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Nico Williams y otros fichajes que acabaron en guerra: Di Stéfano, Mijatovic, Neymar, Mbappé...

Pulso entre clubes, tensiones legales y ecos de operaciones históriciccwin247.como las de Di Stéfano, Figo o Neymar convierten lo de Nico en otra batalla por el poder.

Figo, en su presentación como jugador del Madrid procedente del Barça, custodiado por Florentino Pérez y Di Stéfano.
Marta Trabanca
Actualizado a

Hay culebrones de verano que apenas llenan minutos de tertulia. Y luego están los que revientan oficinas, dejan tocadas a las aficiones y retumban en despachos de clubes, federaciones y ligas. El caso de Nico Williams, su presunta marcha al Barcelona y su sorprendente renovación con el Athletic, supone un nuevo capítulo en los fichajes más calientes de la historia del fútbol español.

Todo comenzó con una declaración pública de Deco, director deportivo del Barça, reconociendo que Nico Williams, con contrato en vigor hasta 2027, estaba en su agenda. Sonrisa de medio lado y frase directa al corazón de Ibaigane. El Athletic no tardó en mover ficha: reunión urgente con LaLiga y comunicado oficial agradeciendo la “claridad y disposición” del organismo presidido por Javier Tebas. La clave: verificar si el club culé cumple la famosa regla 1:1 que le permite inscribir jugadores.

Y eso es lo que estaba en juego: saber si el Barça tiene músculo financiero real o eran solo apariencias. En Bilbao no se fiaban y se pusieron manos a la obra para dar la vuelta a la situación. El presidente Jon Uriarte y el director general Jon Berasategi tenían claro que Nico es patrimonio del Athletic y que dejarlo marchar no entraba en sus planes.

Esta actitud firme del Athletic y la falta de garantías del Barcelona para asegurar a Nico su inscripción dieron la vuelta al caso con un resultado sorprendente y ya conocido: renovación de Nico Williams hasta 2035 y cláusula de casi 100 millones.

El trasfondo, en realidad, recuerda a otros episodios ya vividos. Porque la tensión, el fuego cruzado, promesas que van y vienen… no es nada nuevo.

Di Stéfano, el fichaje que partió la historia del fútbol español en dos

Considerado el mejor futbolista de su época y aún para muchos el número uno de todos los tiempos, Alfredo Di Stéfano protagonizó en 1953 el fichaje más enrevesado y polémico de la historia del fútbol español. Una operación que cruzó líneas deportivas, políticas y federativas, y que agitó por completo las ya tensas relaciones entre Real Madrid y Barcelona.

Todo comenzó cuatro años antes, cuando Di Stéfano se fugó de River Plate para jugar en Millonarios de Bogotá, atraído por el auge económico de una liga colombiana al margen de la FIFA. Aquella “liga pirata”, que fichaba estrellas sin pagar traspasos, generó un conflicto internacional que acabó con Colombia expulsada del organismo.

Para resolver el caos, en 1951 se firmó el “Pacto de Lima”: los jugadores procedentes de fuera seguían perteneciendo a los clubes colombianos hasta que expirasen sus contratos, y no podrían ser traspasados. Solo entonces regresarían a sus clubes de origen. Di Stéfano, por tanto, era legalmente jugador de Millonarios hasta finales de 1954.

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Ganador en 1957 y 1959

En marzo de 1952, durante un torneo por el 50º aniversario del Real Madrid, Millonarios deslumbró. Di Stéfano brilló especialmente ante los blancos. Santiago Bernabéu quedó fascinado, pero al consultar por su fichaje, Alfonso Sénior, presidente del club colombiano, le explicó que no podía venderlo. Esa misma gira también activó las alarmas del Barça, que envió emisarios a Buenos Aires un año después, con Kubala aún recuperándose de una tuberculosis.

Di Stéfano, agotado del ritmo de partidos en Colombia y buscando estabilidad para su familia, aceptó la oferta del Barcelona. Firmó con el club catalán, que pagó cuatro millones de pesetas a River Plate, su club de origen, sin saber que esos derechos no podían hacerse efectivos hasta 1955. En mayo de 1953 aterrizó en España, se instaló en un piso en la calle Balmes de Barcelona y posó en Las Corts junto a Kubala. Incluso disputó un amistoso con el Barça, en el que ambos compartieron delantera en un 6-2 memorable. Pero no llegó a jugar ningún partido oficial: su ficha no fue inscrita.

