España es genial hasta cuando está mal


Nadie juega como España, ni tan siquiera cuando no está a su mejor nivel. La Selección se ha acostumbrado a despachar rivales de todo tipo de pelaje bajo una inercia ganadora que asusta. Se siente pletórica en cualquier circunstancia y ante condiciones adversas. Solo desde ese prisma, además del factor inigualable de Lamine, se puede entender que sometiera a una Francia irreconocible en la era de Deschamps, tan alegre en ataque como quebradiza atrás. Porque los bleus apretaron de principio a fin, pero les faltó parte de la pegada que lució España y, sobre todo, el orden que en otro tiempo les subió hasta el cielo.
España no salió bien. Se vio embotellada por Francia al perder el balón demasiado rápido, con errores bastante groseros. La extravagancia a la que se ha entregado De la Fuente de colocar a Pedri como mediapunta en lugar de la base le pasó factura. Es cierto que el seleccionador rectificó rápido y el cambio de papeles del canario con Mikel Merino lo agradeció el juego español. Aun así, fue Unai Simón el que se hizo grande para resistir el empuje francés. Hay portero, no tanta defensa, aunque Le Normand y Huijsen parecen entenderse y Cucurella demuestra su entidad como marcador de primer nivel. Que se lo digan a Dembélé
Deschamps seguro que se lamentará de que, por una vez, el principio de cautela no mandara en su alineación. La decisión de jugar con cuatro delanteros (Dembélé, Olise, Mbappé y Doué) y desvestir el centro del campo resultó fatal para Francia. Sin el balón, hizo aguas. Fue una propuesta un tanto ridícula que para España significó una bendición. Con todos los espacios del mundo, incluso sin tener un hilo de continuidad, Zubimendi, Pedri, Merino, Lamine, Nico y Oyarzabal, tremendo Oyarzabal, hicieron lo que quisieron. Derrotar a Francia con una versión terrenal pone el acento en el momento que vive la Selección. Su patrimonio futbolístico alcanza tal altura que es genial juegue como juegue. Haciéndolo mal, marcó cinco a Francia.
Camino libre

Zubimendi asume la manija en la medular y encuentra un pase entre líneas para Merino, que se ubica a la espalda de Koné. Francia no puede defender peor.
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