Ricky quiere jugar al basket
Ricky Rubio eligió a Jordi Évole para mostrar su lado más íntimo. Fue un testimonio conmovedor, escalofriante, estremecedor, porque no se guardó nada cuando describió sus problemas de salud mental de forma descarnada.


El domingo es el día de la semana más asociado al deporte. Domingo de fútbol y transistor. De grandes premios de motor. De finales de tenis. De podios ciclistas. También es el día de emisión de ‘Lo de Évole’, un programa de entrevistas personales que, en el arranque de su séptima temporada, compartió titulares con los grandes eventos deportivos. Con Wimbledon, con el Tour de Francia, con la Fórmula 1, con la Eurocopa femenina, con el Mundial de Clubes… La razón tiene nombre propio: Ricky Rubio. El base más importante de la historia del baloncesto español. Y mira que los ha habido buenos. Después de más de un año de silencio mediático, sin pisar una cancha como profesional, y sin atender a los micrófonos, Ricky eligió a Jordi Évole para mostrar su lado más íntimo. Fue un testimonio conmovedor, escalofriante, estremecedor, porque Rubio no se guardó nada cuando describió sus problemas de salud mental de forma descarnada.
Ricky abrió su corazón al mundo. En especial cuando recordó los momentos previos a su decisión de abandonar la concentración de la Selección en vísperas del Mundial 2023. Una noche pensó: “No quiero seguir, ya no con el baloncesto, sino con la vida”. Fue su estado de mayor oscuridad. Rubio lo ha ganado prácticamente todo, pero siente que “nunca fue suficiente”. Ni siquiera se enorgullece de su MVP en el Mundial 2019: “Me sentí como un farsante”. Su confesión nos enseña los problemas de salud mental que invaden a un deportista que ha soportado la presión profesional desde los 14 años. Las debilidades del superhéroe.
Había expectación por saber si iba a desvelar por fin su futuro, si iba a verbalizar la palabra ‘retirada’… Pero ni siquiera dio ese paso. “Yo quiero jugar al baloncesto, pero no puedo”, reconoció con dureza. A Ricky le gustaría jugar al basket sin ser Ricky. Como un niño… Quizá como el niño que no pudo ser.
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