Se retira Perrone, uno de los grandes: “Pido el cambio por primera vez”
A los 39 años anuncia que cuelga el gorro uno de los mejores waterpolistas de la historia, campeón mundial y europeo con España, icono del Barceloneta. “¡Qué suerte he tenido!“, proclama.

Difícilmente alguien haya deshojado la margarita más que Felipe Perrone (Rio de Janeiro, Brasil, 27-02-1986), quien ya incluso antes de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 le daba vueltas a la posibilidad de retirarse. Afortunadamente, no lo hizo. Por él, ya que todavía le quedaba pendiente proclamarse campeón del mundo: lo logró. Y por el universo del waterpolo, que lo corona por unanimidad como uno de los mejores jugadores de la historia. ‘O Rei’ Felipe, quien ahora sí, a los 39 años y con la admiración de todo el deporte, acuático o no, anuncia efectivamente que cuelga el gorro.
Así lo confirmaba este martes por la tarde en la sede del Club Natació Atlètic Barceloneta, su casa, donde convocó a familiares, allegados, amigos, gente de su equipo, la Selección y el mundo del waterpolo, que arropó su llegada triunfal, en la que confirmó que lo dejará tras los Mundiales de Singapur: “Ahora, después de casi 30 años de entrega y pasión total a este deporte, yo que siempre tuve la regla de no pedir el cambio en toda mi carrera deportiva, aunque es un error, pido el cambio por primera vez. Y en Singapur jugaré mi último Mundial, mis últimos partidos de waterpolo, y me hace muy feliz que sea así, porque disfrutaré cada instante de este equipo porque os echaré de menos”.
Sale del agua el cerebro, la máquina, el líder sereno, alguien que inspira un absoluto respeto y, a la vez, genera una confianza pasmosa desde la primera impresión. Un hispano-brasileño de Rio, de la Barceloneta, con algo de Croacia y, por supuesto, del pueblo catalán de Gironella. De allí emigraron hasta Brasil sus abuelos, un soldado republicano en la Guerra Civil y una costurera, Núria, en 1950, para formar una familia que medio siglo después regresaría, igual que ellos se habían ido, para buscarse la vida.

Fue de la mano de otros dos mitos del waterpolo, Iván Pérez y Toni Esteller, como tras formarse desde los siete años en el Clube de Regatas Guanabara, y de idolatrar en la distancia al coloso Manel Estiarte, aterrizó a los 15 años, junto a su hermano mayor, Kiko, que fichaba por el CN Barcelona para ocupar la vacante que había dejado Guillermo Molina.
“Fingíamos que éramos Estiarte o Sans”
“Os quería contar que todo empezó en el 96″, se lanzó en su emotivo acto, intercalado por lágrimas y aplausos. “Llegaba la televisión por cable a Brasil, con un montón de canales, entre los cuales la televisión española. De la voz de Pepe Ruiz Orland, que en paz descanse, vimos a España campeona olímpica y del mundo. Mi hermano y yo nos poníamos a jugar a waterpolo y a fingir que éramos Manel Estiarte o ‘Chiqui’ Sans”, narró.
“En esta locura de ser un jugador de waterpolo en Brasil, llegué al Mundial de Fukuoka. Fui el niño más feliz del mundo por quedar decimotercero. Nunca he olvidado de donde vengo. Allí la gente decía que había un cubano que jugaba con España y que comía con dos tenedores: el gran Iván Pérez. Mi hermano y yo le pedimos que nos ayudara a jugar en España, y él hizo cambiar la vida de mi familia”, sentenció.
Pero Felipe no era un mero acompañante. Pese a su corta edad, acababa de disputar sus primeros Mundiales, con la selección brasileña, en Fukuoka 2001, donde curiosamente se proclamó campeona España. El waterpolo les venía de su tío abuelo, pionero de esta disciplina en Brasil, así como de su padre, Ricardo, quien fue privado de participar en los Juegos de Montreal 1976 por culpa de la dictadura militar y que el año pasado, en Doha, se proclamó campeón del mundo en categoría de mayores 65 años, y eso que él tiene 75 y está trasplantado del corazón.

