Los millones de Klopp, los millones del resto
Más que un torneo deportivo, este ha sido un torneo político. Ha supuesto la prueba definitiva de que en el fútbol no mandan los futbolistas, mandan las organizaciones.


Final. Un mes de Mundial de Clubes después ya sólo queda por saberse el nombre del campeón y no es poca cosa, aunque en realidad tampoco parece lo más significativo. PSG o Chelsea. Chelsea o PSG. Cualquiera de los dos es un conjunto potente para inaugurar el palmarés. Un campeón de Europa, como era de esperar. Más que un torneo deportivo, este ha sido un torneo político. Ha supuesto la prueba definitiva de que en el fútbol no mandan los futbolistas, mandan las organizaciones. Se intuía, pero ahora ya está claramente demostrado.
Atención. Los clubes querían su Mundial y lo han tenido. Infantino quería otro Mundial y lo ha tenido. El mastodóntico proyecto de la FIFA, en connivencia con los equipos más poderosos de Europa, ha salido adelante. Se mantiene el negocio. Uno al que seguir exprimiendo dinero como a la gallina de los huevos de oro. Mañana habrá 80.000 espectadores en la final, como en las semifinales, y millones de hinchas más lo verán por televisión. Difícil decir ante eso que no se suscitó interés.
Números. A nivel de cuentas, también ha funcionado. Los 2.500 millones presupuestados permitieron repartir premios económicos como nunca antes. No oirán a nadie que participe en el Mundial quejarse por estar aquí y sí al resto quejarse por no estar. Quien quiera verle fallos está en su derecho de hacerlo, faltaría más, que si el calor o la falta de público en un Mamelodi-Ulsan, pero la realidad es que, a nivel de negocio, ha sido más un éxito que un fracaso.
Crítico. Klopp lo calificó como “la peor idea jamás implementada en el fútbol”. Desde su despacho del multimillonario conglomerado Red Bull se le olvidó pensar como el cotizado y bien pagado directivo que ahora mismo es. Pensó como el romántico que un día conoció un fútbol y ahora otro, lo que refleja que quien va en dirección contraria es él, no el resto. Es más, desde mañana quedarán cuatro años para la siguiente edición y ya hay varias federaciones (EE UU, Qatar, España, Marruecos…) interesadas en ser sede. También los equipos saben que no pueden pasar por una travesía como la del Barça en la Europa League porque eso implica quedarse sin Mundial por falta de puntos en el ranking. Son matices que ahora importan y antes no tanto. Elementos en la nueva partida mundial. Argumentos para dar más valor a un torneo que hoy acaba mucho más fortalecido de lo que comenzó. El invento está testado. El Mundial de Clubes vino para quedarse. Nos vemos en 2029.
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