El despertar del florete español: “Somos más duros que los demás”
Carlos Llavador y el equipo femenino, bronces en los Europeos de esgrima, visitan AS con su entrenador, Luca Maria Papale. Su gesta fue “milagrosa” y “épica”.

“Es milagroso”, dice el seleccionador español de florete, Luca Maria Papale. “Más que milagroso, es épico. Trabajamos para ello”, matiza Carlos Llavador, bronce en los recientes Europeos de esgrima, celebrados en Génova (Italia), donde también subió al podio el equipo femenino, compuesto por Teresa Díaz, Ariadna Tucker, María Mariño, Andrea Breteau y Ariadna Castro. En todo caso, fue extraordinario. Llavador se convirtió en el primer tirador nacional en colgarse dos medallas continentales (ya fue bronce en 2015, además de tercero en los Mundiales de 2018); las chicas, por su parte, consiguieron el primer metal internacional de la historia para el equipo español de florete. ¿Por qué se logró? “Porque somos más duros que los demás”, responde Papale en la redacción de AS, en una visita para celebrar el despertar del florete español, inexistente hasta hace no tanto.
Cuando el entrenador italiano llegó a España, justo después de los Juegos de Tokio, se encontró “una realidad pequeña”. “No me esperaba encontrarme una situación así. Yo vengo de Italia, donde la esgrima es el deporte con más medallas olímpicas, con alrededor de 130. Estaba acostumbrado a una estructura, a un club que está entre los mejores del mundo (Frascati Scherma, en el que también entrenan Llavador y Mariño, pareja sentimental). En España, las cinco que hay aquí son las cinco que tenemos. Luego, hay que saltar un par de generaciones para encontrar a las siguientes”, explica Papale sobre un arma, el florete, que es minoritaria dentro de un deporte minoritario a nivel nacional. Pese a que la esgrima es el único deporte olímpico de origen español (franceses, italianos y alemanes también lo reclaman), no llega a las 7.000 licencias.
Por ello, todos los medallistas son pluriempleados o tienen estudios para asegurarse su futuro. Llavador es licenciado en INEF, Mariño es psicóloga deportiva con consulta online, Díaz trabaja en redes y marketing del Tour Universo Mujer, de Iberdrola, en el que copresenta un podcast (Entre la espada y el patín) con Sara Hurtado, Tucker estudia psicología en la Universidad de Notre Dame (Indiana), con la que se proclamó campeona de esgrima de la NCAA, Breteau cursa medicina y Castro, farmacia. “En Italia, los deportistas tienen un sueldo público, porque trabajan para las fuerzas de seguridad del Estado, y pueden invertir toda su vida en el deporte. Los que están aquí son personas que han decidido invertir en sí mismos, porque sí, porque han querido llegar... y han empujado mucho para ello. Por la poca cultura que hemos tenido, los dos bronces son algo muy grande”, ensalza Papale.
Dormir en la calle y un crowdfunding
Que la esgrima es un deporte de nicho queda claro estudiando el árbol genealógico de las presentes. De las cinco integrantes del equipo femenino de florete, cuatro son fruto de la tradición familiar. “En los Europeos, mi madre estaba con su padre y comentaban el hecho de que ellos compitieran juntos y ahora lo hagamos nosotras. Es curioso”, dice Breteau, de madre y abuela olímpicas con Argentina, sobre Tucker, cuyo padre, Rolando, “una leyenda”, fue tres veces oro mundial con Cuba. En España, ellas son pioneras. “Antes, no había florete femenino aquí y lo hemos empezado a construir desde cero. La primera vez que fuimos a un Mundial por equipos (en China, en 2018), tuvimos que hacer un crowdfunding y la gente se volcó. Nos dejaban ir porque el resultado en el Europeo había sido bueno, pero no nos financiaban el viaje”, recuerda Díaz.
Ahora, la historia ha cambiado mucho, con viajes pagados y equipos a su disposición. Llavador, olímpico en Tokio y en París, da fe de ello. “Yo he estado durmiendo en la calle...”, suelta para sorpresa de todos los presentes. “Sólo me podía pagar dos Copas del Mundo al año. Me fui a Roma en barco porque era más barato. Cuando llegué, de madrugada, no había trenes y me fui a dormir a un portal. Tenía el florete por si alguien venía a hacerme algo (risas). Para nosotros, estos bronces son incluso más que otros oros”, desarrolla el madrileño, que se sintió “robado” en las semifinales de Génova, contra un tirador local. “Me llamó hasta el campeón olímpico y todos los entrenadores y los árbitros presentes me dieron la razón”, revela. Ya mira más allá. Como las chicas. A los Mundiales de Georgia (del 20 al 30 de julio), donde esperan seguir golpeando “a lo Topuria”, y a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, “la meta” de las pioneras.
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