El Jimbee Cartagena gana su segunda Liga seguida en un final apoteósico

Entre 2011 y 2023, todos los títulos de Liga en España se los repartieron únicamente dos equipos: Inter Movistar y Barça. Ha aparecido ahora un matagigantes que cada vez es más gigante, un equipo que ya rompió el año pasado el duopolio liguero y que, este jueves, se encargó de refrendar que aquello no fue casualidad, que no fue un simple cuento de hadas, que no fue un one hit wonder. El Jimbee Cartagena se proclamó campeón de Liga después de vencer en el cuarto partido de la eliminatoria al Barça (3-2) en un final apoteósico, pues los cartageneros perdían 1-2 a falta de 50 segundos. Waltinho puso el empate, y Pablo Ramírez, héore, hizo el gol que confirmó la defensa del título de los meloneros. A cuadros se quedaron los jugadores del Barça, que acariciaban forzar el quinto y decisivo partido, y que confirmaron la primera temporada sin títulos de los blaugrana desde la 2016-17.

No se amedrentó de salida el Barça frente a un, nuevamente, abarrotado Palacio de los Deportes de Cartagena, donde unas 4.500 almas se desgañitaron en favor de los suyos. Los de Tino Pérez, conscientes de que no tenían margen de error, sacaron las garras desde el primer momento, y nada más empezar se produjo el primer aviso: Adolfo, al igual que en el tercer partido, estrelló un zapatazo contra el poste. Achicaron los locales, algo tímidos en los primeros compases, y tanto fue el cántaro a la fuente que llegó el gol del Barça. Antonio, muy listo, encontró las grietas de una barrera mal colocada, para hacer el primero. En seis minutos, los catalanes fueron capaces de hacer algo que no pudieron en todo el duelo previo: mandar en el marcador.

Duró apenas un minuto ese dominio, porque el Jimbee, cuando peor lo pasaba, sacó oro de una jugada aislada. Un forcejeo entre Eric y Waltinho en el área, sin balón de por medio, fue señalado como un controvertido penalti por empujón del defensor blaugrana, que protestó ostensiblemente. El propio Waltinho, que no dudó en agarrar el balón, lo ejecutó a las mil maravillas, quitando las telarañas de la escuadra, imposible de atajar para Dídac. “¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!”, resonaba en Cartagena, que veía cerca el segundo título liguero consecutivo. Más se pudo acercar de no ser por un fallo garrafal de Ossamanmusa, que estrelló contra el palo lo que había sido un contraataque perfecto, una triangulación que le dejó con todo de cara y que no supo aprovechar. Si Ossamanmusa falló a bocajarro, quien no lo hizo fue Antonio, que se anotó el doblete al empujar una sensacional asistencia de Adolfo.

Tuvo efecto psicológico el tanto de Antonio, porque en la segunda parte el Jimbee tuvo más ímpetu que acierto (hasta el último minuto), y el Barça plantó una muralla impenetrable (hasta el último minuto), anulando, por ejemplo, al pichichi Pablo Ramírez (adivinen hasta qué minuto). Fue incluso más intensa todavía la segunda mitad, lógico cuando se trata del cuarto partido de una final de Liga. Los cartageneros apuraban sus opciones en busca de un empate, en busca sobre todo de ahorrarse un peligroso quinto encuentro en el Palau de la Ciudad Condal. Fue esa necesidad la que les hizo sacar portero-jugador con casi siete minutos hasta el final del encuentro, pero el muro blaugrana se dejó todo por aguantar el resultado. Hubo incluso a quien le costó su integridad física, y es que Eric Martel se retiró lesionado. Ni con esas jugó Sergio Lozano, que se despidió oficialmente del fútbol sala sin saltar a pista, aunque al acabar se llevó una cálida ovación.

Un final de locos para una final de locos

Estaban ya desesperados los de Duda, chocando y chocando contra la defensa rival, hasta que, cuando las mirabas empezaban a apuntar hacia el quinto encuentro en Barcelona, apareció otra vez Waltinho. El veterano brasileño hizo su cuarto gol de la final con un trallazo que salió del alma a falta de 46 segundos para la conclusión. Estalló de júbilo el Palacio de los Deportes de Cartagena, al que el destino le tenía reservada una explosión todavía mayor: el goleador del equipo, Pablo Ramírez, con su inconfundible instinto de killer que le ha hecho ser un fijo en la Selección, cazó en el área un remate mordido y adelantó a los suyos cuando quedaban apenas 15 segundos. Tuvo ese tiempo el Barça para, a la desesperada, empatar, y estuvo bastante cerca con una ocasión que no pudieron definir.

Lanzó Chemi el balón al aire y no dio tiempo para más en una final en la que, salvo el primer partido (5-3), todos los encuentros se decidieron por un único gol. El Jimbee Cartagena, quinto clasificado en la temporada regular, un equipo que hace años era imposible verle en quinielas por las cotas más altas, lo volvió a lograr. “¡Campeones, oé, campeones, oé!”, fue, por segundo año seguido, el cántico que resonó. Su título del año pasado ya supuso un giro de guion en el panorama del fútbol sala español, un desafío al duopolio de Inter-Barça, y aquel éxito hizo que varias de sus piezas clave abandonaran el equipo, porque este Jimbee todavía no es un gigante en lo económico, aunque sí en lo deportivo. Se recompusieron, certificaron la anómala sequía de títulos del Barça y, por segundo año seguido, tocaron el cielo en su casa. La gloria vuelve a ser para el Cartagena.

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de .

¿Buscas licenciar contenido? Haz clic