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Tras un duro litigio, Di Stefano acaba jugando en el Real Madrid en 1953. Kubala llevaba ya dos años en la Liga. Ambos lucieron la camiseta del Barça en un homenaje.

Millonarios denunció el caso ante la FIFA. Mientras tanto, el Real Madrid negoció directamente con el club colombiano y aceptó pagar los 27.000 dólares que el Barça había rechazado. Así adquirió los derechos provisionales del jugador hasta que venciera su contrato. La situación legal era tan confusa que la Federación Española consultó a la FIFA. El encargado de mediar fue Muñoz Calero, ex presidente de la RFEF y hombre del régimen, quien propuso una fórmula inaudita: Di Stéfano jugaría cuatro años en España, alternando cada temporada entre Barça y Madrid.

Di Stéfano lo dijo claro: “He venido a España para jugar en el Barcelona”. Pero la decisión de la Federación de alternar dos años en cada club, fue rechazada por el Barça. La directiva dimitió. El club se rindió. Y el Madrid se quedó con el delantero.

El 22 de septiembre, el Real Madrid registró oficialmente su ficha. Al día siguiente, Alfredo Di Stéfano debutó en un amistoso contra el Nancy francés en el estadio de Chamartín. Marcó su primer gol con el club blanco, y el Madrid, comenzó una era de gloria: cinco Copas de Europa consecutivas y una hegemonía continental que lo convirtió en el club más laureado del siglo XX.

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La historia fue clara. El Barça tenía el contrato con River, el Madrid con Millonarios. Y en medio, un jugador bloqueado legalmente, manipulado institucionalmente y finalmente inclinado hacia el proyecto que le ofreció certeza y respaldo. Años después, se hallaron documentos que demostraban que River ya había recibido el dinero del Barça. Pero un movimiento de Bernabéu cambió la historia:

El Barça se quedó con una foto. El Madrid, con la leyenda.

Mijatovic, el fichaje que dinamitó el puente entre Mestalla y Chamartín

Hablar de Predrag Mijatovic es hablar de una figura que enamoró a Mestalla. En la década de los 90, el montenegrino fue la gran referencia del Valencia. Llegó en 1993 desde un Partizán que dominaba en la antigua Yugoslavia, y en apenas unos partidos dejó claro que en su pierna izquierda había talento de estrella mundial.

Con Guus Hiddink como técnico, debutó con un doblete ante el Oviedo. Su crecimiento fue meteórico. Y un idilio con la afición que crecía cada fin de semana. Su temporada cumbre llegó en 1995-96: 28 goles, subcampeonato de Liga y una final de Copa del Rey que rozó la gloria. El heredero de Kempes, decían algunos. El hombre más querido por una generación, decía él.

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Pero todo ese amor se rompió en marzo de 1996.

Lorenzo Sanz negoció durante toda la campaña 1995-96 a espaldas de Francisco Roig, presidente del Valencia, la contratación de Mijatovic. Al margen del club y de su gente, Mijatovic firmó un contrato con el Real Madrid. El mismo jugador lo había negado días antes ante la Agrupación de Peñas del Valencia, asegurando que seguiría. “No tuve fuerzas para desilusionarlos”, confesaría años después. Pero su salida estaba hecha. El Madrid pagó su cláusula de 1.489 millones de pesetas (unos 9 millones de euros) y se lo llevó.

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El 11 de marzo de 1996, Francisco Roig lanzó duras acusaciones contra Lorenzo Sanz, señalando que el fichaje de Mijatovic se estaba financiando con fondos procedentes de Antena 3: “Ayer un vicepresidente del Real Madrid metía en el bolsillo de Mijatovic el doble de lo que gana en el Valencia. Conozco todas las cláusulas de los jugadores del Madrid y Sanz se puede llevar una sorpresa”.

