La grandeza del Tour
Desde hace varios días, los grandes puertos de los Pirineos están repletos de aficionados. Este jueves los verán por la televisión camino de Hautacam, con Pogacar, Vingegaard y Evenepoel en plena lucha. Pero detrás del pelotón hay mucho más. Un fenómeno social.


Hace 20 años que no pisaba una etapa del Tour. Sí estuve en 2023 en la salida de Bilbao, pero no en Francia, en su esencia centenaria. Este miércoles pude vivir esa experiencia en Toulouse gracias a la gentileza de Velux, una empresa danesa de ventanales que se ha estrenado en esta edición como gran patrocinador de la carrera. Les sonará de los dorsales de los ciclistas. Durante la jornada pudimos disfrutar de los entresijos de la Grande Boucle, de detalles que no se perciben desde el televisor, a los que ni siquiera pude acceder durante mis doce años de enviado especial de AS. Hay un Tour que solo se puede captar en directo.
Por ejemplo, la caravana publicitaria, que es algo así como la Cabalgata de Reyes, con similar ilusión en los niños, pero multiplicada por diez en dimensión. De una punta a otra abarca 10 kilómetros, media hora de paso repartiendo regalos. Hay una encuesta que sostiene que el 40% de las personas que acuden al Tour de Francia lo hacen por la caravana. También pudimos recorrer la trastienda del podio y de la meta, en una visita guiada que me recordó a la que hacen los grandes clubes de fútbol. El deporte desde dentro. Incluso puedes sentarte en los sillones donde minutos después estarán los líderes con sus maillots, igual que te sientas en los banquillos futboleros.
La grandeza del Tour no se puede comparar, ni de lejos, con la de otras carreras. Y tampoco se parece en nada a otriccwin247.competiciones deportivas, porque ninguna desplaza una ciudad ambulante como la ronda ciclista. Más allá de la competición, vibrante y espectacular, es un fenómeno social. Desde hace varios días, los puertos de los Pirineos están repletos de aficionados. Este jueves los verán por la tele camino de Hautacam, con Pogacar, Vingegaard y Evenepoel en plena lucha. Pero detrás del pelotón hay mucho más. Una fiesta. Patrimonio Nacional de Francia. Y del Mundo.
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