Fallece a los cien años Juan Antonio Gracia, capellán emérito del Real Zaragoza
El 17 de julio de 1956 fue nombrado capellán del club aragonés por disposición del arzobispo Casimiro Morcillo, cargo en el que se mantuvo hasta 2019, cuando fue relevado por Fernando Arregui.


Brazaletes negros y bandera a media asta en el Real Zaragoza. El canónigo emérito del Cabildo Metropolitano de Zaragoza y capellán emérito del club aragonés, Juan Antonio Gracia, ha fallecido hoy a los cien años de edad. Su funeral se celebrará este viernes 4 de julio a las 10:30 horas en la basílica del Pilar, templo al que estuvo profundamente vinculado durante décadas.
Nacido en Zaragoza en 1925, y aficionado desde niño al Zaragozas, vivió en directo en Torrero el ascenso de los ‘Alifantes’ a Primera División en 1936 y en su juventud no se perdía un partido del equipo de sus amores. El 17 de julio de 1956 fue nombrado capellán del Real Zaragoza por disposición del arzobispo Casimiro Morcillo, cargo en el que se mantuvo hasta 2019, cuando fue relevado por Fernando Arregui Moreno.
Éste es el texto de condolencia que ha emitido el Real Zaragoza en sus redes sociales:
“Condolencias por el fallecimiento de Juan Antonio Gracia, capellán emérito del Real Zaragoza. El Club expresa su más sentido pésame a su familia y allegados, al tiempo que manifiesta las condolencias de todo el zaragocismo.
Juan Antonio Gracia, zaragocista, capellán emérito del Real Zaragoza, ha sido referencia histórica fundamental del Club. Aficionado de cuna, acudía de niño como cientos a presenciar los partidos como podía, como le brindaban los muros y las grietas del viejo campo de Torrero. Ya ordenado sacerdote, en la década de los cincuenta, al no permitirse a los clérigos la asistencia a espectáculos, pasó de socio a capellán, con el visto bueno del arzobispo y del presidente zaragocista Cesáreo Alierta. Y enraizó así un compromiso con el Real Zaragoza que se ha mantenido desde 1956.
De una riqueza de vida profunda y de una alargadísima longevidad, Juan Antonio Gracia cumplió con destacadas actuaciones en múltiples campos: canónigo del Pilar, comprometido con la actividad eclesial y con la vida social; periodista de pluma atinada y culta, supo retratar aconteceres y plasmar inquietudes con equilibrio, naturalidad y siempre con respeto.
Su pasión fue Dios, a quien entregó su vida, y la Virgen del Pilar; y a su vera, el Real Zaragoza, las personas que formamos el Real Zaragoza, para quienes siempre tuvo tiempo y cariño. Rememoraba vivencias con sus queridos Magníficos -de su admirado Carlos Lapetra, genial futbolista y persona-, los Zaraguayos y todos esos equipos que acudían cada despegue de temporada a honrar con su Ofrenda a la Virgen del Pilar en la basílica.
A los pies de la Virgen fue poniendo los trofeos que los distintos equipos brindaban a la Señora y aprovechaba para transmitir un mensaje de afecto, al tiempo que se ponía a disposición de todo el que pudiera necesitarle.
Su vida se fue apagando, pero el empuje de su espíritu lo mantuvo en numerosas iniciativas hasta el final. Siempre con el cariño del zaragocismo, el afecto del entorno eclesiástico y con el respeto ganado y merecido de su ciudad y de los aragoneses.
Descanse en paz".
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