La respuesta del presidente blanco no se hizo esperar: “Si he molestado a Roig lo siento, pero si se quiere llevar a alguno del Madrid, que lo intente. A ver si alguno quiere irse al Valencia”. Roig incluso amenazó con acciones legales por el contrato de derechos de imagen del jugador montenegrino: “El Madrid está más pelado que una mona”. Mientras tanto, Mijatovic dejaba clara su postura: “En el Valencia tengo todo, salvo títulos, que es lo que realmente deseo”. A partir de ahí, la relación entre ambas entidades, hasta entonces muy cercana, se resquebrajó. Aquel traspaso dejó heridas abiertas que el paso del tiempo no ha conseguido cerrar.

La afición valencianista, que lo había idolatrado, lo convirtió en el enemigo. Cuando regresó con la camiseta blanca en 1997, Mestalla le dedicó una intensa pitada que el jugador nunca olvidará. En el Madrid tuvo momentos brillantes, como el gol de la Séptima, en la final de Champions ante la Juventus en 1998. Ese tanto le valió el cielo blanco.

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El yugoslavo Predrag Mijatovic, del Real Madrid, intenta escapar de Luis Milla (derecha) y el rumano Adrian Ilie, del Valencia, en el encuentro de Liga que disputan en el estadio "Santiago Bernabeu".

Jugó tres temporadas en el Bernabéu. Luego se marchó a la Fiorentina, y más tarde al Levante, donde terminó su carrera en España. En total, dejó 68 goles y 36 asistencias en el Valencia. Números de leyenda. Pero su historia siempre llevará un asterisco.

Su fichaje fue más que una operación de mercado. Un antes y un después en la relación entre dos clubes históricos. Y un traspaso que cambió la forma en que se entendían las cláusulas. Además de una advertencia eterna: en el fútbol, del amor al odio, no hay nada.

Figo, el fichaje que encendió el infierno en el Camp Nou

Pocas imágenes definen tan bien un recibimiento hostil como la de un futbolista agachado para lanzar un córner, rodeado de monedas, botellas y una cabeza de cochinillo. Luis Figo vivió esa escena en el Camp Nou. Y aunque han pasado más de veinte años, aquel fichaje sigue siendo uno de los más hirientes, emocionales y simbólicos de la historia del fútbol español.

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Verano del año 2000. Luis Figo, capitán del Barcelona, símbolo del equipo y estrella indiscutible, estaba en pleno proceso de renovación. Mientras tanto, Florentino Pérez, un desconocido para la gran masa que competía por la presidencia del Real Madrid, buscaba un golpe de efecto. Lo encontró en Figo.

Todo empezó con una mentira de Paulo Futre, amigo del agente de Figo, José Veiga. Florentino le pidió ayuda para convencer al jugador. Futre fingió estar hablando por teléfono con Veiga delante del empresario madrileño y cerró un acuerdo falso para forzar la negociación. Lo increíble fue que esa farsa se convirtió en realidad. El precontrato se firmó. Y el candidato lo usó como baza electoral: “Si salgo elegido, Figo jugará en el Real Madrid. Si no viene, pagaré su cláusula de penalización”.

Lo que parecía una estrategia para llamar la atención se convirtió en una promesa sellada. Figo, que en esos días decía a la prensa catalana que “esta es y será mi camiseta”, tenía un problema: si no fichaba por el Madrid, él, o su agente, debía pagar 30 millones de euros.

Las elecciones llegaron. Florentino ganó. Y Figo, atrapado entre el treta financiera y la presión mediática, voló de sus vacaciones en Cerdeña a Lisboa. Allí se reunió con el nuevo presidente blanco. Y aceptó.

El Madrid pagó su cláusula de 60 millones de euros (una cifra nunca vista) y lo presentó en el Santiago Bernabéu con Di Stéfano al lado. La imagen, con Figo vestido de blanco, fue un mazazo en Barcelona. En el vestuario culé, en la grada y en las instituciones. Joan Gaspart, recién elegido presidente del Barça, confesó que el fichaje le provocó un desgarro emocional.

