No fue un estreno para tirar cohetes, pero Mastantuono se dejó notar. Participó en el primer gol, luego siempre quiso el balón y, además, pudo marcar al final. Esa acción partiendo desde la derecha y aclarando la jugada es muy suya. Se la veremos en el Bernabéu. Le gusta iniciar a banda cambiada, pero tiene mucha influencia por dentro.

No le favorecieron ni el contexto -partido a las 12 de la mañana en Seattle y con calor- ni el rival, pues Urawa se dedicó a cerrar huecos. Lo mejor que tiene Mastantuono es que no se excede más de lo que debe. No juega para la galería. Cuando debe acelerar, lo hace. Cuando no hay posibilidad de crear peligro, aporta pausa.

Con 17 años y sabiendo que los ojos del mundo están sobre él, lo normal es tirar de alardes. Él no entiende el juego así. Lo más difícil de ser tan joven es decidir bien. Mastantuono lo hace. Por eso está preparado para jugar en el Madrid y con Xabi Alonso, porque tiene la calidad fresca de una joya recién salida y la sensatez en el juego de quien lleva años en esto. Lo que tiene Lamine, por cierto: talento y entendimiento.

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