Cómic
‘Yo, Julio César’. Una obra colosal que aborda el personaje en todas sus facetas
Montesquiou reconstruye mediante un relato en primera persona la figura más importante de la historia de Roma.

La figura de Julio César, al igual que ocurre con la de Alejandro Magno y Napoleón, ha sido fruto de estudio durante siglos. Sus logros militares, sus maniobras políticas y sus reformas sociales han mantenido su recuerdo, aunque también han sepultado sus defectos: populista, ególatra, cruel, libertino y sibilino. Aunque recordado como un jefe militar invencible, esta biografía también narra sus pocas derrotas.
Alfred de Montesquiou, reportero, escritor y director de documentales francés, ha trabajado durante más de tres años junto a 32 historiadores para conseguir una excelente novela gráfica lo más ajustada a los hechos históricos.

Noble, pero pobre
Montesquiou utiliza como recurso narrativo una cena con sus conocidos el día anterior a su asesinato (el 15 de marzo del 44 a.C.) para hacer un repaso de lo que ha sido su vida. Julio cuenta a sus comensales su nacimiento en el peligroso barrio de la Suburra en Roma, una infancia sin lujos como miembro de la nobleza venida a menos. Y su adolescencia, marcada por el enfrentamiento entre las dos grandes figuras de la época, su tío Mario y Sila.La derrota del líder de los populares y el terror que desató Sila puso en grave peligro su vida. De toda la novela, es la parte que más ligeramente se trata, pese a ser clave en el devenir político del pater familias de la gens Julia.

Su marcha a Asia
Para evitar ser asesinado se exilió a Asia, donde se rumoreó que se había convertido en amante de Nicomedes, un rey griego de Bitinia, a cambio de las tropas con las que consiguió su primer gran éxito militar: la conquista de la isla de Lesbos. En el asedio a la ciudad le salvó la vida a Tito Labieno, que durante años fue su amigo y mano derecha, y que terminó cambiándose de bando durante la guerra civil con Pompeyo, convirtiéndose en su rival más peligroso.
A los 23 años y muerto Sila, regresa a Roma donde participa como abogado defensor en varios juicios de ciudadanos de las colonias, pero el sistema amañado por los patricios hace que se sienta defraudado. Se reencuentra con su antigua amante, Servilia, que era hermana de uno de sus grandes enemigos, Catón. La mujer le revela que Bruto, su hijo, es suyo y le hace prometer que cuidará de él. Julio César, casado entonces en segundas nupcias, tenía ya una hija llamada Julia con su esposa Cornelia.
Aun con todas esas cargas decide volver a marcharse, esta vez a Rodas, para aprender retórica con Apolonio. Intentando hacer fortuna resulta apresado por unos piratas; tras pagar una enorme suma por su rescate, volvió con un ejército de mercenarios y crucificó a todos sus captores. Era la primera muestra de la naturaleza cruel e implacable que escondía.

Su ascenso político
De nuevo en Roma, a los 30 años entró en el Senado, pero la muerte de su mujer le llevó a Hispania donde fue cuestor. Servilia le facilitó el ascenso definitivo cuando concertó su matrimonio con la rica Pompeya, nieta de su enemigo Sila y sobrina de Pompeyo, el hombre más poderoso de Roma. El matrimonio de conveniencia no le sirvió de escudo y casi muere asesinado por los patricios, así que utilizó una argucia legal para divorciarse y quedarse con todo su dinero.
Acuciado por las deudas tuvo que servir un año como pretor urbano en Hispania, donde sometió a varias tribus y esquilmó a impuestos a los supuestos aliados. Hizo el suficiente botín para regresar a la ciudad eterna con dinero y poder, gracias al apadrinamiento de Cicerón.
Pacta un triunvirato con las dos figuras más importantes del momento, Pompeyo y Craso. Para sellarlo casa a su hija Julia con el primero, a pesar de ser 24 años más joven que el general. Y él toma como esposa a Calpurnia, hija de un influyente senador.

