Moqui Aragonés: “Mi padre me lo decía, la mejor herencia que voy a dejarte es el Atleti y su gente”
Sentido homenaje de la peña atlética de Villalba a la figura de Luis con la presencia de su hija y dos leyendas a las que entrenó: Pedraza y Mejías.


Cuando la proyección del vídeo termina, un hombre y una mujer emocionados se dan la mano sobre la mesa. Dos manos que se abrazan y se consuelan, emocionadas tras esos doce minutos que les han dejado hipar en el pecho y los ojos llenos de agua. Con ese nombre en el aire que aún no se ha apagado. Estaba en el vídeo, coreado por un Vicente Calderón, ay viejo estadio, lleno y en este comedor de verano del restaurante Entrevías de Collado Villalba que llenan 203 personas.
“Luis Aragonééés, Luis Aragonééés”.


Él se llama Valentín Benito Rodríguez y es el presidente de la peña que se celebra esta noche, la rojiblanca de Villalba. Ella, María José, Moqui, la hija del hombre cuyo nombre no se apaga. Ni lo apagará nada. Hace once años que se fue al tercer anfiteatro pero de él nadie habla en pasado. Luis es leyenda, camino, el ejemplo más claro de cómo el Atleti puede llenar una vida. Lucía, una chica sentada frente a ellos confirma. Golpea la mesa con una de esas frases que se prenden del equipo rojiblanco como el escudo en el pecho. “Ganar, ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Ganar, ganar, ganar...”. Mientras se celebra alto a club que enseña, sobre todo, lo que vale eso. Ganar. Esta peña creada el 17 de marzo de 1967 a los pies de la vertiente sur de la sierra de Guadarrama, a 40 kilómetros de Madrid capital, lleva haciéndolo 58 años. Es la décimotercera más antigua de Madrid. Y este aniversario lo celebra con un homenaje a Luis y la presencia de su hija, además de dos jugadores a los que entrenó en el Atleti de los 80. Un portero y un extremo, los dos también leyendas: Ángel Mejías y Juan Carlos Pedraza.


María José sigue emocionada y con los ojos en agua cuando coge ese micrófono cuya batería va y viene para contar algo de casa. Lo que le decía su padre, ese hombre a quien la afición le levantó una estatua a los pies del Metropolitano, cerca de la avenida que lleva su nombre: “La mejor herencia que yo te voy a dejar es esta: el Atleti y su gente, el Atleti y su afición”. Esa que en Villalba enarbolan los 267 peñistas con Valentín, Valen, en la cabeza. Es su tercer presidente, nieto de rojiblanco, hijo y sobrino, niño que pisó La Gradona del viejo Metropolitano. Un cargo que tomó en el año 2000, cogiendo el testigo de los dos anteriores: el abuelo Peláez y Antonio Encinas Arranz, el Viruta. Ambos se escucharán mucho también esta noche, en los homenajes que, acompañando al de Luis, se sirven a los postres: a la familia la del Viruta inmortalizada para siempre en una foto de tres generaciones; a Julián Cortes, nieto del abuelo. Su sentimiento rojiblanco son los cimientos de todo y el faro que sigue guiando a esta peña que la temporada que viene viajará a los partidos en el nuevo Metropolitano con dos autobuses porque uno solo ya se ha quedado pequeño.


Aunque Valentín aún recuerde, con su voz grave y profunda de tenor, cómo al principio de todo, cuando el color aún no había llegado a los televisores en España, para ir al Calderón, entonces aún también nuevo, la peña atlética segoviana les llevaba en su autobús... recogiéndoles en el mismo arcén de la autopista a su paso por esta localidad que fue casa del equipo del baloncesto que vistió la rojiblanca: el Collado Club Baloncesto Collado Villalba que fue el Club Atlético-Villalba. Quique Ruiz Paz, uno de los jugadores que lo vistió y nutrió lo representa esta noche; y también se le homenajea con un cuadro recuerdo de la peña con foto de Luis y un aplauso de los largos. Los de esta familia de Villalba (y peñas amigas: la de Guadarrama; la Moral rojiblanca de Moralzarzal; la Metropolitana de Barcelona; la Cerro del Castillo de Collado Mediano, la Escurialense del Escorial y San Lorenzo y la de Becerril, además de dos periodistas que siempre están, Roberto de Radio Marca Madrid Sierra y José Luis Guerrero Warrior que, aunque haya colgado el boli, siempre será el mejor reportero).

La familia que su padre le dejó a María José. Ese nombre que suena de nuevo, como un hilo rojo (y blanco) que todo lo une. Mientras ella abraza de nuevo al hombre sentado en la mesa a su lado y musita al oído un “gracias” que se ahueca en el alma más que una Champions.
“Luis Aragonéés, Luis Aragonééés...”.
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