Opinión

El Mundial del 2000

La historia nos ha enseñado que el éxito y la continuidad de los torneos muchas veces están sujetos a factores externos como la inversión económica.

Los jugadores del Fluminense tras vencer al Inter
MICHAEL REAVES | AFP
Axel Torres
Actualizado a

Estos días, quizá también porque el buen papel de los equipos brasileños me ha recordado a lo que ocurrió en aquella ocasión, me ha venido a la cabeza la primera edición del Mundial de Clubes: la que se disputó en enero del año 2000. El Corinthians se proclamó campeón derrotando en la final al Vasco da Gama después de que los dos representantes europeos, el Real Madrid y el Manchester United, hicieran un papel más que discreto. Para explicar estos resultados decepcionantes de los conjuntos UEFA se recurrió a un argumento que estos días también estamos escuchando: les motiva menos, no lo desean tanto. Lo del United fue muy llamativo porque para acudir a la cita de la FIFA, que por aquel entonces también se pensaba como ahora que iba a marcar un antes y un después, renunció a jugar la FA Cup de aquella temporada, lo que fue visto en su país como un sacrilegio imperdonable. Luego sólo fue capaz de vencer al South Melbourne australiano: incluso el Necaxa mexicano le dejó fuera del partido por el tercer y cuarto puesto. Vasco, pese a jugar la final en Maracaná ante 73.000 personas en su Río de Janeiro, y pese a contar en sus filas con Romário, Juninho Pernambucano y Edmundo, cayó en la tanda de penaltis tras 120 minutos poco brillantes que acabaron 0-0.

Ese formato, que muchos celebramos porque acababa con la injusticia histórica de que el trono mundial estuviera vetado a clubes de fuera de Europa y de Sudamérica, sufrió un duro revés cuando quebró ISL, una compañía suiza que era el socio fundamental de la FIFA en la organización del torneo. Nos quedamos sin una segunda edición en verano de 2001 que ya había sido adjudicada a España y en la que, por cierto, iba a participar el Deportivo de la Coruña como campeón de liga del país organizador. La FIFA tuvo que congelar su proyecto hasta que logró resucitarlo en 2005, aunque ya con menos apoyo económico y un sistema con un solo participante europeo que le restó visibilidad.

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Cuento esto porque la historia nos ha enseñado que el éxito y la continuidad de los torneos muchas veces están sujetos a factores externos como la inversión económica: quién paga la fiesta. El nuevo Mundial de Clubes de Infantino parece tener bien atado este asunto por su controvertida alianza con Arabia Saudí, al menos hasta la gran cita de selecciones de 2034 (la lógica invita a pensar que esa es la fecha clave). Después, ya se verá. Pero poder empezar con tres ediciones (2025, 2029 y 2033) sin incertidumbre económica ya le da una gran ventaja con respecto al proyecto que nació y murió en el 2000.

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