Doom: The Dark Ages, ya lo hemos jugado y apunta a ser algo a la altura de su histórico nombre

Era 1993 cuando los dos John (Romero y Carmack) revolucionaron la industria del videojuego para siempre con Doom. A día de hoy, esta leyenda del género sigue presente en la cultura videolúdica y ha trascendido más allá. En 2016 experimentó un renacimiento que fue un ejemplo de cómo llevar un clásico a tiempos modernos y en 2020 Doom Slayer —junto con Canela desde Animal Crossing— nos salvó en la pandemia de otra clase de demonios con Doom Eternal. Este 2025 estamos de enhorabuena: Doom The Dark Ages (id Software, Bethesda) regresa este 15 de mayo de 2025 (PC, Xbox Series y PS5) con una ambientación de fantasía oscura y la misión de reclutar a todo tipo de jugadores. En MeriStation ya lo hemos jugado durante su evento de presentación en Wiesbaden (Alemania) y hoy os contamos nuestras impresiones, más optimistas que las de nuestro anterior primer bocado.

Una aventura infernal a medida de cada jugador

“Este Doom es el más pulido e innovador de la saga, sin contar el primer Doom, por supuesto, que fue tan revolucionario”. Hugo Martín, director del juego, no estuvo presente durante el evento pero sí nos brindó un vídeo en el que manifestaba su ilusión y cariño por el proyecto. Doom The Dark Ages, con una ambientación de fantasía oscura medieval que le sienta como un guantelete, se cimenta sobre tres pilares: la narrativa, los niveles lineales y la experiencia sandbox. Además de esto, la personalización de la dificultad es uno de los mayores alicientes para todo tipo de jugadores, desde los que buscan iniciarse en la saga como los que buscan un desafío infernal.

Tras ponernos a los mandos de Doom Slayer a lo largo de cuatro misiones constatamos que tiene todo ese sabor que esperamos de un Doom: la adrenalina, la catarsis a través de una frenética violencia, la fantasía de poder cumplida con la destrucción de cada demonio… Y todo ello en una sinfonía de libertad de acción, frescura y satisfacción que cada que hace vez queramos más y más.

Cada misión de Doom The Dark Ages nos invita a ir directos al objetivo, pero podemos dar rienda suelta a nuestro instinto explorador e investigar la zona por interesantes desvíos para descubrir con los consabidos secretos, enemigos adicionales y más sorpresas. En el mapa, podemos consultar el estado de la zona y comprobar si hay lugares de interés que hemos pasado por alto.

Prácticamente, podemos confeccionar nuestra aventura a nuestra medida: no sólo tendremos un selector de dificultad, sino que podremos activar el autoapuntado y elegir el ritmo del combate, el nivel de agresividad de los enemigos, la ventana de tiempo para devolver un ataque y la cantidad que daño que provocamos. En nuestra sesión jugamos con mando y confirmamos que es una auténtica delicia: fluido, cómodo y preciso.

Vamos a practicar el Medievo contra demonios

Doom The Dark Slayer no sería un Doom si no nos proporcionara un goloso arsenal. Desde la primera misión, vamos adquiriendo nuevas armas tanto a distancia como a melé y, con ellas, una infinidad de posibilidades para acabar con las criaturas del averno. La gran protagonista es el escudo-sierra y su abanico de usos: lanzarlo como un búmeran, cargar contra enemigos, segar demonios en enfrentamientos cuerpo a cuerpo, bloquear, desviar y devolver ataques así como enlazar combos. Asimismo, también será clave para resolver algunos puzles sencillos.

