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David Puig y Josele Ballester: talentos separados al nacer

AS charla con la juventud de los Fireballs, dos golfistas con un porvenir brillante que han descrito trayectorias paralelas.

David Puig y Josele Ballester: talentos separados al nacer
AS/EFE
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Vinieron al mundo con seis meses de diferencia y en comunidades autónomas colindantes; formaron parte de forma simultánea de los programas de alto rendimiento federativos; completaron su formación académica y golfística en la universidad de Arizona State, como Rahm y otros jugadores españoles, y ahora son compañeros en los Fireballs del LIV. Hasta en su golf explosivo, atlético, de birdie fácil, se encuentran vasos comunicantes. Se diría que David Puig (La Garriga, 23 años) y Josele Ballester (Castellón, 22) fueron separados al nacer.

Ambos se sientan un rato con AS antes del LIV de Valderrama. El segundo para Puig, ya asentado en el circuito; el primero de Josele, profesional desde hace unos meses, cuando decidió seguir los pasos de su padrino deportivo, Sergio García, y enrolarse en la superliga. “El inicio en el mundo profesional puede ser complicado, puede ser también un poco solitario. La oportunidad de estar en el equipo es algo muy especial. No sé si hubiera tenido sentido estar aquí si no fuera en el equipo de Sergio. Al final somos grandes amigos, ha sido mi mentor durante muchos años, su padre es mi entrenador...”, cuenta Josele. Su mejor versión, la que le convirtió en el primer español campeón del US Amateur, todavía no ha aflorado. No hay prisa, se trata de confiar en el proceso: “Estoy contento de cómo, pese a que estas últimas semanas el juego no ha estado del todo acertado, he estado trabajando muy bien. Y eso es de lo que se trata al final. Yo sé que si consigo ser persistente y disciplinado con todas estas rutinas nuevas que estoy implementando en mi día a día, más pronto que tarde los resultados llegarán”.

Esta semana, en un campo que en palabras de Jon Rahm “te agrede mentalmente”, se lo toma con calma. “Las últimas semanas quizá me he centrado un poquito demasiado en el resultado. Y quizá por las expectativas, la presión que a veces te pones, no acabo de rendir al nivel que me hubiera gustado”, cuenta. Lo cierto es que, como él mismo apunta, tiene “el mejor profesor posible”. Nadie domina este diseño como Sergio García.

Masaveu encuentra hueco en los Range Goats

La lesión del estadounidense Matthew Wolff hace hueco al madrileño Luis Masaveu en los Range Goats, el equipo que lidera el carismático Bubba Watson, para tomar la salida este viernes en Valderrama. Luis, coetáneo de Puig y Ballester en una generación dorada, empezó la temporada en los Fireballs hasta que se produjo la adquisición de Josele, que ahora ocupa esa plaza. 

“Como en todo en la vida, hay pros y contras en las decisiones. El LIV tenía muchos pros, también tenía algún contra que tuve que aceptar. Pero el balance definitivo para mí era el estar rodeado de un grupo de personas que conocía muy bien, que me apoyaban mucho y que me apreciaban como persona. Yo creo que eso, sobre todo en una carrera como profesional en la que empiezas normalmente solo, puede ser algo diferencial. Y cuando también estás con jugadores que son mejores que tú, vas a rendir mejor. Yo me identifico mucho con David y lo admiro mucho porque creo que los dos hemos seguido los mismos caminos desde los grupos nacionales de trabajo hasta competir representando a España en Europeos, hasta pasar por la misma universidad y ahora estar en el mismo equipo”, explica Ballester de forma sesuda su decisión de hacer de esta estructura su primera experiencia en la élite.

Puig sueña en grande

Esa necesidad de demostrar ya no acucia a Puig, que tiene dos triunfos en los dos últimos años en el Asian Tour, satélite del LIV, y es uno de los jóvenes más comentados en los corrillos golfísticos. Le falta abrir la lata en su circuito de cabecera, cuestión de tiempo si se reduce la ecuación a talento puro: “Si miras un poco mis últimas vueltas, hay ciertos errores que un ganador no puede tener. Tengo que aprender qué hacer para evitar esos números altos, que es lo que me está matando”, hace autocrítica tras superar los problemas de espalda, “agua pasada”, que casi le apartan del PGA Championship.

De jugar grandes ha hecho su otra misión en estos años, buscando plazas y puntos donde pudiera ante la ausencia del LIV en el ranking mundial. Un esfuerzo encomiable que se puede permitir a su edad y que le ha merecido la pena, con cinco apariciones en el Grand Slam hasta ahora. “Al final jugar los Majors es el objetivo o sueño de cualquier jugador y siempre he dicho que en mi caso voy a intentar hacer lo máximo posible para estar en ellos y formar parte de ellos. Sí que hay semanas en Asia o en ciertos sitios que se hacen un poco más duras, pero bueno, soy joven, llevo un par de años solo viajando y tampoco se ha hecho muy pesado”, se quita mérito.

Puig es un cerebro de mediana edad atrapado en el cuerpo de un veinteañero. Y así es capaz de tejer razonamientos que no abundan entre su quinta ni en otras más experimentadas. “Intento no fijarme mucho ni en lo bueno ni en lo malo que se dice de mí, más que nada aprender un poco de ambas y gestionarlo de la mejor manera posible. Sí soy una persona que lee artículos y que lee ciertas cosas sobre mí. Hay ciertos artículos que están bien redactados y que al final dicen verdades, sean buenas o malas, e intento un poco aprender de ellas, incluso a veces aprender un poco de ciertas cosas que ni yo mismo me había parado a pensar y a partir de ahí crear el mejor plan para seguir mejorando", contesta preguntado acerca de cómo maneja el elogio, a veces tanto o más peligroso que la crítica, ahora que su nombre encuentra eco incluso en la prensa especializada estadounidense.

Es un tipo reflexivo, que mide sus palabras, que se toma su tiempo para elaborar las respuestas, un modus operandi que le emparenta con los grandes de este deporte, a menudo también enciclopedias que hacen las delicias de las salas de prensa. Piensen en Rahm, McIlroy, Spieth... Al menos con un micrófono delante, con un palo en las manos el tiempo lo dirá, es ese perfil. Prudente, pero consciente de su potencial, tiene “muchos sueños por cumplir” y los persigue con ahínco. A saber: “Ser el mejor del mundo, jugar Ryders y ganarlas y, por querer, 19 grandes”. Un discurso que suena a Rahm. Y no le ha funcionado mal al vizcaíno.

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