Reconstrucción completa en el Mirandés, pero con la ilusión intacta
Como cada verano, la entidad rojilla deberá acometer una profunda renovación en la plantilla. Lisci firmará con Osasuna y los 13 jugadores cedidos regresan a sus clubes.


Pese a la derrota que privó al equipo de conseguir un histórico ascenso, el mirandesismo está más fuerte y unido que nunca. Hubo lágrimas y desconsuelo entre los aficionados jabatos tras acabar el partido en Oviedo pero, horas después, las cosas se ven de otra manera y el futuro se encara con optimismo, siguiendo el camino marcado por el club en las últimas temporadas.
De nuevo la dirección deportiva, que encabeza Alfredo Merino, deberá acometer una profunda renovación en la plantilla. La primera piedra del nuevo proyecto se centrará en la búsqueda de un nuevo entrenador una vez se confirme la marcha de Alessio Lisci a Osasuna. El técnico italiano ha dejado una huella imborrable, superando infinidad de obstáculos por el camino. A comienzos de agosto del pasado año, ni siquiera disponía de once jugadores para saltar al césped y el amistoso de presentación ante el Mallorca tuvo que suspenderse a dos semanas vista del inicio del campeonato liguero.
La clara apuesta por la llegada de futbolistas jóvenes, que quieren labrarse un futuro en el profesionalismo, volverá a ser la principal seña de identidad del club a la hora de renovar la plantilla casi en su totalidad. Solo el central Juan Gutiérrez, que no pudo disputar los tres últimos encuentros del playoff por molestias físicas, forma ahora mismo parte de la plantilla rojilla para la próxima campaña. Los 13 jugadores que se encontraban a préstamos regresarán a sus clubes de origen. En los días venideros, el área deportiva tendrá que dar pasos firmes para ir cerrando posibles renovaciones e ir contratando jugadores, en forma de cesión, que encajen en la filosofía del Mirandés.
La afición rojilla, un ejemplo de gran comportamiento
Solo pudieron viajar 400 personas que arroparon a su equipo en el Carlos Tartiere pero, desde primeras horas de la mañana, Miranda se tiñó de rojo y negro. La gran mayoría de aficionados siguió el partido en diferentes bares de la ciudad. De la alegría por el tanto inicial de Panichelli se pasó al desconsuelo con el ascenso final del Real Oviedo.

En tierras asturianas, la afición jabata volvió a demostrar su señorío por las calles de la capital. Alegría e ilusión por ver en primera persona un hecho histórico y, sobre todo, un comportamiento ejemplar que hasta los seguidores del conjunto ovetense agradecieron con aplausos.
Sin duda, una gran fiesta del fútbol que, como suele ser habitual, deja un ganador y un perdedor; pero la afición del Mirandés puso el listón muy alto al igual que su equipo sobre el césped durante toda la temporada.
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