El momento Vinicius y la campana de Montjuïc
No hay jugador más indicado que él para armar la revolera cuando el Madrid necesita tambores y cornetas
Ocho partidos para el final del campeonato y una regla que se cumple desde que el fútbol es fútbol: es el tiempo donde más se afilan los equipos que pugnan por la supervivencia. La Segunda División es una condena en el fútbol. Se reduce el gasto y la exposición mediática, el mercado se achica, las ventas son necesarias y la competencia es feroz. El Valencia, un grande del fútbol español, conoce el destino que deparó el descenso a equipos como el Zaragoza, Sporting, Oviedo o Racing, algunos de ellos fundadores de la Liga española, representantes de potentes ciudades y con una amplísima base de aficionados, sometidos a la frustración desde hace muchas temporadas. Ese Valencia avisado se presentó en el Bernabéu y salió del partido con una victoria que no le resuelve la vida, pero se la mejora a ojos vista.
Se daba por descontada la victoria del Real Madrid, que tiene un fregado de categoría en las próximas semanas. Venía de atravesar un calvario con la Real Sociedad en la Copa, exprimiéndose como un limón en un partido que resolvió en la prórroga pasada la media noche. El Valencia oficiaba de puente con el próximo encuentro, nada menos que contra el Arsenal, en los cuartos de final de la Liga de Campeones. El equipo londinense fue una de las sensaciones del fútbol europeo en la primera década de este siglo, antes de entrar en barrena. La contratación de Arteta, ex capitán de los gunners, ha terminado con el depresivo periodo de los últimos años de Arsene Wenger y el abismo posterior. Es un equipo que ahora es capaz de mirar de frente a cualquiera de las mejores escuadras de Europa.
En medio de ese bocadillo de competiciones, el Madrid recibió al Valencia. ¿Jugó mal? No y hasta mejor que en sus últimos partidos en el Bernabéu, contra el Rayo Vallecano y el Leganés. ¿Jugó bien? Tampoco. Lleva mucho tiempo sin imponerse con rotundidad a sus rivales. Nueve últimos partidos de Liga: cuatro victorias, dos empates y tres derrotas. Balance de goles: 13 a favor, 11 en contra. Son datos de equipo tenso, sufriente, sostenido por el poderío de varios jugadores que son la envidia del fútbol mundial.
El Valencia hizo los deberes de manera impecable. Se adelantó, recibió el empate en el comienzo del segundo tiempo y no se derrumbó, cosa harto difícil de lograr en el Bernabéu, donde el factor pánico ataca sin misericordia a la inmensa mayoría de los rivales del Madrid. El Valencia aguantó con una considerable disciplina defensiva y los capotazos de Mamardashvili, autor de varias paradas sensacionales. Un portero de garantías, y el georgiano lo es, sobre todo entre los palos, es una pieza crucial en esta parte decisiva de la temporada.
Mbappé y Bellingham apretaron con ganas, sin el acompañamiento necesario. Alrededor del francés y el inglés flojearon los demás, incluido Vinicius. Jugó mal, pero tuvo un protagonismo enorme, como es habitual. Desperdició el temprano penalti que habría colocado al Madrid en una situación perfecta para manejar el partido, marcó el gol del empate, tras la peinada de Bellingham y Ancelotti le retiró del campo cuando faltaban 15 minutos para el final.
La decisión del técnico tuvo miga. A todas luces, no hay jugador más indicado que Vinicius para armar la revolera cuando el Madrid necesita tambores y cornetas en los últimos minutos. Ancelotti tiró de todos sus delanteros. Entraron Rodrygo, Endrick y Güler. Probablemente era el momento Vinicius, pero ya no estaba. Sí estuvieron, de qué manera además, Hugo Duro y Rafa Mir en una jugada extraordinaria, finalizada con un fenomenal cabezazo del ex del Getafe. Sonó a despedida del Madrid en la Liga, pero le salvó la campana de Montjuïc. El empate del Barça contra el Betis también sonó a derrota.
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