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La boda de Jeff Bezos fue una auténtica excentricidad, aunque el regalo para los invitados fue lo peor de la celebración

Venecia fue protagonista de cómo la boda de Lauren Sánchez con Jeff Bezos pasó de un casamiento de lujo a una fiesta de pijamas en cuestión de minutos.

Reuters

Hace apenas 10 días, el 27 de junio concretamente, que Lauren Sánchez y Jeff Bezos se dieron el ‘Sí, quiero’ en Venecia. Una boda por todo lo alto, como era de esperar por parte del magnate empresarial, que duró ni más ni menos que tres días. Entre los rostros invitados estaban Leonardo DiCaprio, Kim Kardashian, Bill Gates u Orlando Bloom.

Tirar la casa por la ventana no era suficiente para ellos y un enlace de lujo como este debía finalizar de la manera más inesperada. La pareja decidió que la celebración acabase de una forma un poco más relajada, con una fiesta de pijamas. Para este instante, regalaron a los más de 250 invitados unas zapatillas de Amazon (para las mujeres) y unas friulanas de terciopelo azul de Vibi Venezia (para ellos).

Las friulanas en concreto son unos zapatos de fieltro que se diseñaron originalmente para la vida campesina, estas eran un accesorio habitual de las mujeres de Friuli en el siglo XIX, y en esa época, se fabricaban con materiales reciclados como suelas de neumáticos de bicicleta.

Con el paso del tiempo, llegaron hasta la aristocracia veneciana, pues su goma antideslizante era muy útil para los gondoleros, ya que así no se dañaba la madera de las embarcaciones. Además, cuenta la leyenda que, gracias a su pisada silenciosa, los amantes de la nobleza las calzaban para evitar ser descubiertos durante sus aventuras nocturnas.

Aunque Kate Moss y Tom Ford en los años 90 las pusieron de moda convirtiéndolas en elegantes mocasines, a día de hoy no es un calzado que se utilice con asiduidad. Es probable que todas esas estrellas de Hollywood o personajes de la alta sociedad como la reina Rania de Jordania que estaban presentes en el bodorrio del año, se asombrasen al descubrir que ese era el regalo para los asistentes. Está claro que el dinero no compra ni el gusto, ni la elegancia.

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La moda va y viene constantemente, y aquellas prendas que se llevaban hace 10 años y que ahora nos horrorizan, quizá en un tiempo vuelvan a usarse, como es el caso de los pantalones de campana, muy habituales en la década de los 2000.

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