Pero el episodio más duro llegaría en noviembre. Figo regresó al Camp Nou como rival. Cada balón que tocaba iba acompañado de insultos, objetos arrojados desde la grada y un odio sin filtro. Años después, el propio portugués confesó que “nunca me sentí tan solo en un campo de fútbol”.

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Ese traspaso no solo marcó el comienzo del proyecto galáctico del Madrid, con Zidane, Ronaldo y Beckham en los años siguientes. También provocó una crisis institucional en el Barça, que tardó años en reconstruirse. A nivel mediático, fue el primer gran “culebrón” global del fútbol moderno.

Figo no solo cambió de equipo. Cambió el ecosistema del fútbol español. Y lo hizo sin mirar atrás.

Sol Campbell, el capitán que cruzó la línea roja

Hay decisiones que se sienten como puñales. Y luego está la de Sol Campbell. El defensa inglés no solo cambió de club. Cruzó la línea más prohibida del norte de Londres. Saltó del blanco del Tottenham al rojo del Arsenal. Y lo hizo como nadie lo había hecho antes: en silencio, gratis y dejando atrás años de idolatría. Una bomba.

Corría el verano de 2001. Campbell era capitán de los Spurs, canterano, símbolo, líder. Declaraba su compromiso con el club una y otra vez. Negaba cualquier posibilidad de vestir otra camiseta, especialmente la del Arsenal. Y sin embargo, lo hizo. Firmó con los ‘Gunners’ como agente libre, en una operación que dejó helada a toda una afición. No hubo traspaso. No hubo compensación. Solo una traición que aún hoy retumba en White Hart Lane.

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El anuncio se hizo oficial sin previo aviso. No hubo filtraciones. Nadie lo esperaba. Ni siquiera los periodistas que cubrían el mercado. El Arsenal lo presentó con total normalidad y Campbell apareció, sereno, con su nueva camiseta. Lo que para Arsène Wenger era un golpe maestro, para el Tottenham fue una humillación. Para muchos, una traición histórica.

Y no fue una decisión pasajera. Campbell no se escondió. Jugó. Ganó dos Premier League con el Arsenal, en 2002 y 2004, esta última como parte del legendario equipo de los ‘Invincibles’, que no perdió ni un solo partido. En 2006, llegó a la final de la Champions League y marcó el gol del Arsenal en la derrota ante el Barça. Se declaró feliz en el Arsenal. Y con cada logro, el dolor del aficionado spur se hacía más profundo.

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A día de hoy, el suyo sigue siendo uno de los traspasos más polémicos en la historia del fútbol inglés. No solo por el cambio de camiseta, sino por todo lo que simbolizó. Tottenham y Arsenal se odian desde hace más de un siglo. Y cruzar esa frontera, aún más siendo leyenda, es algo que pocos han hecho. Sol Campbell lo hizo. Y no miró atrás.

Para los fans del Arsenal, fue uno de los fichajes más inteligentes y rentables que se recuerdan. Para los del Tottenham, sigue siendo una herida abierta. Porque hay decisiones que dan títulos… y otras que dividen para siempre.

Pogba, un adolescente que desató una tormenta legal en Europa

Fichajes que encienden estadios, otros que sacuden despachos. El de Paul Pogba, en 2009, fue uno de estos últimos. A sus 16 años, todavía sin debutar como profesional, el joven mediocampista francés protagonizó una de las transferencias más polémicas y enrevesadas del fútbol europeo reciente.

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El 31 de julio de 2009, Pogba anunció su salida del Le Havre para fichar por el equipo reserva del Manchester United. El club francés no daba crédito: había firmado un acuerdo de no captación con el jugador y sus padres en 2006, que garantizaba su continuidad hasta el final de la temporada 2009-10. La idea era clara: cuando cumpliera la edad y los requisitos de beca, firmaría como aprendiz profesional. Pero Pogba y su familia tomaron otro camino.

Solo un día después, el 1 de agosto, Le Havre publicó un comunicado durísimo, que acusaba al United de “arrancar” a un menor a golpe de talonario y denunciaba que el club inglés había ofrecido dinero y hasta una casa para convencer a sus padres. El escándalo llegó tan alto que el caso terminó en los despachos de la FIFA.

