Golf | British Open

Portrush y el golf como espejo de una Irlanda en paz

El campo de Irlanda del Norte acoge su tercera edición de un torneo que esquivó a la Isla Esmeralda mientras duró su guerra civil.

Portrush y el golf como espejo de una Irlanda en paz
Russell Cheyne
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Desde un punto de vista estrictamente deportivo, seguramente el British Open no habría tardado 72 ediciones en volver a pisar Irlanda, una isla famosa entre otras muchas cosas por albergar algunos de los mejores campos de golf del mundo. De Portmarnock a Ballybunion, pasando por Royal County Down (considerado por la prestigiosa Golf Digest como la mejor ruta golfística fuera de los Estados Unidos), en sus costas... De Adare Manor a The K Club en sus verdes llanuras interiores, terreno este último carente de interés para la R&A a efectos de su torneo bandera, pero uno que atrae a miles de jugadores de todas partes del mundo y que será receptor, con el citado Adare como escenario, de la Ryder Cup en 2027.

Si este matrimonio bien avenido (y con visos de ampliarse, pues Mark Darbon, presidente de la R&A, ya reconoce contactos con Portmarnock) no se recuperó hasta 2019 fue por una cuestión puramente política. Y es que durante mucho tiempo Irlanda fue terreno no apto para la organización de grandes espectáculos de cualquier índole. El clima social lo desaconsejaba. The Troubles (’Los Problemas’), como se conoce el periodo histórico comprendido más o menos entre 1968 y 1998, fue la cristalización de la tensión acumulada durante años entre el nacionalismo irlandés, republicano y católico, y el unionismo de amplios sectores norirlandeses, monárquicos y protestantes, a cuenta de la unificación que unos ansiaban y otros repudiaban desde el alzamiento en la Pascua de 1916 que terminó con la declaración de independencia del Reino Unido, realmente efectiva desde el Acta Republicana de 1949, el documento que rompió los ya exiguos lazos entre el Palacio de Buckingham y el Taoiseach.

Hasta el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, que reconcilió a las fuerzas de uno y otro bando en una paz duradera, Irlanda, y especialmente Irlanda del Norte, fue considerado territorio de guerra, con barrios segregados para simpatizantes de cada causa, enfrentamientos constantes en las calles y atentados de grupos paramilitares como el IRA, el Ejército Republicano Irlandés, o la UVF, la Fuerza Voluntaria del Úlster. La atmósfera, obviamente, no invitaba a llevar una institución del deporte británico como el Open a una zona hostil.

Portrush y el golf como espejo de una Irlanda en paz
Una vista panorámica de Royal Portrush desde el green del 16. HENRY NICHOLLS

Afortunadamente el sentido común se abrió camino y en 2019, con la situación ya estabilizada e Irlanda, norte y sur, situada como una economía pujante y un destino turístico al alza, el Open volvió. Concretamente a Royal Portrush, una maravilla esculpida a una hora en coche de Belfast, con vistas a la costa escocesa y el Atlántico Norte, que abrió sus puertas hace ya 137 años y cuenta con dos diseños. El que se pondrá en juego esta semana, el Dunluce Course, es un par 71 de Harry Colt, uno de los grandes de la escuela clásica, con tres hoyos muy distintivos: el 4, un par 4 largo con un fuera límites por la derecha y un hostil rough de festuca por la izquierda; el 5, un par 4 corto pero con un green diabólico, y el 16, el conocido como Calamity Corner, un par 3 de más de 200 metros en el que hay que volar una cañada para llegar al green. Fallarlo es potencialmente mortal.

Hace seis años, en una historia que parece fabricada por Disney, ganó allí Shane Lowry, natural de Clara, en el centro de la isla. Hoy en día un mural, en ese estilo tan irlandés de contar los grandes episodios de su historia a través del arte urbano, recuerda la epopeya de este grandullón afable que es íntimo amigo de Rory McIlroy, nacido en Holywood, a las afueras de Belfast, y el claro favorito local durante los próximos días. El triunfo del hijo pródigo sería la guinda a la catársis golfística de Irlanda. Un lugar que, expresa a la perfección en una pieza de Golf Digest Steve Martin, socio de Royal Portrush, antes suscitaba un “guau” cuando alguien decía venir de allí, y ahora en cambio provoca que al interlocutor se le “ilumine” el rostro. En ese proceso de apertura al mundo, aunque por el camino el precio de una vuelta en los mejores campos de la zona se haya casi duplicado, Irlanda ha encontrado en el golf un gran embajador.

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