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Rayden: “De pequeño no me sentía querido y al no saber quién era, pues era de todo”

La nueva novela de Rayden, El taller de los niños interiores, repasa las heridas de la infancia a través de cinco personajes que confluirán para afrontar sus miedos y traumas.

Freestyler, cantante, productor, poeta y ahora novelista, el polivalente alcaíno repasa con nosotros una obra dedicada al niño interior que todos llevamos dentro, y a la importancia del cuidado de la salud mental en un mundo hostil y cambiante.
iccwin247.com / Ángela Páramo

Tras dos años fuera de la industria musical, David Martínez Álvarez, más conocido como Rayden, profundiza en su faceta más literaria con El taller de los niños interiores, su tercera novela, que está inspirada en su canción A mi yo de ayer.

Freestyler, cantante, productor, poeta y ahora novelista, el polivalente alcalaíno repasa con nosotros una obra dedicada al niño interior que todos llevamos dentro, y a la importancia del cuidado de la salud mental en un mundo hostil y cambiante.

- Tienes gran trayectoria dentro del mundo de la literatura, pero ninguna obra anterior ha sido tan ambiciosa y única como esta. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de El taller de los niños interiores?

Esta es ya mi tercera novela, y gran parte del proceso creativo ha derivado de mis anteriores. Cada vez que termino una, me dejo cosillas pendientes que me gustaría hacer. La primera que hice era una novela dual, de dos voces, y para esta sí que me ha entrado el gusanillo de hacer una novela coral. Y, en el momento en que descubrí que las heridas de la infancia son cinco, me pregunté, ¿cómo sería personificar cinco heridas de la infancia con patas, y cómo intentan convivir en esta sociedad cada vez más loca?. El reto me pareció tan ambicioso que es lo que me dió el combustible para poder hacer también la novela más extensa que he realizado hasta el momento.

- Cinco heridas que, en vez de unificarse en una sola persona, has decidido que tomen cuerpo y vivan experiencias únicas. ¿Desde el principio lo tenías enfocado desde un punto de vista plural? ¿Podría ser un solo personaje?

No, no. Tenía claro que querían que fuesen cinco. Es cierto que hubo secundarios que, a lo largo de la novela, también han ganado mucho peso, pero no, tenía claro que tenían que ser en cinco. De hecho, la única duda que yo planteé a la editorial fue: ¿lo hago en primera persona, pero que cada capítulo sea uno? Me bajaron de la nube y me dijeron que era mejor realizarlo en primera persona. Y también para mí era así un reto, porque era la primera vez que hacía tercera persona. De esta forma me ha resultado más asequible.

- Hablando de estas cinco heridas, cada uno de los personajes toma una perspectiva y profundidad mayor que sus propios traumas ¿Qué simbolizan?

Tirso tiene la herida del abandono, Mérida la de la traición, Coral la del rechazo, Guzmán tiene la herida de la humillación y Ovidio la de la injusticia. Y es... incluso en algunos capítulos ya se menciona esto, se empieza como a bordear en torno a cada uno. Se ve como las máscaras que cada uno se pone para afrontar la realidad. Y me encanta cuando todos ellos confluyen en un mismo lugar, porque al final cada uno es una hipérbole de su herida. Está en los matices, que te vas haciendo una radiografía y a lo mejor te puedes sentir reflejado con uno o con otro.

- Se suele decir que todo autor expresa sus vivencias en su arte. ¿Qué personaje se parece más a David Martínez Álvarez?

Yo creo que Coral y Tirso, con heridas de rechazo y abandono. Es lo que más fácil me ha resultado escribir. Estos dos personajes, creo que hay algo ahí dentro de mí. Pero al final, sí, los cinco. Yo creo que los cinco son una respuesta muy bonita a cosas que a lo mejor tenía dentro. No tanto que había vivido, pero que tenía dentro y que ha sido fácil darle salida. Pero Coral y Tirso, parece que no los he vomitado, entonces ahí los miro con recelo.

- Esta novela coral nos presenta un relato sobre la salud mental y la necesidad de sanar las heridas de la infancia. ¿Por qué has escogido esta temática?

Yo creo que somos como una mentira autocumplida. Y encima creo que somos la sociedad más “de la impresión” de la historia. Ahora, por ejemplo, se está viendo gente que utiliza la inteligencia artificial para pasar todas las fotos al estilo del estudio Ghibli, y luego gente quejándose. Es como una sociedad donde el resultado, el fin, justifica los medios y el impresionar, al parecer, justifica el no ser. Creo que eso nos aleja mucho de las personas que a lo mejor éramos en la infancia, de ese valor de fábrica. Y creo que esta novela habla un poco de intentar no tanto sanar, sino como restaurar el valor de fábrica de cada uno y ver en qué momento se hizo el nudo del cable del mando.

- Escribes sobre la salud mental, pero no desde una posición ajena a ella. Al final de tu obra admites acudir a terapia. ¿Cuál ha sido la experiencia de Rayden?