Manchester United respondió con contundencia, negando incentivos económicos, defendiendo la legalidad de su proceder y amenazó con acciones legales si las acusaciones se repetían. Pero el daño ya estaba hecho. Pogba, de apenas 16 años, se convertía en el símbolo de una lucha creciente: la guerra entre clubes por el talento adolescente europeo.

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Y eso no fue todo. El US Torcy, club anterior de Pogba, se sumó al fuego cruzado y acusó al propio Le Havre de haber actuado de forma idéntica al llevarse al chico años atrás. “No diremos que lo robaron, pero se comportaron igual que ahora critican”, alegaron.

Finalmente, el 7 de octubre de 2009, la FIFA le dió la razón al Manchester United: Pogba no tenía contrato vinculante con Le Havre. El caso se cerró definitivamente el 18 de junio de 2010, cuando ambos clubes llegaron a un acuerdo confidencial.

Mientras los tribunales hablaban, Pogba ya jugaba. Debutó en la sub-18 del United apenas tres días después de cerrar su fichaje y marcó 7 goles en su primera campaña. En 2011, ya era habitual en el equipo reserva. Y en 2012, Alex Ferguson lo promovió al primer equipo, donde debutó en la Premier League el 31 de enero ante el Stoke City.

El resto es historia. O el comienzo de una aún más grande. Pogba no solo fue un caso legal. Fue la primera gran pieza de un mercado en el que los clubes dejaron de pelear por jugadores hechos… para empezar a hacerlo por los que apeniccwin247.comenzaban a crecer.

Neymar, el fichaje que cambió las reglas del juego

Verano de 2017. Una foto. Un tuit. Dos palabras: “Se queda”. Gerard Piqué lo publicó convencido. Neymar, el heredero del Barça, el compañero perfecto de Messi y Suárez, el símbolo del futuro, parecía atado. Pero la historia ya estaba escrita… en los despachos de París y en los contratos de Doha.

El PSG no negoció. No sedujo. No prometió. Simplemente pagó. 222 millones de euros. Una cifra inasumible para casi cualquier club… excepto para uno financiado por un Estado. Mientras en España se hablaba de cláusulas disuasorias, los cataríes vieron una oportunidad de oro y no pestañearon. Tenían el cheque, el jugador quería volar solo, y la tormenta perfecta estalló sobre el Camp Nou.

Juan de Dios Crespo, el abogado que pilotó el procedimiento, lo recuerda como si fuera una novela jurídica: “Sabía que iba a pasar algo. No era una operación normal”. Porque no lo fue. LaLiga, entonces bajo la estricta mirada de Javier Tebas, se negó a aceptar el cheque. Literalmente, una operación de nueve cifras fue rechazada en ventanilla.

Plan B: levantar acta notarial. Plan C: ir directamente al Barça. “¿Tú quieres el cheque?”, preguntó Crespo a Óscar Grau, director general culé. La respuesta fue afirmativa. No quedaba otra. La cláusula, redactada años atrás como un muro infranqueable, fue derribada con una simple transferencia bancaria.

Neymar firmó con el PSG. Se presentó en el Parque de los Príncipes con una sonrisa y una camiseta con el dorsal 10. El fútbol mundial miraba incrédulo. Se acababa de cerrar el fichaje más caro de la historia. Uno que, por su forma y su fondo, rompió con todo lo anterior.

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Porque más allá del dinero, aquello fue un terremoto económico, legal y emocional. Neymar no solo se fue: desató una inflación sin precedentes. Lo que antes eran cláusulas preventivas, ahora eran objetivos alcanzables para clubes-estado. El mercado se volvió loco. Coutinho, Dembélé, João Félix… todos fichajes posteriores que vivieron a la sombra del ‘efecto Neymar’.

En el Barça, el vacío fue triple: deportivo, simbólico y comercial. Perdieron a su estrella emergente, a un icono del marketing global y a uno de los pocos que podían encarar a Cristiano y a Messi en un Balón de Oro. En el PSG, en cambio, ganaron imagen y músculo financiero. Solo la Champions se les resistió.

