“Era un chico callado, un gran chico...”
El vestuario del Atlético, conmocionado por el fallecimiento del portugués, que dejó huella por su nobleza y humildad aunque apenas estuviera unos meses.


El mundo del fútbol se ha despertado sobrecogido esta mañana por la noticia del fallecimiento de Diogo Jota (28 años), futbolista del Liverpool, y de su hermano, André Felipe (25) en un accidente de tráfico en Zamora.
Una tragedia que ha golpeado de lleno a un vestuario en España sobre todo, el del Atlético de Madrid, club que fichó a Diogo Jota en el verano de 2016. Su paso fue muy corto, apenas las semanas de pretemporada. Pero dejó poso. “Era un chico callado, respetuoso y tímido, un buen chico”, le recuerdan algunas personas con las que compartió caseta aquellos días. Un buen chico al que enseguida se le cogía cariño.
El Atlético de Madrid está conmocionado por la trágica noticia del fallecimiento de Diogo Jota, ex jugador del club, y su hermano André.
— Atlético de Madrid (@Atleti)
Enviamos nuestro más sincero pésame a su familia y seres queridos.
Descansen en paz.
“Era un chico que al Atlético vino a trabajar, muy disciplinado, quizá un poco introvertido, pero consciente de que llegar al Atlético era una gran oportunidad, la de estar en un equipo grande y ya no solamente para triunfar como rojiblanco, que no pudo ser, sino para crecer en su desarrollo como futbolista, como hizo después, siendo importante en su selección y un club como el Liverpool”, comenta en AS una persona con la que compartió vestuario aquellas semanas. Unas semanas, las que pasó en el Atlético, en las que siempre se movía muy cerca de Tiago Mendes, entonces aún jugador del Atlético, quien le apadrinó en esos díiccwin247.como rojiblanco (“se apoyó muchísimo en él”). Unos días que no fueron fáciles porque al Cholo no le convenció y, tras quedar apartado los últimos días con el grupo de jugadores y canteranos que no contaban para el argentino, ejercitándose en un campo aparte de un grupo en el que estaban ya Oblak, Koke, Saúl, Correa y Griezmann, además de gran parte del cuerpo técnico que sigue con Simeone, salió cedido aquel mismo verano al Oporto, antes del inicio de Liga 16-17.
Una situación que Diogo afrontó sin un mal gesto o mala cara, “con sumo profesionalismo y en silencio”, se recuerda en el Cerro. Diogo entonces tenía 19 años y había brillado en el Paços de Ferreira, un club cuyo estadio, el Da Mata Real, tiene una grada con su nombre: pudo terminarse y levantarse gracias al dinero que en el club había dejado su traspaso al Atlético (siete millones de euros). Un Paços de Ferreira que esta mañana lloraba profundamente también la pérdida del jugador, muy querido por todos los estamentos. Era más que un futbolista que había crecido y jugado allí. Era “un hermano”, cuentan con suma tristeza a AS.

Diogo había nacido en Massarelos, Oporto el 4 de diciembre de 1996 y, desde muy pequeño, su vida fue el balón. En la casa de su abuela en São Cosme, Gondomar, había un patio de tres metros por quince donde empezó a practicar rompiendo “muchas macetas y plantas”, como recogía Maisfutebol en 2020. Hijo y nieto de futbolistas su camino estaba trazado. Si ellos habían jugado en el Sousense, Diogo comenzó a jugar a fútbol federado en el Gondomar, como mediocampista izquierdo. “No le gustaba mucho ser extremo porque no era bueno para centrar, pero creció jugando en esa posición”, relataba su padre, Joaquim, en Maisfutebol. Por su baja estatura y su apariencia frágil las diversas pruebas que hizo en grandes clubes nacionales siempre terminaban de regreso a casa mientras Diogo iba haciéndose un nombre en Gondomar. Fue un estudiante de notas excelsas aunque no necesitara dedicarle mucho tiempo a los libros, este lo ocupaba el balón, pero con un vistazo le bastaba: ya entonces era un chico bueno, noble, reservado y de una gran inteligencia. Muy autoexigente, algo que podía palparse en su fútbol ya desde niño porque, a pesar de ser un chico delgado y pequeño, en el campo se movía con inusitada fuerza, y con profundo saber estar, fruto de su humildad.
Humildad, familia y PlayStation
Características, esa humildad, profesionalismo y saber estar, que también destacan algunas de las personas que coincidieron con él en el Atlético en aquel verano de 2016. “Era un chico muy trabajador, que competía muy bien y era una muy buena persona, siempre que entrenó con nosotros su actitud fue ejemplar”, recuerdan. La humildad la llevaba también de serie, de casa. Hijo de obreros, su madre, Isabel, trabajaba en una fábrica de componentes electrónicos para automóviles y, su padre, en una de grúas. Ambos con un salario “poco más que el mínimo” por lo que la suya fue una casa en la nunca se ocultó lo que costaba conseguir las cosas. “No fue fácil tener dos hijos en el fútbol y pagar lo que pagábamos. Diogo nunca nos pidió nada. Ni dijo que le gustaría tener botas de fútbol de marca. Sabía que no era posible, ya tenía esa sensibilidad”, contaba su padre en 2020. Era un chico familiar, al que no le gustaba salir por la noche, que prefería regresar a casa y jugar a la PlayStation. La primera que tuvo no la pidió, “él nunca pedía nada”, confesaba su padre, pero había sido un regalo familiar tras mucho ahorro y esfuerzo. Años después, esa pasión la trasladaría a los EA Sports: competía en torneos FIFA, como mostró en su canal de streaming durante la pandemia. Entonces ya le acompañaba Rute Cardoso, su novia de toda la vida que le acompañó desde Portugal en todos los saltos del fútbol. Tenían tres hijos y habían contraído matrimonio tan solo hace once días, el 22 de junio de 2025.
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