Escocia profana Cardiff
El Cardo, inédito allí desde 2002, domina a una Gales inoperante en la primera parte y sobrevive a un intento de remontada épico después.


Aunque el rugby avance inexorablemente hacia un juego más físico y menos técnico y proliferen los alas de más de cien kilos, al final lo que manda en este deporte, al menos a nivel internacional, es el oficio. Y eso no se entrena, se acumula con los años. Así que por definición la nueva Gales que pretende armar Warren Gatland, a medio camino entre la necesidad de una transición generacional y la obligación que imponen las retiradas de pesos pesados como Alun Wyn Jones y las bajas (la última, la de Rees-Zammit para perseguir una carrera en la NFL, especialmente difícil de digerir), tenía que ser un equipo tierno. A merced este sábado de una Escocia que ya hace tiempo que cuajó, por mucho que le falten títulos que constaten su madurez, ocurrió lo nunca visto en los últimos 22 años: que el Cardo profanó Cardiff (26-27) en una tarde con dos caras muy distintas, pero que acabó con el Puerro rindiendo la plaza más difícil de tomar del Seis Naciones.
El esperado ramalazo de orgullo de un equipo al que, si ya ni siquiera le queda el factor cancha, no le queda más que encomendarse a San David y a una maduración temprana de sus cachorros, llegaría en la segunda parte, después de un primer envite paupérrimo. De todos sus errores, que no fueron pocos (entre ellos tres visitas estériles a la 22 rival por fallos propios), el más grave fue dejar jugar a placer a Finn Russell. Una temeridad que pagaron con creces. Abrió el marcador el pie del apertura de Bath y lo estiró Schoeman tras un drive en el que Finn lanzó por primera vez a su back three, con Rowe en el 15 por la baja de Kinghorn, contra la desordenada defensa local. A la media hora llegaría otra perla del 10 caledonio, que asistió a Van der Merwe tras amagar con un señuelo que dejó a la mitad del Principality con torticulis.
— Guinness Men's Six Nations (@SixNationsRugby)El acelerón fue tal que gripó el motor, y los del principado se quedaron sin fuerzas para un último arreón. Murieron en la orilla, pero con el orgullo intacto y dejando en Escocia motivos para la reflexión, pues no puede ser que un equipo que manda con tanta autoridad durante una mitad del partido se desintegre con tanta facilidad en otra. Sea como sea, en una edición en la que Irlanda, visto lo visto el viernes en su duelo contra Francia, es la única potencia dominante, este triunfo en la Copa Doddie Weir (el trofeo que recibe desde hace unos años el ganador de este encuentro en honor al fallecido exinternacional escocés) es oro para unos caledonios que no enfrentarán al Trébol hasta la última jornada. Podría ser una final por el título pero, de nuevo, guarden su dinero para apuestas más seguras que cualquiera que involucre al Cardo.
Italia da la talla
Antes, en el partido que abrió la jornada, una Italia muy digna cedió ante Inglaterra (24-27). El choque volvió a evidenciar la tarea pendiente de los transalpinos, que llegaron al descanso con un esperanzador 17-14, con ensayos a favor de Alessandro Garbisi (quien parece que se consolida en la bisagra junto a su hermano Paolo) y Tommasso Allan, y de Elliot Daly en contra, y se desinflaron en la segunda mitad. Un posado de Alex Mitchell y el pie de George Ford pusieron distancia suficiente para que la Rosa ni pestañeara con el ensayo a tiempo cumplido de Monty Ioane, que dio el bonus defensivo a la Azzurra.