Entre la fanfarria política se asomó el fútbol
Era agnóstica, pero el torneo me ha parecido interesante y repetible


Lo confieso: yo estuve subida en el carro de los agnósticos del Mundial de Clubes, no por esnobismo, si no porque a cualquier apéndice creado por la FIFA hay que ponerle un signo de interrogación por simple precaución, como cuando metes un paraguas en la maleta si viajas en verano por el norte. Y el torneo, sin embargo, me ha parecido interesante y repetible.
Lo mejor creo que han sido los enfrentamientos entre equipos europeos y americanos, la renovada rivalidad continental. Aquí es donde estuvo toda la pasión, la emoción y esas cuestiones intangibles que nos mantienen conectados con el fútbol. La variedad de latitudes generó también otra cosa buenísima para aniquilar el aburrimiento futbolístico: la imprevisibilidad, con la victoria del Al Hilal en octavos sobre el Manchester City o la eliminación del Inter ante el Fluminense. Los equipos sudamericanos y asiáticos han demostrado no estar tan lejos del fútbol europeo, al menos en este momento concreto de la temporada. Y la muestra más precisa de esa imprevisibilidad fue precisamente la final, con el Chelsea ofreciendo un espectáculo que no entraba en demasiadas quinielas.
Lo peor ha sido la interminable politiquería y la fanfarria extradeportiva, hasta el punto de que ayer en muchos informativos se habló más de un gobernante que del equipo que ganó la competición. Las caras de incredulidad de Cole Palmer y Reece James en la plataforma de campeones durante la recepción del trofeo ante un Donald Trump impasible fueron bien elocuentes. Así que para la historia del deporte ha quedado la complicidad de la FIFA al permitir que la vanidad de un político se apropiara del momento estelar de un grupo de futbolistas. El día menos pensado nos plantan a un banquillo auxiliar para jeques o a algún congresista con el peto de cuarto árbitro.
El Mundial de Clubes ha proporcionado a la FIFA un campo de pruebas solariego de cara al Mundial de 2026 que se celebrará en América. Veremos entonces si siguen primando el marketing o se inclinan más por el deporte. Aunque, claro, los torneos no se pagan solos, esto bien lo sabe Gianni Infantino.
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