Espanyol | Joan García

Un beso, una infidelidad y un Espanyol rearmado por el Barça

Profesionalmente irreprochable, a Joan García le faltó justo lo que más transmitía: verdad. Pero el club perico debe pasar página e impulsar un proyecto mejor con el dinero del Barcelona.

Un beso, una infidelidad y un Espanyol rearmado por el Barça
GORKA LEIZA | DiarioAS
Iván Molero
Llegó al Diario iccwin247.como estudiante en prácticas en 2002, y desde que se licenció en Periodismo por Blanquerna, de la Universitat Ramon Llull, se ha especializado en la información del Espanyol, sobre el que también ha co-escrito libros, todo ello atendiendo al seguimiento de otros equipos, deportes y eventos desde la delegación de Barcelona.
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Lo tiene todo para triunfar. Para ganar títulos que le eran inimaginables. Incluso para marcar una era. No en vano, viene de convertirse en el mejor portero de la Liga, y probablemente de Europa, por mucho que ni siquiera le llamaran como tercer portero de la Selección española (¿apuestan a que en septiembre Luis de la Fuente sí le convoca?). Tan absolutas son las virtudes futbolísticas de Joan García, pieza clave en el ascenso y posterior permanencia del Espanyol, como irrebatible una certeza: su abrupto salto (que ni con una palanca) al Barcelona le coloca en el lado oscuro de la historia perica.

Porque todo el mundo sabía, desde el propio portero cuando le impidieron hace un año salir al Arsenal al cierre del mercado de verano, hasta el último de los aficionados, que Joan se iba a marchar. El responsable primigenio es el propio Espanyol, incapaz de generar ingresos por sí mismo y necesitado de percibir al menos 15 millones de euros para cuadrar las cuentas y no presentar números rojos por quinto año consecutivo. Tanto se sabía, que la celebración improvisada tras la salvación ante Las Palmas, el pasado 24 de mayo (sí, aunque parezca mentira, han transcurrido poco más de tres semanas) se convirtió en una suerte de homenaje, de fiesta de despedida.

Un beso, una infidelidad y un Espanyol rearmado por el Barça
Joan García, ante Dani Olmo, en el último Espanyol-Barcelona, disputado hace un mes.GORKA LEIZA

Agarró el micrófono Joan, enfundado en una camiseta blanquiazul, de jugador de campo, recordando la agonía de la permanencia. “Parecía que iba a ser mucho más fácil, pero si no sufrimos no somos el Espanyol”, manifestaba ante la grada del RCDE Stadium. Y añadió, por si quedaba alguna duda de su futuro: “Estoy muy orgulloso de poder dejar al equipo en Primera División”. ¿Le presionó entonces la afición perica? ¿Le insultó o acosó? En absoluto. Tanto coreó su nombre, en agradecimiento, que en un gesto que fue ovacionado se tocó repetidamente el escudo del Espanyol con la mano para finalmente, besarlo. El beso. Una imagen ya icónica, que rompe con cualquier trasvase anterior, ni Urruti, ni Valverde y Soler, ni por supuesto Canito, salvo que el cancerbero vista una camiseta del Espanyol bajo la del Barça en sus futuros entrenamientos.

Profesionalmente no puede haber ni un reproche para un futbolista que desea mejorar su estatus, su vitrina, su bolsillo y, encima, sin salir de su zona de confort familiar. Pero, ay, lo que transporta a Joan desde un pedestal hacia el lado oscuro tiene que ver con todo aquello que hace a este deporte maravilloso. El único espectáculo en el que se abonan cantidades indecentes a sabiendas de que la representación de 90 minutos corre riesgo de ser terrorífica. Ese romanticismo que hasta los más descreídos deben admitir que da sentido al deporte rey, porque también se traduce en dinero: entradas carísimas, abonos abusivos, camisetas fuera de todo precio de mercado, suscripciones televisivas desorbitadas...

Un beso, una infidelidad y un Espanyol rearmado por el Barça
Joan García, el pasado 24 de mayo, tras la permanencia del Espanyol.GORKA LEIZA

¿Qué es un beso al escudo, después de nueve años en una cantera, en la residencia del club y una trayectoria intachable, sino una declaración de amor a un equipo? ¿Se puede dejar de amar? Obviamente. ¿Pero se puede amar a otro (ya no digamos a tu rival histórico) mientras te estás declarando a los tuyos? A Joan le faltó precisamente el valor que más transmitía: verdad. Ante una afición. Pero también ante su gente de confianza. Al propio club. A los compañeros, acaso amigos, del vestuario. Al entrenador: ¿por qué creen que soltó Manolo González lo de que casi se cortaría una mano si Joan se iba al Barça?

Más allá de gestos, de interpretaciones, de estimaciones morales o éticas, el portero les dio a entender que se iba a Inglaterra, a la Premier League, cuando ya se estaba sentando en la mesa del Barcelona. “Si no digo públicamente que no voy al Barça es porque me lo han pedido mis agentes, por una simple estrategia, pero tranquilos”, despachaba con palabras semejantes a estas en privado.

Con toda la libertad del mundo, y motivos profesionales sobrados, no es menos cierto que entre Joan García, su entorno y el Barça (al que se lo han puesto en bandeja) han mercantilizado un sentimiento. No es la primera vez, ni será la última que suceda. Y nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a aconsejar al hincha perico sobre cómo debe sentirse.

Un beso, una infidelidad y un Espanyol rearmado por el Barça
Un joven Joan García, en julio de 2019, entrenándose con el primer equipo del Espanyol junto al legendario Tommy N'Kono.Eddy Kelele

Así que, una vez consumado el movimiento, bien haría el Espanyol en subirse a ese escenario del pragmatismo. Al de dar inmediatamente carpetazo a este turbio asunto y aprovechar la segunda venta más elevada de su historia, 26,34 millones, no solo para enjugar deuda sino que también para encauzar la plantilla que la próxima temporada tiene que luchar por algo más que salvarse en la última jornada. Qué paradoja será que el Barcelona -junto a una ampliación de capital trascendental para el futuro de la entidad- acabe pagando las victorias pericas del próximo año.

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Será el mismo equipo y su gente que recibirán a Joan en el RCDE Stadium seguramente entre silbidos, puede que algún cántico en contra, pero con deportividad. No hay otro camino posible. Y los que cumplirán 89 años en Primera División y 125 de existencia a contracorriente. Con muchas más bofetadas que besos. Y, sin embargo, vivos.

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