y seguro” pese a la distancia cultural y lingüística. “La gente en el club me ha tratado de diez. Me vinieron a recoger a las dos de la mañana, me acompañaron al supermercado... El míster incluso me llevó a comer a casa de sus padres. En la calle hay gente cerrada, pero en el fútbol me han acogido muy bien”. Durante muchos años, Kirguistán fue considerada una “isla de democracia” en Asia Central, aunque las recientes reformas han suscitado preocupaciones sobre una posible deriva autoritaria.
La gente al principio ni se lo creía. Es escuchar un país acabado en ‘-tán’ y piensan que están en guerra
Munir Abdeselam
Llegar hasta allí no es fácil. Y convencer a tu entorno de que es una buena opción para continuar con tu carrera futbolística tampoco. “La gente al principio ni se lo creía. Es escuchar un país acabado en ‘-tán’ y piensan que están en guerra”, revela Munir, cuya llegada a Biskek fue toda una aventura: “El viaje es una locura. Poco después de llegar me fui de pretemporada y mi pareja tuvo que volver a Mallorca para no quedarse sola con la niña. Y son tres aviones. No es como cuando estuve en Polonia, que en un abrir y cerrar de ojos vuelves a casa”. Antes de empezar la temporada, Munir se volvió a reunir con su familia en Biskek porque, confiesa, “sin ellas no habría venido”: “El club se portó bien y nos puso un apartamento fuera del estadio. Incluso nos pagan el alquiler. Les dije que si no venía acompañado de mi familia, no venía”.
Kirguistán, al nivel de Tercera RFEF
En lo deportivo, Munir se ha encontrado con una competición impredecible y futbolísticamente caótica. “En España es todo más ordenado. Aquí hay equipos buenos, como el Abdish-Ata, que lleva ganando la Liga varios años. Pero en general hay mucha desorganización. A veces en el minuto 30 los extremos ya no bajan a defender y el partido se rompe. El entrenador me dijo que esa es su pelea continua: que los extremos defiendan”. Actualmente de baja por un esguince, Munir sigue el campeonato desde la grada: “Ves que los equipos que están arriba en la clasificación corren y saben a lo que juegan. En nuestro equipo muchas veces el plan no se cumple”.
La diferencia con el fútbol español, admite, es grande. “Lo equipararía con una Quinta División de España. Yo el año pasado jugaba con el Montijo en Tercera RFEF y el ritmo era mayor que aquí en Kirguistán. Cuando lo digo, algunos no se lo creen. Dicen: ‘¿Estabas jugando en Quinta División? Madre mía’. Para que conozcan el nivel del fútbol español yo les pongo el ejemplo de (Raúl) Asencio, que estaba en Primera RFEF y está rindiendo muy bien en la élite. Es difícil que lo entiendan, pero es la realidad. El nivel del fútbol en España es espectacular”. Pese a todo, Munir reconoce talento local: “Hay jugadores que destacan. No para jugar en Primera o Segunda División de España, pero sí para ser internacionales y ganarse la vida con el fútbol”.
Aquí la gente está más centrada en UFC, boxeo... Y eso que muchas veces las entradas para el fútbol son gratis.
Munir Abdeselam
Aunque son pocos los jugadores del Talant que no se ganan la vida única y exclusivamente con el fútbol, la realidad es que el balompié está lejos de ser el deporte rey en Kirguistán: “Aquí la gente está más centrada en UFC, boxeo... Nuestro estadio es nuevo, lo estrenamos hace dos semanas, y es espectacular, pero viene poca gente. Hay campos con 20.000 asientos e igual van 1.200 espectadores. Y eso que muchas veces las entradas son gratis. A veces se paga, pero cuestan poco, 1,50 euros”. El deporte tradicional, sin embargo, es el kok-boru, que consiste en que dos equipos montados a caballo luchan por colocar el cadáver de una cabra en una meta y simboliza el espíritu nómada del país y es considerado patrimonio cultural.
Tan extraño como el kok-boru es que la Primera División de Kirguistán tenga VAR... pero solo en algunos campos. “Es bastante raro. En un partido reciente expulsaron a un compañero tras revisarlo en el VAR. Minutos después nos metieron un gol en fuera de juego clarísimo y no lo revisaron. Nuestro entrenador se volvió loco porque lo vio en directo desde el móvil”, recuerda Munir, cuyos partidos . “Lo que no se puede ver es TikTok porque está prohibido y no puedes acceder sin VPN”, puntualiza el lateral español del Talant.
Uno de los grandes retos a los que se está teniendo que enfrentar Munir es el idioma, pues forma parte de un vestuario en el que conviven kirguís, uzbekos, rusos y ucranianos. “Soy el único que no habla ruso. Me comunico con dos compañeros que saben inglés y me ayudan a traducir. Los rusos y los ucranianos se llevan estupendamente, por cierto”. Y aunque la barrera lingüística se nota también en la vida diaria, Munir destaca la seguridad y la tranquilidad de Kirguistán: “Veo a niños dejar patinetes o balones en la calle y nadie los toca. No he visto nada raro desde que llegué. Me parece un país superseguro”. Su rutina, eso sí, es sencilla: entrenamientos, paseos por el centro de Biskek, visitas a centros comerciales y planes en familia: “Hay zonas enormes para niños y muchos restaurantes. Y los días libres la gente suele ir a la montaña, a comer o a montar a caballo. Ya me han invitado, iré cuando me recupere de la lesión”.
A pesar de estar totalmente inmerso en la lucha por la permanencia, Munir mantiene la calma y aporta profesionalidad a un vestuario que a veces peca de amateurismo. “Hay presión por salvarse, pero no es como en España. Allí pierdes y estás jodido toda la semana. Aquí, al día siguiente, están de bromas en el gimnasio”, resume con una mezcla de sorpresa y resignación. Puede que Biskek no sea su destino final, pero sí una parada tan inesperada como reveladora en su camino. Una etapa que, quizá, anime a otros españoles a mirar más allá del radar habitual. Porque, aunque su nombre acabe en ‘-tán’, Kirguistán no es tan hostil ni tan inaccesible como muchos imaginan. “Es verdad que en España se vive espectacular, pero estoy muy contento aquí”, concluye Munir Abdeselam.
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