Alcaraz, gancho al hígado
El paseo de las estrellas del Billie Jean King Center se pobló para ver el nuevo clásico del tenis: de Donald Trump a Pep Guardiola para asistir a lo que Ferrero anunció como un combate de boxeo.

Enamoramiento.
La Arthur Ashe, la caldera de hormigón que revienta cada año en el barrio de Queens, disfrutó por primera vez en una final del duelo entre los dos colosos que se han adueñado del tenis en ausencia de Roger Federer y Rafa Nadal y un Novak Djokovic que lucha, cada vez con menos fuerzas, para entrometerse en el pulso entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner. Ya en 2022, la grada más pasional de los cuatro grandes, adoptó a Carlitos cuando con su primer título de Grand Slam, a los 19 años, subió al número uno. Tres años después, retorna a la cima en el mismo escenario. El enamoramiento es mutuo.
De Guardiola a Springsteen.
En una ciudad donde dejarse ver es fundamental, poblaron las gradas para asistir al show de Carlitos muchas caras conocidas, como la de Pep Guardiola, el entrenador del Manchester City, que aprovechó el parón de selecciones. También los cantantes Bruce Springsteen y Sting, actores como Ben Stiller y Lindsay Lohan, deportisticcwin247.como Stephen Curry y Lindsey Vonn o numerosas leyendas del tenis como Ivan Lendl (que entregó el trofeo) o Martina Navratilova. Un paseo de la fama.

Protagonismo Trump.
Y, por supuesto, el nombre más rutilante (para bien o para mal, allá cada cual) fue el de Donald Trump. El presidente de Estados Unidos, desde un palco privado de Rolex, tampoco se quiso perder el Alcaraz-Sinner y su aparato de seguridad provocó un caos en los accesos. El todopoderoso mandamás conoce bien la erótica del poder, y el deporte siempre depara potentes fotos. Le vimos en la Super Bowl, en el Mundial de clubes de la FIFA, las 500 millas de Daytona o en su refugio testosterónico de la UFC. En 2015, su última presencia en Flushing Meadows aún sin ser presidente, fue abucheado en la ciudad de tradición demócrata. Esta vez, la organización del US Open pidió a los medios que se abstuvieran “de mostrar cualquier alteración o reacción en respuesta a la asistencia del presidente”. Así se las gastan. Pero los abucheos también ganaron a los aplausos.

Centro del mundo.
Abajo, ajenos a ‘Mr. Aranceles’ y toda la cohorte de famosos, Alcaraz y Sinner tenían otras cosas de qué preocuparse. Ellos, y no otros, ocupaban el centro de la pista y el centro del mundo. Y dirimían, además del título, el número uno del ranking. El espectáculo salvaje por momentos, como se preveía. El italiano venía de conquistar este año Australia y Wimbledon. El español, Roland Garros. Con el triunfo en Nueva York, terminan el año en empate (2-2) en los grandes. Los últimos ocho se los han repartido entre los dos. Un duelo de época que seguirá repitiéndose y que no cansa.
Boxeo.
Decía Juan Carlos Ferrero, el mentor del murciano, antes de la final que imaginaba la final “como una pelea de boxeo en la que continuamente se golpean el hígado hasta que uno cae”. En el primer set, los drives como directos de Alcaraz dejaron tocado a Sinner, que sin embargo se creció con el castigo para llevarse el segundo. En el tercero, fue el español que salió de las cuerdas para golpear. Pim-pam. Pero el hook, el gancho letal al hígado que debía cerrar el combate, lo tenía Alcaraz de su raqueta.

50 de Orantes.
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El triunfo de Alcaraz llega 50 años después del de Manolo Orantes, en 1975 (hubiera estado bien verle en Nueva York, por cierto). Una bonita coincidencia. El granadino afincado en Barcelona tomó el testigo de Manolo Santana (campeón en 1965) y hasta 2010 no imprimió su nombre en el palmarés Rafa Nadal, que ganó el último de sus cuatro trofeos en 2019. Con Alcaraz, que vive deprisa, no hubo que esperar tanto.
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