El conquistador
De los 41 a los 46 años Julio César forja su leyenda como militar invencible. Como gobernador de Iliria, Cisalpina y la Galia Transalpina se enfrentó a germanos, helvecios y otras tribus bárbaras, masacrando todos los pueblos que no le fueron leales. El propio César menciona en su ‘Guerra de las Galias’ que exterminó 400.000 usípetes y téncteros en un solo día. Es la primera vez en la historia que se nombra el término “crimen contra la humanidad” para referirse a un hecho semejante (‘Naturalis Historia’ de Plinio el Viejo).
Llegó a adentrarse en Germania, pero la escasez de botín le hizo cambiar de objetivo: conquistar Britania. En su primera expedición una fuerte tormenta hizo que perdiera gran parte de su ejército, lo que unido a la fiera resistencia convirtió la invasión en un fracaso. Tras retirarse a la Galia construyó la mayor flota vista hasta entonces, 800 navíos, y regresó para someter a los britanos.
Las riquezas de la isla no eran lo que esperaba. Además, la construcción de la flota y el ejército había obligado a subir los impuestos a las tribus galas. A su vez, su hija Julia había muerto durante un parto y la alianza con Pompeyo saltaba hecha añicos. Aprovechando todas estas circunstancias, varios pueblos se unieron en una confederación y se rebelaron contra Roma. Al frente de ellos estaba un antiguo aliado, amigo y compañero de César: Vercingétorix.
Conocedor de las tácticas romanas y hábil señor de la guerra, puso contra las cuerdas a las tropas de Julio César en varias ocasiones, que tuvo que huir para reunir un ejército mayor. Tras varios años de combates, César derrotó a los galos en Alesia (52 a.C.) en una de las maniobras militares más geniales de la historia. 50.000 legionarios derrotaron a 330.000 guerreros galos gracias a un doble asedio.
El Rubicón
Asediado por sus enemigos políticos en Roma, Julio César rompió una tradición sagrada y marchó con sus veteranos contra la ciudad. La rapidez de su avance cogió por sorpresa a los senadores, que abandonaron Roma junto a Pompeyo. Labieno, mano derecha de César, se pasó al bando republicano herido por los reproches sobre su actuación en los últimos combates en la Galia.
Arrancaba una nueva guerra civil que duraría 4 años (49 a 45 a.C.). Primero el propio César se encargó de las tropas leales al Senado en Hispania, dejando a Marco Antonio al gobierno de la ciudad.

Farsalia
Las tropas de Pompeyo se reorganizaron en Grecia, donde recibieron refuerzos de las legiones destacadas en Oriente. En Farsalia, una amplia llanura en el centro del país heleno, se enfrentaron ambos ejércitos. Las tropas senatoriales doblaban en efectivos a los rebeldes, pero César jugó con los conocimientos que tenía Labieno sobre sus tácticas para tenderle una trampa a su caballería y conseguir una de sus victorias más celebradas.
César se mostró magnánimo con los derrotados, perdonando la vida a muchos de los líderes de los optimates. Pero entre ellos no estaba Pompeyo, que había huido a Egipto.