Creo que cada uno tendrá la suya. Yo lo recomiendo, recomiendo que se debe ir a terapia, pero no atarse a la terapia. Y también lo que yo diga, viendo las diferencias económicas… Yo puedo decir una entrevista: ¡que todo el mundo vaya a terapia!, pero la salud mental pública, gratuita, deja muchísimo que desear aquí en España. Entonces no todo el mundo dispone de esta oportunidad. Ojalá que todo el que se sienta ahí, que está en un momento difícil de la vida, tenga las herramientas para poder ir a terapia. Pero también es que incluso la sociedad tal como está, a día de hoy, es la que nos empuja a muchos a tener procesos ansiosos y depresivos, que más tarde nos harán ir a terapia. Es como la pescadilla que se muerde la cola.

- Cuando se habla públicamente de la importancia de la salud mental, muchas personas consideran que sigue vigente un estigma contra aquellos que deciden acudir a terapia psicológica. ¿Estás de acuerdo? ¿Y hacia los hombres?

Creo que a día de hoy ya no tanto. Quiero pensar. Es cierto que este tipo de conversaciones se podían dar hace dos décadas. En cuanto a los hombres, sí, eso sí que sí. Justo estaba esta mañana desayunando, que no tiene que ver, pero tiene que ver, y he leído una encuesta de la DGT diciendo que de los accidentes mortales, solo el 11% son mujeres. Así con todo. Yo creo que el sentido de autocuidado y de cuidar la salud es más notorio en las mujeres que en los hombres. Y creo que esto viene también con cómo desde pequeño, nos despojan de nuestro valor de fábrica, que es la ternura. Y si nos dicen que: “si somos buenos, somos tontos”, que “si somos fuertes, que se van a aprovechar de nosotros”... Entonces creo que hay un poco de vulnerabilidad al reconocer que necesitas ayuda. Y creo que nos han creado, nos han inculcado la idea de que, si eres débil, no eres apto.

- En la dualidad de tu libro, salud mental e infancia se fusionan durante gran parte de la historia ¿Crees que la terapia infantil podría ayudar a que no perdamos esa ternura que nos arrebatan de pequeños?

Bueno, yo creo que, antes de la terapia, creo que está la educación. También quiero pensar que ahora somos otra generación de padres y madres, que nuestros hijos nos están viendo llorar, reír, tener miedo, conversar… y también que a nuestros hijos les decimos gracias, y perdón, y por favor, y que también nos están viendo reconocer errores. Y yo creo que a mi hijo, tanto su madre como yo, le permitimos esa vulnerabilidad y lo vemos como fortaleza. No al revés, no lo vemos como algo limitante. Y hay frases que ya no se dicen. En mi casa, de “bueno, tonto”, o “espabila que la vida se va a aprovechar de ti” : eso no será.

- Sin embargo, y de forma involuntaria, los colegios suponen también un actor principal en la educación de los más jóvenes. ¿Crees que también depende de la educación escolar?

No, en los colegios también está cambiando esto. Creo que hay una serie de cosas que se están cambiando. Lo que pasa es que, por un lado, la educación está cambiando mucho para bien, pero por otro lado están haciendo el monstruo de las redes sociales, de lo que te decía antes, de la impresión. Parece que antes si eras vulnerable no eras apto, ahora si no impresionas no eres. Entonces es difícil. Hay nuevos monstruos que hacer frente

- En la página de agradecimientos de tu libro, nombras a tu hijo y le agradeces todo el apoyo y cariño brindado. ¿Qué papel tiene esta obra en tu faceta más paternal? ¿Podríamos considerarlos una carta de amor a tu hijo?

Creo que aquí me he permitido dejar de ser padre y ser niño. Creo que entonces esto es como si yo le dijese a mi hijo: “ahora no te toca a ti y me toca a mí”. Me toca a mí, y sobre todo, ni siquiera me toca a mí. Me toca a mi parte del subconsciente que tiene muchas cosas que sanar, como una sesión de cuidado, de mimos. Creo que en este libro no tiene tanto que ver mi hijo como a lo mejor en la novela anterior, sí que tenía que ver. En este tiene que ver mi niño pequeño y cómo se sintió de pequeño: darse un abrazo.

- Al tratar de la infancia y haber sido padre, se podría pensar que ha tenido gran peso sobre la obra. ¿Ha influido la paternidad? ¿Crees que te ha ayudado a escribirlo?

Sí, sobre todo en uno de los personajes. Sobre todo plantear como volcar miedos y que dejen de ser míos. Creo que ahí sí que ha servido. Es cierto que uno cuando es padre, pasamos de ser hijos o hijas de a ser padres y madres de. Y creo que hasta que nuestros hijos no crecen un poco, no nos atrevemos a matar al padre o a renunciar de la capa de padre y volver a ser esa persona. Entonces este libro también es un impasse, es como un paréntesis para poder quitarme la capa de padre, para destronarlo y ver qué tenemos dentro.