Años después, el propio Neymar reconocería que su marcha no fue su mejor decisión. Intentó volver al Barça. Pero el club francés, sabedor del valor (futbolístico y económico) de su inversión, lo retuvo a toda costa.

El caso Neymar no fue un traspaso. Fue un punto de inflexión. Una jugada maestra del poder económico que evidenció que, cuando hay petróleo de por medio, las cláusulas son papel mojado.

Mbappé, el culebrón que duró 7 años y ha acabado en los tribunales

Kylian Mbappé: un caso aparte. Durante siete años, su nombre fue sinónimo de suspense veraniego y de comunicados oficiales que no hacían más que alimentar una historia que, finalmente, tuvo su desenlace el 3 de junio de 2024, cuando el Real Madrid anunció su fichaje con un escueto comunicado que puso fin a la saga más mediática del mercado europeo.

Todo había comenzado en 2017, cuando el club blanco, con Zinedine Zidane, se lanzó a por una joven estrella que deslumbraba en el Mónaco. El acuerdo con el propietario del club, Dmitri Rybolovlev, estaba encaminado, pero la irrupción del PSG, con 180 millones de euros y el encanto de jugar en su ciudad natal, cambió el rumbo de la historia.

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El delantero francés del PSG, Kylian Mbappé, durante su presentación.

El PSG se hizo con Mbappé, primero como cedido y luego en propiedad. Allí, entre goles, récords y una Copa del Mundo con Francia en 2018, el delantero se convirtió en una superestrella. Pero el sueño del Madrid nunca desapareció. En 2021, el club blanco lanzó una oferta de 200 millones de euros que el PSG ni siquiera respondió. Un año después, en 2022, cuando Mbappé tenía todo para llegar libre al Bernabéu, renovó en el último instante con una propuesta multimillonaria impulsada incluso por el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron.

En 2023, la situación dio un nuevo giro. Mbappé anunció que no renovaría, lo que llevó al PSG a dejarlo fuera de la gira asiática de pretemporada. El club presionaba para que activara una cláusula de renovación hasta 2025. Finalmente, se reincorporó al equipo y disputó la temporada, pero el desgaste era total.

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La salida definitiva llegó tras la final de Copa del 25 de mayo de 2024, donde Mbappé se despidió del PSG con un último título. Poco después, el Madrid ganó su 15ª Champions y, al fin, llegó el anuncio esperado: Mbappé firmaba por cinco temporadas. “Muy feliz y orgulloso de formar parte del club de mis sueños”, escribió el jugador en redes.

Pero la historia no terminó en la foto con Florentino. En mayo de este año, Mbappé presentó una denuncia contra el PSG por acoso moral y tentativa de extorsión. Sus abogados aseguran que en 2023, cuando fue apartado del equipo, el club le presionó para firmar una renovación forzada, enviándolo a entrenar al llamado “loft”, junto a otros descartes. Además, reclama 55 millones de euros por primas de fidelidad y salarios impagados.

Dos jueces de instrucción investigan ya el caso, mientras el PSG guarda silencio. Mbappé, por su parte, ya recuperado de una gastroenteritis durante la fase de grupos del Mundial de Clubes, espera dar su máximo nivel en cuartos con el Real Madrid. Una historia de fichajes, poder, presiones y justicia. Una historia que, como tantas otras, también se escribió lejos del campo.

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16/07/24 ACTO DE PRESENTACION KYLIAN MBAPPE NUEVO JUGADOR FICHAJE REAL MADRID JESUS ALVAREZ ORIHUELA

Nico se queda

Ahora, con Nico Williams en el ojo del huracán, la historia se ha repetido. Athletic y Barça se han enfrentado duarnte dos años en un pulso que ha mezclado legalidad, orgullo e intereses económicos. El club bilbaíno prometió no ponerlo fácil. No cedió a presiones. No había salidas pactadas. Solo una realidad: querían que Nico siguiera en San Mamés. Y acaba de firmar hasta 2035.

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Todas las miradas apuntan ahora al mismo sitio. Y el Barça, con Joan Laporta al frente, mide cada palabra. Pero el revolcón ha sido claro: querían a Nico y éste ha dicho no en algo que no era solo un fichaje. Era otra batalla por el poder.

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