Ceballos, el jugador del mientras tanto
Un futbolista atrapado en la eterna promesa, en el “ya verás cuando explote”, que ha terminado convertido en el “ya veremos dónde acaba”...

Dani Ceballos no sabe todavía si se queda o si se va. Y quizá esa indecisión, ese estar a medias, sea la metáfora más precisa de su paso por el Real Madrid. Un futbolista atrapado en la eterna promesa, en el “ya verás cuando explote”, que ha terminado convertido en el “ya veremos dónde acaba”. Hasta ayer parecía que tenía hechas las maletas rumbo a Marsella. Hoy, vuelve a sonar el Betis. Mañana, quién sabe, podría quedarse y renovar. Porque con Ceballos uno nunca sabe cuál va a ser su siguiente movimiento.
Su salida del Madrid, de consumarse, cerraría un capítulo que nunca llegó a escribirse del todo. Más que un epílogo, un borrador no terminado. Llegó con el aura de joya del Europeo Sub-21, arrebatado al Barça en un fichaje con sabor a victoria institucional. Pero la anticipación siempre pesó más que el rendimiento. Ni Zidane, ni Lopetegui (su gran valedor), ni Ancelotti, ni parece que ahora Xabi Alonso confiaron en él como titular. Su fútbol, tan agradable a la vista, apareció solo a ráfagas por La Castellana, interrumpido por lesiones inoportunas, cesiones a Londres (Arsenal) y su propia inconsistencia. Siempre parece el verano de Ceballos, pero nunca llega su primavera.
Dicen que quiere apurar sus opciones de jugar el Mundial y por eso sonaba el Olympique de Marsella como destino. Un lugar curioso para reinventarse: allí también recalaron de manera fugaz otros futbolistas de talento intermitente como Iván de la Peña o Martín Vázquez, que acabaron regresando a casa enseguida. Dani Ceballos puede haber batido el récord: volverse sin haberse ido.
La buena toma de decisiones es un requisito indispensable en todo centrocampista. Ceballos nunca brilló en este aspecto. En el campo a veces le sobran dos toques; fuera de él, un comentario, un gesto. Criticó a una leyenda como Zidane justo antes de tenerle de regreso, se complicó la vida en la Selección por tensiones con Gavi y se ha pasado su estancia en Madrid mandando nostálgicos guiños al Betis (menos cuando firmó la renovación, claro). Lo resumió Ángel Haro, presidente bético, con cierta sorna entre líneas: “Tuvo su oportunidad hace dos años cuando la negociación era entre dos partes. Ahora es entre tres partes...”.
Esta misma semana, sin ir más lejos, le cazaron quejándose a Cazorla de su falta de minutos, enfadó al volátil Olympique de Marsella con su espantada y se comparó con Michael Jordan escribiendo “The Last Dance” para referirse a su partido contra el Real Oviedo, deslizando un adiós con contrato en vigor. Vaya semanita, como diría el Capitán Haddock, y todavía es jueves.
Con Ceballos uno siempre tiene la extraña sensación de estar esperando ese pase imposible que nunca termina de llegar y, por desgracia, acaba en balón perdido. Y quizá ahí esté la mejor definición de su carrera en el Madrid: un talento que prometía iluminar el juego, pero que acabó especializándose en la jugada más ingrata del fútbol. El “casi”.
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