Tchouameni me flipa

No hay que decir nunca de esta agua no beberé. El famoso refrán popular contaba la verdad. La vida me lo acaba de recordar una vez más. Cierto es que, en el último tramo de la pasada temporada, reconocí el error de haber escrito en este mismo periódico que Tchouameni no valía para el Madrid. Que sólo era un jugador interesante para un buen club europeo, pero que no tenía sitio en el once titular de la aristocracia futbolística. Demostró que sí podía ser útil en el Madrid y confesé mi error. Sin embargo, me parecía imposible convertirme en un admirador suyo. Tantos años viendo a los mejores del planeta me han hecho exigente y, ahora que soy un cincuentón avanzado, no tengo el enamoramiento fácil. Soy más un adepto del “antes era mejor”.

Pues los dos primeros partidos de Aurélien Tchouameni de esta temporada me han dejado asombrado. Mi compatriota ha experimentado un crecimiento alucinante hasta convertirse en un maestro del mediocampo. Su potencia física, su autoridad mental, su concentración (la gran mejoría), su admirable recuperación de la pelota (vaya obra de arte antes del primer gol que metió Mbappé), su capacidad para romper líneas y su atrevimiento ofensivo hacen de él, ahora mismo, un jugador imprescindible. Y a mi un ‘fan’. Con un Tchouameni a este nivel sólo me queda por afirmar, en un bonito castellano: “¡Me flipas, tío!”.

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