- Desde el año 2000 hasta ahora, has evolucionado mucho como artista. Has sido poeta, freestyler, cantante, novelista… ¿Qué te ha empujado a esa polivalencia?

Sinceramente, yo creo que es un intento de sentirme querido. De pequeño no me sentía querido y al no saber quién era, pues era de todo. Era por descarte. Y creo que eso me generó una imaginación brutal. En un intento de controlar mi realidad para sentirme tranquilo, pues desde pequeño ya escribía poesía. Muy mal, pero escribía poesía, era la mía y era mi forma de ser extrovertido en un mundo introvertido. A lo mejor eso me ha llevado a tener inquietud por muchas cosas, pero yo creo que viene de esto. Como lo que decía antes, tanto la herida de abandono, pues buscar como puntos de encontrarme en cada cosilla que hacía, y de rechazo, pues que si hacía cosas para mí, no me iba a sentir rechazado, me iba a sentir valorado. Y por eso tengo ganas o un hambre de materializar que es bestia. Y por eso a lo mejor soy tan intruso en muchas cosas. Siempre le he destinado toda la humildad y todo el amor del mundo, pero yo creo que si lo reduces y vas a un extremo del yogur de hilo, a lo mejor el mensaje ahí es: como no me siento querido, quiero hacer cosas con las que sentirme querido.

- ¿Crees que los artistas de ahora tienen esa capacidad y tienen ese hambre de realizarse, o se enfocan más en encasillarse?

Yo creo, y me puedo equivocar, pero yo creo que la gente está más pendiente en enquistarse en los sitios que en enraizar. “De aquí que no me mueva nadie”. Más que profundizar en esto, creo que es más... replicar lo que funciona. Hay casos, casos de gente que cuida, que mima las cosas, sigue habiendo y gracias a Internet y la interacción instantánea cada vez más, porque hay un acceso de comunicación. Pero creo que con tanto ruido es cada vez más difícil. Por un lado puedes acceder a más cosas, pero cada vez es más difícil profundizar, porque, si pestañeas, te lo pierdes.

- Llevas ya dos años fuera de la música tras tu último álbum, La Victoria Imposible y tu gira de despedida. ¿Tienes pensado volver?

No a lo mejor con un álbum, sino con un síndrome. El otro día justo vine de Nepal, y entre toda la gente que fuimos, que fuimos 20, me fui con el grupo de Laporte y jugamos a hacer música. Y jugamos a hacer música y me gustó tanto que volví, me hizo una entrevista a un periódico y dije, voy a volver a la música. Ya todo lo que me daba miedo para volver a la música ya no lo tengo, entonces volveré a hacer música. Se quedó ese titular y la gente pensaba que iba a volver a la música. Que iba a hacer una gira y sacar discos. Y no. Es que a nivel de jugar, a nivel de expresarme, sí que voy a retomarlo, pero voy a retomarlo para conmigo, que hasta ahora no había escrito nada, o con amigos. No siento que vaya a volver a la música como se entiende o como se entendía. Entonces, no, a día de hoy no tengo pensado.

- Si bien puede ayudarte a encontrar nuevos enfoques y caminos, tu polivalencia artística tiene el riesgo de hacerte abandonar otras facetas ¿Cuando emigras a otro arte, abandonas el anterior, o intentas que se sume a tus nuevos proyectos?

No, yo creo que se suma. Sí que es cierto que desde septiembre del año pasado, que fue el último concierto, el de despedida, no me había atrevido a escribir nada porque no sabía crear sin mostrarlo. Eso es lo que ha cambiado. Por eso digo lo de volver a la música, con todas liccwin247.comillas del mundo. Ya creo que soy capaz de crear sin mostrar nada. A nivel de música, a día de hoy siento que si tengo que contar en la música, lo cuento, pero que no tengo la necesidad de sacarlo ni hacer giras en torno a esto, ni discos, ni nada. Creo que son cosas que se quedan y que se van. Son artes que se van sumando. Lo que pasa es que tú, con tus amigos, dices una cosa, que cuando tienes un megáfono no dirías lo mismo. Tienes otro tema de conversación. Para mí es eso. Siento que habrá cosas que quiero mostrar que a lo mejor tienen que ver dentro del mundo de la novela, pero demostrar dentro del mundo de la música, siento que no.

- Para terminar, ¿puedes contar algo de tu próximo proyecto literario?

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Pues sí, la siguiente novela va a estar basada en la canción Ad de Luz. No te puedo contar más, pero sí. Al igual que esa está en A mi yo de ayer, la siguiente está basada en Ad de Luz y bueno, es un road trip. Va a ser un reto. Dos personajes que se van moviendo sin caminar. Que van llegando las cosas sin que las cosas lleguen. A ver qué pasa.

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