El Spotify no puede esperar más a Lamine
Dicen, aunque no sea redondamente cierto, que el Barça construyó el Camp Nou porque Les Corts se le hacía pequeño para ver a Kubala.


Si el Gamper es el partido de las ilusiones en el Barça, seguro que la gent blaugrana se fue convencida de que esta temporada también esperan grandes cosas. La noche empezó con una escenificación delicada de lo que, en tiempos de Guerra Fría, se habría definido como coexistencia pacífica entre Ter Stegen y el club. Un discurso comedido del alemán y un aplauso político de Laporta en el palco. Un paréntesis para respirar y después ya se verá. Flick, rictus serio, también estuvo en lo suyo. Nada de palabras vacías. Trabajar “duro y sin excusas”. Todo previsible y estandarizado hasta que, como el curso pasado, salió a jugar el equipo.
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Es evidente que, a estas alturas, el Barça sólo es una casa de líos hasta que Hansi saca el rodillo y, sobre todo, hasta que aparece Lamine. Luciendo ya el dorsal ‘10’, y jugando a tirones, ponerse delante del televisor a ver sus partidos despiertan ganas de coger el primer autobús y plantarse en el campo. Suele decirse que en el fútbol está todo inventado. Lamine lo desmiente. El resultado de su mezcla entre arabescos y buena toma de decisiones produce réditos de efectividad en su equipo directamente proporcionales al placer en el espectador. Dicen, aunque no sea redondamente cierto, que el Barça construyó el Camp Nou porque Les Corts se le hacía pequeño para ver a Kubala. El Spotify no puede esperar más por Lamine.
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