Tierra de faraones
Persiguiendo a su viejo enemigo, viaja en el 48 a.C. a Egipto. La provincia, que era el granero de Roma, estaba en plena guerra civil entre sus dos mandatarios: Ptolomeo XIII y su hermana y esposa Cleopatra VII.
A su llegada, un cortesano del faraón le entrega la cabeza de Pompeyo, algo que disgusta a César. Tras conocer a la reina, que según cuenta la leyenda fue introducida en palacio escondida en una alfombra, se enamora de ella y toma partido en el conflicto.
Estalla una rebelión en Alejandría, pero César, a pesar de tener un pequeño contingente de tropas, resiste los ataques de los partidarios de Ptolomeo XIII. Durante estos incidentes se quemó la gran biblioteca de Alejandría.En el 47 a.C.. Posteriormente en la batalla del Nilo, los romanos aniquilan a las tropas egipcias rebeldes y su líder muere ahogado cuando trataba de huir. Con Cleopatra en el trono y la provincia pacificada, Julio César decide volver a Roma, pero antes pasa por Asia, donde derrota al rey Farnaces en Zela.
A su regreso se encuentra la ciudad llena de problemas: Marco Antonio, dedicado a borracheras y orgías, había descuidado su gobierno, mientras que Lépido, su otro gran aliado, había permitido a los rebeldes agruparse de nuevo en África.
Tocaba de nuevo partir a la guerra. En Tapso, cerca de lo que hoy es Túnez, se volvieron a medir ambos ejércitos. Esta vez los pompeyanos contaban con el apoyo del rey Juba I de Numidia. Pero ni la presencia de sus terribles elefantes evitó otra victoria de los cesarianos. Además, dos de los principales líderes optimates, Metelo Escipión y Catón, perdieron la vida.
La última gran batalla
Solo quedaba ya derrotar a Labieno, que se había marchado a Hispania. Los antiguos compañeros se enfrentaron en Munda. La batalla estuvo muy igualada y solo la intervención in extremis de la caballería bereber del rey Bogud evitó la derrota de César.
Su legado y muerte
En los últimos años de vida se dedicó a promulgar reformas que asentarían el poder de lo que más adelante, y de la mano de Octavio —a quien nombró su sucesor—, sería el Imperio romano. Abrió la ciudadanía a los habitantes de las provincias, amplió el Senado para incluir miembros de nuevos territorios y aliados, reformó el sistema judicial para evitar la corrupción, estableció un férreo control sobre los impuestos, distribuyó tierras para los veteranos y fundó colonias en los nuevos territorios conquistados.
A pesar de todo esto, su relación con Cleopatra y el miedo a que se convirtiera en rey propició que algunos de sus antiguos enemigos, a los que había perdonado la vida, conspiraran contra él hasta asesinarlo el 15 de marzo del 44 a.C., de 23 puñaladas en la Curia de Pompeyo. Para la historia pasó la famosa frase “¿Tú también, Bruto?”, de la obra de Shakespeare, pero de la que no existe constancia documentada.

El dibujo
El lado artístico de la obra recae en el dibujante e ilustrador francés Névil. Es especialista en hacer storyboard y es algo que se ha llevado a la obra. Sus encuadres son muy cinematográficos, pero su dibujo no está a la altura de la calidad narrativa que presenta la novela gráfica. No es que el dibujo no funcione, pero todo es demasiado simple y los rostros de los personajes, sobre todo en los primeros planos, no terminan de funcionar. Es cierto que una obra de este tamaño exigiría, con un dibujo más realista, una cantidad de trabajo enorme, pero la diferencia entre que sea un buen cómic y una obra maestra ha estado en ese detalle.
Donde sí destaca es en el manejo de estrucutura de la página, siendo como es un cómic con mucho texto, en todo momento favorece el ritmo de lectura e integra bocadillos y didascalias de una manera natural.
Conclusión
‘Yo, Julio César’ es una novela gráfica fascinante, un relato apasionante sobre uno de los personajes más importantes de la historia de la humanidad. Montesquiou y Névil han hecho un excelente trabajo de documentación, y el escritor ha conseguido que una académica lección de historia sea una experiencia lúdica de primer nivel. Lástima que el dibujo no alcance el nivel de la narrativa; estaríamos hablando entonces de una obra referencial.

Ficha
- Guion: Alfred de Montesquiou
- Dibujo: Névil
- Fecha de publicación: 17 de julio de 2025
- Número de páginas: 256 Color
- Formato: Tapa dura
- ISBN: 9788419940841
- Editorial:
- Precio:
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