El espíritu de las leyes

Escuchando y leyendo en estas horas el debate, acalorado o sosegado, sobre el ya famoso penalti anulado a Julián Alvarez en el derbi europeo-madrileño, se me viene a la cabeza aquel tratado de Montesquieu sobre El Espíritu de las leyes. Además de la obligada separación entre los poderes que concurren en el ejercicio de la ley, el pensador y filósofo parisino hablaba también de su necesaria interpretación y de su propia literalidad.

Si la ley del fútbol es su reglamento vayamos a su análisis, literal o espiritual. Literalmente el reglamento dice: “El ejecutor del penalti no podrá jugar el balón por segunda vez hasta que lo haya tocado otro jugador”. Lo que intuimos es que evidentemente roza el balón o el cordón de la bota, pero ni toca ni mucho menos golpea el balón intencionadamente. Por tanto, no hay decisión de jugar el balón. De la propia literalidad en la ley, si se quiere tener una lectura lógica, no se encuentra materia para la anulación, menos todavía si es evidente que no hay intención de sacar ningún tipo de ventaja.

Vamos ahora con el espíritu. Parece claro que el legislador trató con esta norma de impedir a los ‘pillos’ acercarse aún más allá de los once metros a la portería para sacar ventaja. Tampoco en este caso hay por donde defender la anulación del penalti.

Nos queda por último la propia visión de la jugada juzgada. Durante muchas horas, ni desde el plano frontal o lateral, ni desde el cenital o el subterráneo, había ninguno que demostrara claramente ese primer contacto, por suavísimo y leve que fuera, hasta que hacia las tres de la tarde comprobamos que efectivamente el delantero roza el esférico, aunque no lo juegue, que es lo que dice el reglamento. Y es aquí donde debería imperar el lógico y recurrido aforismo de las leyes: en caso de duda, a favor del reo. Y parece evidente que no hay otro reo que Julián Alvarez y el Atlético de Madrid.

que no hay otro reo que Julián Alvarez y el Atlético de Madrid.

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