Habrá jugado 13 Mundiales
Y pronto se enrolaría tanto en el propio club barcelonés como en el combinado español. El inicio de un idilio de ensueño, con el broche del oro mundial en Budapest 2022, donde también fue proclamado MVP, junto a dos platas y tres bronces en las 12 ediciones que ya ha disputado, una auténtica barbaridad. Y la guinda también del título europeo en Croacia 2024 -el único en la historia de la Selección masculina-, adornado por dos platas y dos bronces, o la World Cup de 2023, así como los Juegos del Mediterráneo en 2005.
“Debo dar las gracias a mis padres, porque en Brasil no hay un CAR, mis padres me traían y me llevaban. Ahí empezaron a aceptar cuál era mi sueño”, relató, entre lágrimas, para proseguir: “Era fácil decir que tenía que venir a España pero debía renunciar a muchos veranos y momentos de mi vida con ellos. Cuando echaba de menos a mi madre, tenía que ir a una cabina de teléfono y echar unas moneditas”.
“Cuando todo parecía estabilizarse, el niño decide ir a Savona, a Italia, para jugar la Liga más competitiva del mundo. Pero echaba de menos Barcelona. Y vuelvo, para luego irme al equipo de las estrellas mundiales, el Pro Recco. Justo al llegar me diagnosticaron la lesión más dura de mi vida, en Italia. Justo el día en que nació mi hija, yo estaba siendo operado y rezando por seguir siendo jugador de waterpolo”.

Pero el mejor jugador de waterpolo del mundo en 2022 se marchará también con cinco Juegos en su haber, tan solo por detrás de su idolatrado Estiarte, con seis. Y con un pleno de diplomas olímpicos, que no pudieron ser medallas pese a estar muy cerca. Quinto en Pekín 2008, los únicos que jugó junto a su hermano Kiko. Sexto en Londres 2012. Octavo en Rio 2016 con Brasil, a la que representó en su ciudad natal.
“Cómo iba a estar tranquilo: decidí ir a jugar en Rio 2016 con Brasil. Vivimos esa locura. Y también me cambié a Croacia para jugar en el histórico JUG Dubrovnik. Ahí creía que ya había acabado todo, porque la gente dejaba de jugar con treinta y pico años. Pero tenía a mi lado a una croata (su pareja), que me animaba a seguir luchando por mis sueños”.
“En 2017, otra vez el Barceloneta y la Selección se cruzan en mi camino. Y me encontré a un grupo de chavales de 18 a 23 años con los que comenzó otra locura. En 2021, con 35 años, pensé que ya estaba. Pero que coj… iba a estar”.
De hecho, fue cuarto en Tokio 2020 tras acariciar la final ante Serbia y el bronce contra Hungría. Y sexto de nuevo en París 2024, por el amargo cruce de cuartos de final frente a Croacia.
“He vivido cosas increíbles”
“Es importante decir que la medalla no ha podido ser, pero he vivido cosas increíbles, hemos conquistado cosas increíbles, y la vida sigue, esto es deporte, no se acaba el mundo. Se queda toda una historia muy bonita. Que esto no lo estropee”, manifestó entre lágrimas aquel maldito día de la eliminación, seguramente sabedor de que serían sus últimos Juegos.

Aun así, y superado el duelo olímpico, decidió Perrone darse un “penúltimo baile”, variando su rol en un CN Atlètic Barceloneta del que es ya parte del escudo. Y acercándolo a un título de campeón de Europa que ya había logrado como marinero en 2014, e igualmente con el Pro Recco y el JUG Dubrovnik. Esta vez, sin embargo, se tuvieron que conformar con un bronce, eso sí, trabajadísimo.
17 Ligas españolas, dos italianas, dos croatas...
Y también culminó la temporada de clubes con su decimoséptima Liga española -la segunda que conquistaba junto a su sobrino Tomás Perrone, reciente campeón del mundo Sub-20-, que añadir a una vitrina interminable junto a las dos Ligas italianas, otras dos croatas, la de Brasil, la Copa de Estados Unidos, Supercopas de Europa y España, Copas del Rey…

Cualquiera con su tremendo palmarés -si es que existe tal jugador- seguiría vinculado por puro sentido común al waterpolo. Pero es que Felipe Perrone es puro deporte, dentro y fuera del agua. Por eso, ya hace tres años que es miembro del Comité Deportivo de World Aquatics, la federación internacional acuática, y recientemente fue designado embajador del Programa de Prevención de Manipulación de Competiciones del Comité Olímpico Internacional, cuyos entresijos ya explicó en AS.

Pero, tras un cuarto de siglo rindiendo al máximo nivel y cuidándose al milímetro, se merecerá asimismo un descanso junto a sus hijos, Giovanna y Nikola, así como tiempo para practicar surf, pesca submarina y jiu-jitsu y, cómo no, para perderse en un velero en la isla materna de su pareja, su pequeño paraíso situado a unas dos horas por mar desde Dubrovnik, Croacia. Aunque su reinado, en waterpolo, abarca a todo el planeta.
‘O Rei’ Felipe confiesa ahora que se siente “asustado” por su vida fuera del agua. Pero al final del camino en el agua, valor que “lo más bonito es que mi padre, con un transplante de corazón, ha podido verlo, también mi madre, mi hermano, mi hermana, mi pareja, mis hijos, primos, sobrinos”. “Lo he dado todo por el waterpolo. ¡Qué suerte he tenido!“, culminó, con la voz rasgada, el mito Perrone.

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