Para alguien que nunca ha jugado a otros títulos de la saga, puede resultarle abrumador el ritmo con el que Doom Slayer va adquiriendo nuevas armas, pero la curva de dificultad de Doom: The Dark Ages permite una asimilación pausada de cada mecánica recién adquirida. Además, la gran virtud del combate es que permite una generosa libertad de acción: cuando obtenemos un nuevo juguete, sí tenemos la oportunidad de estrenarlo, pero no nos abocaremos en el típico encuentro donde su uso exclusivo es obligatorio. El mismo juego nos anima a probar cada nueva incorporación de nuestro armamento, pero no limitarnos a ella ni siquiera temporalmente. La experimentación y creatividad son la espina dorsal de una aventura infernal que, como todo buen Doom, se torna en un divertido festival de sangre demoníaca donde cada jugador crea su propio estilo.

Tras su primer tráiler, había jugadores que aventuraban un juego más defensivo y con un ritmo más pausado. En nuestra sesión comprobamos que, si bien podemos adaptar el ritmo de los combates, la dinámica de la partida nos anima a ser agresivos: realizar combos es bastante gratificante y sencillo, y las ejecuciones nos regeneran salud, lo cual es todo un aliciente.

Durante nuestra sesión, probamos dos armas a melé y otras cuatro a distancia. Así, tenemos el guantelete, con el que podemos encadenar combos sobre un mismo enemigo o repartir cada golpe entre varios. Ante grupos numerosos, el mangual será el aliado ideal. En rango corto, no falta la ya conocida súper escopeta que será la más socorrida para principiantes. A ella se suman el despedazador, un arma automática con la que disparar ráfagas en cualquier rango; el doble cañón, con el que lanzar agujas de plasma a una cadencia media y el pulverizador, con el que lanzamos cráneos molidos con una buena dispersión y a medio rango. Por supuesto, estos no serán las únicas armas que encontraremos y a lo largo de la partida conoceremos nuevas formas de aniquilar demonios. También contaremos también con lingotes de oro y gemas que podremos canjear en santuarios que hacen las veces de tienda para mejorar nuestro armamento.

Dragones, mechas y mazmorras

Uno de los grandes escollos de un shooter es la repetitividad, pero Doom: The Dark Ages parece refrescar la experiencia en cada misión. En nuestra sesión, jugamos dos de las misiones más llamativas de su tráiler: en efecto, pilotamos un titán mecanizado y un dragón. El primero se siente justo lo épico que cabe esperar, con toda la sensación de poder colosal y de dominación sobre todo lo que hay a nuestro paso. Esta fase fue la que se nos hizo más breve, pero esperamos que a lo largo del juego regresemos al peculiar mecha. El dragón, por su lado, nos proporciona fases de vuelo vertiginosas, con una gran movilidad que incluye aceleraciones, ascensos y descensos, así como el correspondiente desafío de plantar cara a enemigos a nuestra altura como naves gigantes. Tal vez, los controles sí nos han resultado menos intuitivos que los del titán o el del propio Doom Slayer, sobre todo en cuestiones de esquiva y parry, pero es cuestión de acostumbrarse.

Doom: The Dark Ages se sitúa a modo de precuela de la entrega de 2016, si bien por el momento no podemos revelar los detalles de su narrativa. Pero sí podemos confirmar que a nivel artístico ha adquirido una identidad propia que aúna la ambientación de fantasía oscura con la tecnología futurista. Recorreremos mazmorras de castillos en áridas montañas, con instalaciones futuristas. Esta dirección artística permea no sólo el entorno, sino el mismo arsenal de inspiración medieval ya comentado, así como la interfaz del propio juego, donde vuelve el avatar en la parte inferior de la pantalla, con el rostro descubierto de Doom Slayer reaccionando a todos los sucesos.

El diseño del juego habla el mismo idioma que los clásicos: una primera persona, enemigos cuyo diseño reconoceremos de las anteriores entregas a pesar de ciertas sutilezas estéticas, y los botiquines de salud y cajas de munición diseminadas por el mapa. Y, por supuesto, regresan las glory kills, si bien echamos de menos cierto salvajismo en algunas de ellas, lo cual puede estar justificado por motivos de la historia, con lo que podría esperarse cierta evolución a lo largo de la partida.

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